
Una de las bazas de Pedro Sánchez, el aspecto físico que hasta le valió el apodo de "Mr. Handsome", está cambiando de forma acelerada a la vez que se acumulan los escándalos sobre su entorno más próximo. Sánchez, que cuenta ya con su mujer, su hermano y dos ex secretarios de Organización imputados (el último, Santos Cerdán, ya en prisión) no puede evitar que el desgaste político empiece a cobrarle factura físicamente aunque intente en público zanjar las polémicas con peticiones de perdón y la dimisión de los afectados.
Sus últimos actos públicos, la cumbre de la ONU en Sevilla y la cumbre de la OTAN, donde trató de desviar el foco impostando un enfrentamiento con Donald Trump, dan buena muestra de los efectos que el acorralamiento cada vez mayor están teniendo en el presidente.
La mandíbula más marcada y tensa, perdida de peso, ojeras y arrugas son algunos de los efectos de un cambio que se ha producido en pocos meses: hace sólo dos años, el gesto de Sánchez era mucho más relajado y su rostro acusaba mucho menos el paso del tiempo que ahora.
En el tiempo que va del adelanto electoral de 2023 a la situación imposible en la que se encuentra el presidente, Sánchez ha visto como el cerco en torno a su persona se ha ido estrechando a un ritmo cada vez más acelerado. Lejos quedan estratagemas como sus cinco días de reflexión por la imputación de su esposa ante una concatenación de escándalos que le dejan pocas salidas y que se han intensificado en las últimas semanas, con el marcaje judicial a sus colaboradores de mayor confianza y el avance de las causas contra dos miembros de su familia.
Atrás quedaron también las loas de la prensa internacional, que de ensalzar su capacidad para "marcar los tiempos" y lidiar con situaciones difíciles han pasado a retratarlo como un líder sin otra salida que la dimisión.
