Será el nacionalismo el que nos salve de la invasión y apocalipsis islámico, no los pendejos como Merkel y Hollande.
Pero el nacionalismo de verdad, el de la Patria grande, histórica, carnal y cristiana, no la bobada folklórica y de aldea de los separatistas progres y demás fauna liberaloide, zurda y vicenormal, que se inventan naciones en cuatro provincias, para tocar la dulzaina (o el flaviol) por los pueblos.
El domingo, elecciones municipales en Viena, a ver si los nacionalistas echan a los subnorsociatas