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No, en España no hay cada vez más incendios, hay menos y estos son los datos que lo demuestran

El 2025 ya es un año excepcionalmente malo desde el punto de vista de los incendios, pero un análisis más amplio puede ofrecer alguna sorpresa.

Incendio forestal en la Reserva Natural Courel-Ancares,en los montes entre León y Galicia. EFE/ Eliseo Trigo | EFE/ Eliseo Trigo

A fuerza de repetirse en la prensa y, sobre todo, de que lo digan los políticos, se ha instalado en la sociedad española la percepción de que en nuestro país hay cada vez más incendios forestales. La realidad, sin embargo, es la contraria y los datos oficiales así lo demuestran: desde que alcanzara su máximo entre los ochenta y los noventa la superficie quemada cada año en nuestro país no ha dejado de disminuir, según las cifras oficiales que pueden consultarse en varias fuentes.

Estos datos recogen las hectáreas de terreno quemada de cada año, así como el número de incendios. De hecho, se dividen también según el tipo de superficie: arbolado o matorral.

Una primera aproximación nos revela un hecho que es importante tener en cuenta: las variaciones de año a año son enormes. Por ejemplo, 2018 es el mejor año de toda la serie histórica: sólo ardieron 25.000 hectáreas, pero al anterior fue muchísimo peor: se quemaron 180.000, es decir, un 600% más. Este 2025, por desgracia, también supondrá un incremento notable respecto los anteriores y, probablemente, 2026 será mucho mejor, así ha sido en otras ocasiones y esperemos que ahora también.

Así que, para evitar las distorsiones que provocan los años sueltos, vamos a fijarnos en la media de cada década, empezando desde 2024 que es, obviamente, el último del que se disponen registros completos. Estas son las cifras:

Aunque no tiene el mismo valor estadístico al cubrir un periodo mucho más corto, sí apuntaremos que la media de los últimos cuatro años del registro es todavía más baja: 38.953 hectáreas.

¿Qué nos dicen estos datos?

El primer mensaje claro es que los incendios están retrocediendo, no sólo no hay más sino que cada vez hay menos y la bajada es sustancial: en 30 años hemos pasado de 250.000 hectáreas de media anual a poco más de 100.000, un 60% menos.

Por otra parte, es también interesante ver como crecimiento de los incendios coincide en buena medida con la década de los sesenta: la de mayor éxodo desde el campo a las ciudades y mayor industrialización. Esto apunta a que, tal y como se ha comentado mucho en las últimas semanas, uno de los factores clave en el crecimiento de los incendios es el abandono del medio rural y, especialmente, de las tareas agrícolas y ganaderas asociadas a él.

También la parte en bajada de la curva nos da información de interés: la media de incendios más elevada es la de los años entre 1985 y 1995, a partir de ahí se produce un descenso que primero es muy brusco: a menos del 50% en la siguiente década y que se mantiene sin rebote después.

Una caída que puede deberse a muchos factores pero que a simple vista se diría que tiene que ver con la mejora de los dispositivos de extinción y prevención, fruto de una mayor concienciación social que forzó a los políticos a invertir más y mejor.

¿Culpa de las autonomías?

Casualmente, o no, el año 84 fue aquel en el que la mayor parte de las comunidades autónomas recibieron las competencias de prevención y extinción de incendios, lo que podría hacer pensar que este puede haber sido un factor en el incremento que se da en esa década respecto de la pasada, de algo más del 25%.

No obstante, si este fuese un factor determinante este crecimiento se debería haber mantenido en las siguientes décadas, pero la realidad es que, como hemos visto, a partir de 1995 el descenso es brusco, mientras las competencias seguían en manos de las autonomías, así que parece claro que, incluso aunque parte del ascenso se pudiese deber a eso, los gobiernos regionales aprendieron relativamente rápido.

Aun así, esto siempre será un factor discutible: se puede argumentar que el descenso no se debe a la labor de los ejecutivos regionales sino a otro tipo de mejoras –lo que probablemente es cierto, al menos en parte– y que la mejora sería mayor de tratarse de una competencia centralizada, pero desde luego eso no es algo a lo que apunten con fuerza los números.

¿El cambio climático? Inocente

Por último, lo que si que dejan claro los datos es que, como por otra parte ya aseguran todos los estudios científicos hasta la fecha, lo que no es un elemento relevante en el número e intensidad de los incendios es el cambio climático, por mucho que la propaganda gubernamental trate de convencernos de los contrario.

Y es que de creernos ese relato, de ser ese el factor determinante y eliminando las variaciones anuales que pueden deberse a muchos elementos distintos, las medias deberían estar creciendo. No hay otra posibilidad: si la temperatura es el elemento fundamental y la temperatura es más alta cada año el número y la intensidad de los incendios no debería dejar de crecer. y, como vemos, lo que viene ocurriendo desde hace tres décadas es lo contrario: de 253.715 de media en el periodo entre 1985 y 1994 a 100.477 en el de 2015 a 2024.

A esto se podría responder que aunque la temperatura haya aumentado y esta sea la variable fundamental este efecto se palía porque se destinan más recursos a la prevención y la extinción, pero lo cierto es que ha ocurrido lo contrario: aunque es complicado compllar todos los datos, según algunas fuentes desde 2009 los presupuestos públicos destinados a estos fines se habrían reducido en cerca de un 30%.

Como se suele decir en las películas de abogados: no hay más preguntas, señoría.

2025 frente a otros años de fuego

Aunque como hemos dicho las medias de décadas son herramientas mucho más eficaces para observar tendencias, también es interesante hacer algunas comparaciones para saber si este 2025 está siendo algo tan excepcional dentro de la serie histórica. La respuesta es que sí, pero no del todo.

En cualquier caso, no podemos dejar de señalar que la estadística es un asunto menor para aquellos que han perdido sus propiedades, para los que han visto desaparecer el paisaje de su pueblo y no digamos para las familias de los que han perdido la vida, lo ocurrido en las últimas semanas es una tragedia, pero no es excepcional en toda la serie histórica, aunque sí lo es en los últimos 30 años.

En este momento la estimación a través de satélites es que la superficie forestal quemada en España en lo que va de año son unas 350.000 hectáreas, hay que remontarse a 1994 para encontrar un año peor: entonces se quemaron más de 437.000.

En el momento en el que escribimos estas líneas sería el quinto peor registro desde 1960, además del 94 superaron la barrera de las 400.000 hectáreas quemadas 1986, el peor de todos con 484.000; 1979, año en el que vieron arder 424.000; y 1999, con 407.000.

Otro dato de interés es que en este momento y siempre según los datos de los satélites de Copernicus, el sistema de vigilancia de la Unión Europea, España sería el tercer país de la UE con un peor registro este año: se ha quemado el 0,7% del territorio. Rumanía, con un 0,5 nos sigue de cerca con un 0,5%, pero por delante y con mucha ventaja siguen la República Checa con un 2,3% y Portugal con 2,4%.

El resumen es claro: 2025 ha sido desastroso, pero la tendencia de los últimos treinta años ha sido buena y los datos no soportan el relato catastrofista ni señalan a la "emergencia climática".

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