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¿Las sombras de Irene Montero lastran las opciones electorales de toda la izquierda?

Durante los cuatro años en los que Irene Montero fue ministra de Igualdad, su gestión estuvo marcada por la controversia constante.

Durante los cuatro años en los que Irene Montero fue ministra de Igualdad, su gestión estuvo marcada por la controversia constante.
La exministra de Igualdad, Irene Montero | Podemos

Más de una década después de irrumpir en el escenario político, Podemos vuelve a apostar por la figura de Irene Montero como último intento por frenar el imparable declive de una formación que, tras su desembarco en las elecciones europeas, donde obtuvo más de un millón de votos y cinco eurodiputados, entre ellos Pablo Iglesias, vivió una rápida expansión y descenso. Aquel impulso inicial se tradujo en una sólida implantación territorial en las elecciones autonómicas, y, poco después, en un éxito rotundo en las generales, donde alcanzó los 69 escaños y más de cinco millones de votos. El punto culminante llegó en 2016, bajo la confluencia de Unidas Podemos, con la que lograron sumar 71 escaños en el Congreso.

Desde entonces su caída ha sido progresiva, aunque no sería hasta 2019, en unos segundos comicios convocados tras el fracaso de las negociaciones iniciales con el PSOE, y con un resultado menguado de 35 escaños, cuando Irene Montero asumiría la cartera de Igualdad en el primer gobierno de coalición de España.

Durante los cuatro años en los que Irene Montero fue ministra de Igualdad, con Ángela Rodríguez 'Pam' como secretaria de Estado, su gestión estuvo marcada por la controversia constante. La conocida Ley del 'solo sí es sí' se convirtió en el mayor símbolo de su deriva ideológica tras provocar la rebaja de condenas a más de 1.200 agresores sexuales y la excarcelación de al menos 120 de ellos. Lejos de asumir responsabilidades, Montero se atrincheró en la autocomplacencia, presentando su norma como un supuesto modelo para Europa. Sus disculpas a las víctimas llegaban envueltas en reproches y descalificaciones, responsabilizando a los jueces, a quienes llegó a tildar de "fachas con toga", de un supuesto boicot judicial, en lugar de reconocer el fracaso de una ley defectuosa.

Pasará a la historia como la ministra de Igualdad que más ha fracturado al movimiento feminista, especialmente a raíz de la controvertida Ley Trans, impulsada bajo el pretexto de priorizar los postulados del colectivo LGTBI. Su iniciativa provocó una escisión sin precedentes en el propio feminismo. Las manifestaciones del 8 de marzo de 2023 evidenciaron esta división, de hecho no faltaron voces que, en plena marcha, exigían abiertamente su dimisión, acusándola de desvirtuar décadas de lucha en favor de los derechos de las mujeres.

Montero también estuvo detrás de campañas institucionales que no estuvieron exentas de polémica, como la que fue acusada de promover la apología de la obesidad, o aquella que, en un intento de redefinir los modelos de masculinidad, rescataba unas declaraciones de El Fary para reivindicar al llamado "hombre blandengue". Estas iniciativas, lejos de generar consenso, suscitaron un aluvión de críticas por su desconexión con las prioridades reales de la ciudadanía.

Entre las iniciativas calificadas como "imprescindibles" por el Ministerio de Igualdad, destacó el desarrollo de una aplicación móvil destinada a distribuir equitativamente las tareas domésticas. El proyecto, bautizado como MeToo y financiado con más de 200.000 euros de dinero público, fue presentado bajo el lema: '¿Agotada de que te toquen siempre a ti las tareas del hogar?'. Sin embargo, la herramienta apenas logró superar las 11.000 descargas en sus primeros seis meses de vida, y terminó siendo retirada a comienzos de este año por "falta de usuarios".

Podemos, en su intento por redefinir su identidad, busca, por un lado, marcar un perfil propio, pero, por otro, no oculta su intención de atraer a otras formaciones, reconociendo que solos no lograrán el respaldo suficiente, para recuperar el espacio político que en 2019 ocupaba Unidas Podemos, y que actualmente ha sido absorbido por Sumar. La gran incógnita, sin embargo, radica en si Irene Montero posee el legado político y la capacidad suficiente para lograr la unificación de un bloque de la izquierda cada vez más fragmentado.

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