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La historia de los héroes de Leiza que rechazan la amnistía y dan la cara por la Guardia Civil en el fortín de Bildu

La cara más visible de estas protestas es Silvestre Zubitur, que heredó de su padre la vocación política en un pueblo terriblemente golpeado por ETA.

La cara más visible de estas protestas es Silvestre Zubitur, que heredó de su padre la vocación política en un pueblo terriblemente golpeado por ETA.
Libertad Digital

"Cuando un guiri me pregunte qué significa la expresión española ‘tener cojones’, le enseñaré esta foto", escribía Arturo Pérez-Reverte el pasado mes de noviembre tras ver a nueve vecinos de un pequeño municipio navarro gobernado por Bildu manifestarse contra la amnistía. Tres meses después, los ya bautizados como "héroes de Leiza" han demostrado esta semana que lo suyo no fue un arrebato de valentía pasajero.

"Marlaska dimisión, alde beitko (lejos para siempre)", rezaba la nueva pancarta que tenían la osadía de alzar el pasado lunes tras el asesinato de dos guardias civiles en Barbate. Mientras los proetarras claman por la expulsión de la Benemérita del País Vasco y Navarra, este puñado de constitucionalistas demostraba una vez más que defender los principios que imperan en nuestra Carta Magna no solo es posible en cualquier rincón de España, sino que es una obligación.

De padres a hijos

Al frente de todos ellos, Silvestre Zubitur, hoy concejal de UPN y entregado a la política municipal desde principios de los años noventa. Su vocación la heredó de su padre, que también había sido concejal en este pequeño municipio navarro. "Había que recoger el testigo y en el año 91 entré yo", dice orgulloso aquel que nunca se ha planteado otra cosa que no sea defender el imperio de la ley y "los principios de la gente de bien".

Desde entonces, no ha fallado ni una sola legislatura. "Incluso en una que no podía presentarme porque mis dos hijos mayores eran los últimos soldados de Leiza y no tenía tiempo para desempeñar el puesto", recuerda. Aquel año fue de número cinco de forma simbólica. Sin embargo, el destino quiso que tuviera que dar un paso al frente: "Desgraciadamente, ocurrió lo que nunca tenía que haber ocurrido, que es que nos asesinaron a nuestro concejal José Javier Múgica y yo tuve que salir otra vez a la palestra para sustituirle".

Tres atentados de ETA

Que mataran a su compañero, además de amigo, no fue fácil. Sin embargo, no era la primera vez que ETA atentaba en su pueblo ni sería la última. "El primero fue un vecino que en 1998 fue a regularizar su arma y lo asesinaron frente al cuartel de la Guardia Civil", rememora Silvestre. El último, Juan Carlos Beiro, un agente que cayó en la macabra trampa que los terroristas pusieron a la Benemérita en septiembre de 2022. Como reclamo para atraer a las fuerzas del orden, ETA había desplegado en la carretera que pasa por Leiza una pancarta que decía "ETA bietan jarrai. Guardia civil, jota bertan hil" (ETA, adelante con las dos. Guardia civil, mátalo aquí). Cuando Beiro y un grupo de agentes fueron a descolgarla, activaron la bomba que habían colocado justo detrás. El cabo falleció de camino al hospital.

"Todo esto te marca y te reafirma en esos principios que hay que defender a capa y espada", explica Silvestre, que, sin embargo, no esconde su decepción con la deriva de nuestro país. "Parece que la batalla la ganan los malos y que siempre estamos luchando contracorriente, y eso desgasta", reconoce. Aun así, ese desgaste del que habla no ha impedido que los ya bautizados como héroes de Leiza hayan vuelto a salir a la calle. Aunque la realidad es que nunca se han ido. "La pancarta contra la amnistía la ponemos todas las mañanas y la quitamos todas las noches para que no se la lleven. Un día apareció una pintadita y tuve que taparla con una bandera de España", dice sin ser consciente de la admiración que produce que alguien sea capaz de hacer algo así en un fortín de Bildu.

En defensa de la Guardia Civil

"Lo del otro día de la Guardia Civil era de justicia, porque los han vapuleado por todos los lados y, al escuchar por la radio que habían convocado un minuto de silencio a las 12 del mediodía en las plazas de toda España, ahí que volvimos nosotros", explica Silvestre. Guardaron un minuto de silencio, rezaron un padre nuestro e incluso entonaron "La muerte no es el final". No era la primera vez que lo hacían. Ya el domingo pidieron que se oficiara una misa por los dos agentes fallecidos, David y Miguel Ángel y, al terminar, hicieron lo propio. Sin embargo, la tecnología les falló y no pudieron inmortalizar el momento, por lo que no dudaron en repetirlo al día siguiente. "Su propio nombre lo indica: son guardias civiles; se dedican a guardar a los civiles y llevan casi 180 años haciéndolo, así que lo mínimo que se merecen es un respeto", insiste.

Su determinación es tan grande y su defensa de España tan serena que, por extraño que parezca, se han ganado el respeto incluso de los que no piensan como ellos. "Por ahora no hemos tenido ningún problema y es así como debe ser, porque se nos llena la boca de hablar de libertad, pero no se nos debe olvidar que la libertad de uno termina donde empieza la del otro", defiende.

Lo más que les han preguntado es por qué salen a defender a los guardias civiles y no a los que mueren todos los días en pateras. Su respuesta no puede ser más clara: "Porque unos han sido enviados ahí a prestar un servicio público y otros se han echado al mar libremente, y claro que nos da mucha pena, pero es que estos señores han tenido que ir a luchar con una lanchica de goma y nos duele que encima se vean esas imágenes en la televisión, que aquello parecía un circo romano", dice en referencia a las decenas de personas que jaleaban a los narcos mientras pasaban literalmente por encima de los agentes con sus embarcaciones.

Los otros héroes

Junto a Silvestre, Fermín, compañero de UPN, y amigos y familiares varios, entre ellos su mujer y su hermana. Sin embargo, todos ellos prefieren mantener su anonimato, no porque no tengan la valentía suficiente para dar la cara -ahí están las fotografías-, sino porque no quieren que ser pierda el foco de lo verdaderamente importante: "Nosotros esto no lo hacemos para darnos publicidad, sino porque creemos que es nuestra obligación y tenemos una necesidad que nos sale de dentro. Al final la motivación de todos es la misma y es combatir el desasosiego que tenemos con todo lo que está ocurriendo en España y la dejadez y el abandono que sienten los que piensan como nosotros".

La pregunta, sin embargo, es evidente: ¿tendrán ustedes relevo generacional en Leiza? "Pues no lo sé, chica", responde Silvestre espontáneamente con su acento navarro. En sus listas, hay un puñado de jóvenes, entre ellos sus propios hijos, aunque más a modo de apoyo para que puedan seguir presentándose a las elecciones que con la esperanza de ser elegidos. "Y la verdad es que para sufrir lo que hemos sufrido y ver que al final al malo es al que premian… Pues igual es mejor hacer como los marineros, que antiguamente no sabían nadar", apunta. "¿Qué quiere decir con eso?", le preguntamos. "Pues que la agonía es terrible -explica-. Antes no sabían nadar porque si se hundía el barco se ahogaban en un minuto, y si sabían nadar, pasaban horas luchando, sabiendo que iban a morir".

A pesar de sus palabras, su energía le delata. Hace unas semanas fue la amnistía. Ahora, el honor de la Guardia Civil. Pero si algo le queda claro a una después de escucharle es que su lucha no termina aquí. "En este rincón va a empezar la reconquista de España", aseguraba el pasado jueves en el La Noche de Dieter. Lo hacía entre risas, sorprendido por el interés que había despertado en la prensa, pero lo cierto es que es difícil imaginar un lugar y unos líderes mejores para emprender esa reconquista de la que habla. Serán pocos, pero valientes y perseverantes como para demostrar a toda España que no hay excusas para defender tus principios incluso aunque vivas en un lugar como Leiza en el que los proetarras hace mucho que se hicieron fuertes.

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