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La constitución de las Cortes refuerza a Sánchez de cara a una investidura frente a la división de Feijóo y Abascal

PP y Vox se estrenan en la XV Legislatura votando por separado mientras la izquierda exhibe unidad de cara a un posible gobierno.

PP y Vox se estrenan en la XV Legislatura votando por separado mientras la izquierda exhibe unidad de cara a un posible gobierno.
El presidente del Gobierno en funciones y diputado socialista Pedro Sánchez junto a la líder de Sumar, Yolanda Díaz, durante la constitución de las Cortes en la XV Legislatura. | EFE

La elección de la presidencia del Congreso se preveía muy ajustada pero el apoyo de Junts al PSOE a cambio de todo tipo de cesiones, cerraba el paso a un PP que mantuvo la esperanza hasta el último momento, provocando de paso la ruptura de la derecha. El resultado otorga una gran ventaja a Pedro Sánchez de cara a la investidura, aunque ambas negociaciones se lleven a cabo por separado.

El PSOE propuso a Francina Armengol para presidir las Cortes como primer gesto para armar una mayoría con los separatistas, que conseguían además impulsar las lenguas cooficiales, comisiones de investigación sobre los atentados de Barcelona y Pegasus o una Ley de Amnistía de cara al futuro. Un pago muy bajo, según aseguran ERC y Junts, comparado con el que exigirán para la investidura.

El PP apostó por Cuca Gamarra con el compromiso de ceder a Vox un puesto en la Mesa del Congreso para garantizarse su apoyo. La decisión in extremis de Junts, el partido del prófugo Carles Puigdemont, decantaba la balanza a favor de Pedro Sánchez, que veía agrandada su leyenda de ganador imbatible, frente a una derecha más dividida que, ante la imposibilidad de armar una mayoría suficiente para presidir las Cortes, optada por votar dividida, facilitando así que el PSOE pueda presumir de una victoria aplastante al sumar 178 votos frente a los 139 del PP, y los 33 de Vox.

La nueva decepción de la derecha

Los rostros desencajados de los diputados de la derecha evidenciaban que la derrota supone un nuevo golpe a la moral de ambos partidos, ya muy tocados después del 23-J al no haber conseguido sumar para lograr una mayoría absoluta. Por contra, la izquierda se exhibía exultante al dar por hecho que esto es sólo el primer paso para seguir gobernando en una legislatura que se prevé muy convulsa, en la que el PSOE tendrá que hacer todo tipo de equilibrismos para satisfacer a sus insaciables socios separatistas del PNV, Bildu, ERC y Junts, además del BNG y Sumar.

PP y Vox, por contra, no conseguían ni siquiera escenificar cierta unidad para insuflar ánimos a un electorado decepcionado desde las elecciones generales. La negativa de Feijóo a facilitar un puesto a los de Abascal en el órgano rector de la Cámara Baja provocaba el enojo de Vox que optaba por votar a su propio candidato, Ignacio Gil Lázaro, en lugar de a la popular Cuca Gamarra.

La investidura de Feijóo, más difícil

La decisión del PP no sólo provocaba la división de la derecha, sino que motivaba el enojo de su socio potencial hasta el punto de dejar ahora en el aire su apoyo gratuito a la investidura, ofrecido hace apenas unos días sin pedir a cambio su entrada en el gobierno. Abascal exigía explicaciones y no daba por rotas las conversaciones con los de Feijóo pero no ocultaba su malestar por lo ocurrido.

Al margen de los entresijos parlamentarios y las motivaciones de ambos partidos, la imagen que queda es una derecha descoordinada, incapaz de votar de manera conjunta en el arranque de una legislatura clave en la que ambos alertan contra un "gobierno de destrucción" frente al que no son capaces de mostrar generosidad para articular una mínima mayoría que simule, al menos, un frente común para poner freno a las pretensiones de Sánchez.

Aunque todos los grupos parlamentarios desligan la votación de ayer de lo que pueda ocurrir en una posible investidura, en el caso de los separatistas para presionar al PSOE y lograr más prebendas, y en el caso del PP para seguir defendiendo que todavía tienen opciones, lo cierto es que se trataba de la primera prueba de fuego y Sánchez la ha superado con creces a lomos, nuevamente, de los partidos separatistas y los comunistas. La derecha, por contra, ha preferido marcar distancias para no quedar retratada como un bloque conjunto, a pesar de la imagen de derrota que trasladaron.

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