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Del legado sefardí al boicot a Israel: cuando la universidad y la cultura se convierten en trincheras ideológicas

El desprecio de Sánchez al Estado judío cercena lazos académicos que son valiosos y deteriora el intercambio cultural con instituciones israelíes.

Estudiantes de la acampada por Palestina en la UCM, el 7 de junio de 2024. | Europa Press

España tardó en establecer relaciones diplomáticas con Israel después de su declaración de independencia, el 14 de mayo de 1948 en el Museo de Arte de Tel Aviv. Lo hizo bajo el mandato de Felipe González, en 1986 —el mismo año en el que nuestro país entró a formar parte de la Comunidad Económica Europea (actual Unión Europea)—. Huelga decir que esas relaciones no pasan por su mejor momento, dados los constantes desprecios de Pedro Sánchez hacia el Estado judío y por supuesto el boicot al que se alienta desde los partidos en el Gobierno.

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Sin embargo, la conexión de nuestros pueblos es profunda y nos acompaña con el paso de los siglos gracias al rico legado sefardí que dejaron los judíos en la Península Ibérica hasta su expulsión —en 1492—, que es absolutamente imprescindible para comprender nuestro pasado. "Sin la cultura sefardí", señala el Instituto Cervantes, "la Escuela de Traductores de Toledo no hubiera sido posible, ni Alfonso X el sabio, ni la recuperación renovada y enriquecida de Aristóteles, con las consecuencias que ello trajo para la ciencia y el pensamiento europeo de la mano de Santo Tomás y de la Escolástica".

"Muchas cosas se perdieron para siempre tras la expulsión", añade, "pero otras quedaron indelebles". "Quince siglos de historia, como poco, jalonan la presencia judía en la Península Ibérica o si se prefiere en Hispania, al-Ándalus, o Sefarad. Antes que cristianos y musulmanes, hubo judíos que caminaron por las calzadas romanas", argumenta en su página web. "Celosos de su fe, consiguieron parar el tiempo y detener las aguas de su Historia como un día hizo Moisés en el mar Rojo para salvar a su pueblo" pero "ni romanos, ni visigodos, ni musulmanes, ni cristianos lograron su asimilación total".

En cambio, destaca la institución, "su alto grado de hispanización hizo que la sociedad sefardí, tras la expulsión de 1492 y su diáspora, se convirtiera paradójicamente en la mejor embajadora de la patria". Se marcharon "con el anhelo de volver, como si de su segunda Jerusalén se tratase". "Qué orgullo muestran aquellos sefardíes que todavía conservan la llave de las casas que un día tuvieron que dejar sus antepasados en Toledo, Sevilla o Córdoba. No perdieron su esperanza de retorno, ni la lengua, que también es nuestra aunque parada en el tiempo, con la que cantaron y cantan las excelencias de una tierra que no les permitió vivir y morir en paz", asevera. "Pero su impronta quedó soldada en la historia de la cultura española", concluye el instituto.

Posiblemente de ahí que aquellos que pretenden romper con Israel, el único Estado de mayoría judía del mundo, hayan convertido la universidad, así como los eventos culturales y deportivos en un campo de batalla ideológico. Quieren acabar con la presencia israelí en festivales y competiciones, en programas culturales y proyectos científicos y también en nuestros acuerdos comerciales. Desde la izquierda se vende como castigo a un gobierno "genocida". Se defiende con el apoyo al oprimido pueblo palestino. Pero no cuentan que nos perjudica más a nosotros que a ellos, erosiona nuestra imagen internacional y nos aleja de las grandes potencias del mundo Occidental —como Estados Unidos y Alemania—.

Institucionalizar la discriminación

El Gobierno de Pedro Sánchez ha logrado normalizar el boicot y el insulto a un país democrático como Israel. Una deriva discriminatoria impulsada desde la izquierda que se ha instalado en algunas universidades y organismos públicos españoles. Pero el límite, en un Estado de Derecho como el nuestro, lo marca la ley. Y es la Justicia quien se está encargando de ponerle freno. Así lo atestiguan las recientes sentencias condenatorias logradas por la organización Acción y Comunicación en Oriente Medio (ACOM) contra varias universidades españolas por discriminación contra los judíos.

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La última ha tumbado judicialmente el "boicot" al Estado judío que había puesto en marcha la Universidad de Granada. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha anulado el acuerdo por el que se suspendían colaboraciones y programas de movilidad con instituciones académicas y científicas de Israel, al entender que el texto "vulneraba la dignidad de la persona y el principio de igualdad y no discriminación", "transmitiendo una opinión negativa" sobre miembros de la comunidad académica vinculados a universidades israelíes y generando una confrontación con el resto del campus.

Por otra parte, el tribunal recuerda que la discrecionalidad para firmar o no convenios "no legitima medidas de boicot general" que excluyen a un colectivo. La resolución que se suma a las recientemente logradas contra la Universidad de Valencia y la Complutense de Madrid, por razones similares. El Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana anuló el acuerdo "Comprimís amb Palestina" por introducir una discriminación directa contra universidades israelíes, sin base legal ni proporcionalidad. De la misma manera, el Juzgado de lo Contencioso nº3 de Madrid invalidó el llamado "Plan de Acción UCM-Palestina".

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Consecuencias del boicot académico

Israel no sólo es un excelente socio comercial —le vendemos más del doble de lo que le compramos— o estratégico —los ojos de Occidente en Oriente Medio—, también lo es a nivel académico. Y —como ocurre en materia económica, tecnológica, de defensa o seguridad— España sale favorecida de este intercambio.

Las instituciones israelíes están al más alto nivel. Ejemplo de ello es que tres universidades del Estado judío —con apenas diez millones de habitantes— se encuentran entre las cien mejores del mundo, según el Shanghai Ranking de 2025 —que encabezan las estadounidenses Harvard, Stanford y el Massachusetts Institute of Technology (MIT)—. Un listado en el que no aparece ninguna institución española.

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Las universidades de nuestro país quedan mejor paradas en el QS World University Rankings 2026, que lideran: el MIT, el Imperial College de Londres y la Universidad de Stanford. Tres instituciones españolas se sitúan entre las 200 destacadas: la Universidad de Barcelona, en el puesto 160; la Autónoma de Barcelona, en el 172; y la Complutense de Madrid, en el 187.

En cualquier caso, la colaboración entre ambos países resultaba positiva para España, especialmente porque había visto reforzadas ciertas áreas en las que destacan las instituciones israelíes (ciencias, ingeniería, medicina y tecnología). Por tanto, podemos deducir que la consecuencia directa de cortar lazos con el Estado judío derivará en un empobrecimiento a nivel académico.

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De hecho, el clima de tensión provocado por la campaña contra Israel promovida desde el Gobierno de Pedro Sánchez, ya ha desembocado en el naufragio de proyectos de colaboración con distintas universidades y la Unión Europea (UE) ha planteado restricciones parciales en programas de innovación.

También se ha visto reducido el número de estudiantes israelíes que eligen nuestro país para participar en proyectos de intercambio e investigación, al sentirse señalados y discriminados. La ruptura con Israel va más allá de las implicaciones económicas y tecnológicas —que serían numerosas—. Fragmenta consorcios europeos, expulsa talento y financiación y convierte nuestros campus en trincheras ideológicas.

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