
El discurso oficial insiste en el supuesto deterioro de los bosques españoles, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pide urgentemente un gran pacto climático y se refuerza la supuesta necesidad de más regulaciones verdes para "salvar el planeta". Sin embargo, los datos oficiales del propio Ministerio de Agricultura desmontan esa narrativa. Según la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos (ESYRCE), la superficie forestal arbolada en España no solo no ha disminuido, sino que ha aumentado en los últimos diez años.
En 2014, la ESYRCE situaba la superficie forestal arbolada en 19.013.972 hectáreas. Diez años después, la misma encuesta muestra un crecimiento neto, con 19.447.892 hectáreas en la actualidad. Es decir, más de 430.000 hectáreas adicionales de bosques en apenas una década. De ellas, 1.837.669 hectáreas corresponden a coníferas y frondosas contabilizadas en 2024.
Más bosque y más biomasa
La evolución positiva no es un fenómeno aislado ni un error estadístico. El propio Inventario Forestal Nacional (IFN) confirma que España lleva décadas incrementando su masa forestal y su biomasa. Hoy, aproximadamente el 55 % del territorio nacional se clasifica como superficie forestal (bosques arbolados, matorrales y otras formaciones).
Esto sucede porque desde mediados del siglo XX, el abandono agrícola, la reforestación impulsada por planes estatales y la regeneración natural han hecho que nuestro país sea uno de los que más ha crecido en superficie forestal de toda Europa.
Hoy, los montes españoles son más extensos y albergan un 40% más de volumen de madera que hace 50 años: entre 1990 y 2020 ha pasado de unos 600 millones de metros cúbicos a más de 950 millones. De ahí el desafío que supone la gestión de los bosques para la prevención de incendios.
Es decir: no solo hay más superficie forestal, sino que los montes españoles acumulan más biomasa y capturan más carbono que hace tres décadas.
Los cultivos leñosos también crecen
No solo el bosque avanza. La propia ESYRCE recoge cómo los cultivos leñosos (olivar, almendro, viñedo, nogal, pistacho…) se han convertido en un pilar creciente de la agricultura española. El olivar, en particular, supera los 2,7 millones de hectáreas y ha ampliado su superficie de manera sostenida en las últimas décadas, al igual que el almendro, impulsado por la demanda internacional.
Estos datos demuestran que el campo español, demonizado y estrictamente controlado para el uso de fitosanitarios, podas o gestión de rastrojos, son en realidad los artífices de una parte importante de la reforestación que se ha producido en nuestro país en los últimos diez años.
Los números son claros: en España hay más superficie forestal y más cultivos leñosos que hace diez años. Sin embargo, el Gobierno insiste en una narrativa catastrofista e irreal para reclamar más pactos climáticos, más organismos de control y más limitaciones al desarrollo económico.


