
Miles de valencianos están viviendo una situación extrema tras las terribles inundaciones del pasado martes. Muchos de ellos habiendo salvado la vida por muy poco se enfrentan ahora a la devastación absoluta de barrios enteros, sin ayuda, mientras continúa el conteo de fallecidos.
Ana Belén, vecina de Catarroja, uno de los municipios más afectados por la DANA, es una de ellas. Sobrevivió milagrosamente después de que las lluvias torrenciales la sorprendieran en su vehículo cuando volvía a su casa. "Cuando salía de Picassent, mi marido me avisó de que se desbordaba el barranco y volviera", cuenta a LD. Se quedó con el coche en un supermercado ALDI entre Alba y Catarroja, se encontró con su marido en el parking y los dos lograron subirse al tejado del aparcamiento. "Subió el agua en cuestión de minutos", recuerda. Ayudaron a subir a más personas hasta ser diez en total, y dos animales. "Intentamos llamar al 112, los vecinos de las fincas de enfrente nos iluminaban con los móviles. No venía nadie, veíamos pasar gente en coches viendo cómo se los llevaba el agua", cuenta. A las 3 la crecida empezó a disminuir y un tractor los pudo dejar en el suelo. Su marido y ella fueron andando como pudieron hasta su casa, a diez minutos de allí.
Tres días después, Ana Belén cuenta la situación que vive en su localidad: sólo ayer a las 3 de la mañana vieron a militares en la zona apartando coches para hacer camino. Ni rastro el resto del tiempo de soldados o policías. No tienen agua y sufren cortes intermitentes de luz. Explica que "muchísima gente de Valencia ha venido andando" y cómo están necesitados de agua, "para lavarnos, para beber, para cocinar". Su vivienda en un segundo está a salvo pero perdieron sus dos coches y están ayudando a sus vecinos a limpiar los bajos, destrozados, y la calle. "Estamos abandonados, aquí no viene casi nadie a ayudarnos. Hay mucha gente atrapada, no sabemos si hay gente muerta", cuenta sobre el garaje de su casa que sigue inundando y los del resto de la calle".
Entre los valencianos que acudieron a socorrerles este viernes está su jefe, Sergio. El empresario salió con su coche a las 6 de la mañana para llevar agua y comida a Catarroja y otras localidades. Volvió con su vehículo y regresó luego andando con más víveres y palas. "En ocho horas sólo nos hemos encontrado con guardias civiles para organizar el tráfico", cuenta relatando lo que ha visto tanto en Catarroja como en Alfafar y Paiporta. "Lo de Paiporta es terrorífico. Las imágenes no reflejan el horror", explica todavía impresionando relatado cómo "los coches apilados contra las puertas no dejan a la gente salir de sus viviendas", cómo el fango llega hasta la rodilla y "nadie ayuda, sólo la población. Estamos comprando palas y escobas en los chinos".
"Tengo personal que trabaja para mí que no tiene ni comida ni agua", cuenta explicando que muchos vecinos no se alejan de sus casas por miedo a los robos y cómo "hay grupos de gente paseando para ver qué pueden pillar". Los voluntarios, explica, están limpiando casas, quitando barro y llevando agua. Aunque "se están organizando puntos" para la distribución de agua muchos vecinos "no saben ni dónde están", dice, recordando que también hay problemas de cobertura.
"Hace falta muchísima gente", insiste, contando cómo "hay bloques y bloques de coches entre casa y casa, quince o veinte coches uno encima del otro en todas las calles de Paiporta, impidiendo el paso". También describe el "hedor tremendo" que hay en las calles. Los voluntarios, explica, "van gritando quién necesita ayuda, yendo todos en bloque, con descoordinación". Esta tarde, el Gobierno de la Generalidad Valenciana hizo un llamamiento para tratar de encauzar a los miles de ciudadanos que como Sergio están acudiendo a ayudar. Él insiste en que "va a hacer falta cantidad de horas y dinero, es terrible", insistiendo en cómo los vehículos, "miles", impiden cruzar de un lado a otro de la calle y cómo hace falta maquinaria pesada
"¡Estamos solos, por favor!"
Desgarrador es también el testimonio que Paula, vecina de Aldaya, ha dado en Cope. Entrecortada por el llanto ha pedido auxilio. "¡Estamos abandonados, está viniendo gente a pie desde Valencia!", expuso mientras pedía desesperada que los medios de comunicación les dieran visibilidad.
"No hemos podido entrar en algunas casas y garajes, no sabemos quién está", lamentó desesperada. "¡Estamos solos, por favor!", exclamó. Y pidió que lleven "camiones, excavadoras" porque están las calles totalmente enfangadas, apenas hay cobertura. De hecho, la comunicación se perdía por momentos, se entrecortaba. "Necesitamos ayuda", se pudo escuchar. "Necesitamos que traigan palas, escobas de jardín, necesitamos que vengan profesionales, como fontaneros, electricistas… Necesitamos que Movistar y Vodafone aprieten el culo y nos arreglen la red móvil, que estamos incomunicados, se nos cortan las llamadas, no tenemos internet". Unos 70.000 clientes de telefonía fija y 182.000 de móvil continúan este viernes sin servicio, según ha informado a EFE el Ministerio de Transformación Digital y Función Pública.
En otro testimonio recogido por Efe, Raquel Benavente, una vecina de Picanya (Valencia) relata el "caos" que reina en el municipio donde no ha ido "nadie" a informarles ni a prestarles ayuda y agradece a los numerosos voluntarios que han llegado a pie y que califica como los "verdaderos héroes". Una marea de personas que han llegado andando para "ayudar de manera totalmente desinteresada" y que más allá de limpiar sin descanso "también nos están ayudando psicológicamente".
Raquel entiende que la situación esté desbordada pero no que no hayan llegado los servicios de emergencia de ningún tipo a la zona. "Han venido periodistas, pero nadie de emergencias", lo que les sume en una situación de desinformación e incertidumbre. Y es que la comida y el agua potable llegan a pie con voluntarios o con vecinos que se organizan para ir a buscar víveres a Valencia, a unos 50 minutos caminando, pero critica que la gente que no está afectada está vaciando los supermercados y no les queda apenas nada para comprar.
La vecina explica que cuando empezó a subir el nivel del agua del barranco no se lo esperaban y sucedió "de sopetón". No llovía y no habían sido advertidos de que estaban en peligro por lo que hicieron "vida normal". Cuando empezaron a ver la crecida "muchos fueron a sacar los coches de los garajes". Ella que se encontraba en casa con su hija de 13 años gracias a que su club de patinaje sí que suspendió las clases, hecho por el que está agradecida, porque de lo contrario le "habría pillado en la carretera", relata que mientras observaba la crecida desde su casa "mantuvo el tipo por su hija" pero llegó a pensar que eran sus "últimos momentos".
Y con la incertidumbre de no tener noticias de su marido, que estaba en el coche. Finalmente y tras muchas horas de angustia e incomunicación total pudo saber, por un pequeño momento de cobertura, que su marido había conseguido llegar a casa de sus padres y estaba bien.
Pero no olvidará fácilmente el horror de lo vivido. Los gritos de auxilio, el rugido ensordecedor del agua arrasando cuanto encontraba a su paso, los intentos de los vecinos por poner a salvo a una persona mayor cuya casa se estaba inundando y las puertas se habían bloqueado y la impotencia de no poder hacer nada. Pudo escuchar y ver "cómo se derrumbaban casas recién construidas" junto al barranco, el cual "jamás ha llevado esa fuerza". Una vez descendió el nivel del agua comprobó que su puerta del garaje se había venido abajo por la fuerza del agua y el mismo "se había llenado de cosas de todo tipo arrastradas por el agua".
Ahora, con un panorama desolador que piensa que se asemeja a un escenario de guerra y "que no es posible explicar con palabras", pone en valor el esfuerzo de la comunidad, la solidaridad y la actitud de los niños. Muchos menores de edad han sido llevados a casas de familiares, pero otros se han quedado. "Están limpiando como el que más, cubiertos de barro, repartiendo agua entre los voluntarios, en definitiva, dándonos una lección", asegura.
Raquel sigue reclamando ayuda porque los alimentos y el agua escasean. "Nos lo repartimos todo", pero van muy justos. Y critica a aquellos que no solo han ido a robar a casas, sino a los que entraron en un supermercado del municipio, cuando se les dijo que podían coger alimentos, "y empezaron a robar carros enteros de jamones y de botellas de cinco litros de aceite". Los vecinos incluso intentaron evitar estos saqueos. Cuando están recuperando "un poco de electricidad y un hilo de agua", los primeros efectivos de la Unidad Militar de Emergencias están empezando a llegar al municipio este mediodía, "con palas" porque es "imposible acceder con cualquier vehículo". Hay "montañas de coches que tapan los accesos", explica.

