JUSTICIA EUN MUNDO SIN FRONTERAS Y PARA NO OLVIDAR
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JUSTICIA EUN MUNDO SIN FRONTERAS Y PARA NO OLVIDAR
Enviado por batusi el día 18 de Diciembre de 2013 a las 21:37
JUSTICIA EN UN MUNDO SIN FRONTERAS
La aurora de este Tercer Milenio ilumina la Facultad de Ciencias de la Educación en un, escenario inédito para la humanidad. Pasamos de las sociedades industriales a las sociedades de la información y de la educación, en un salto mortal para el viejo esquema de las comunicaciones, más o menos estables y predecibles. El panorama de hoy se parece más a los pronósticos meteorológicos en los que un mínimo cambio produce efectos desmesurados que escapan a la estadística y a la cuantificación esperadas, que al optimismo planificador de los iluministas con su culto oscuro a la diosa inculta de la Razón. La ciencia entró en una especia de paroxismo en el que el último descubrimiento bautiza un nuevo campo de investigaciones, y a la ramificación del primitiva y viejo árbol de la Filosofía está empezando a dar frutos inesperados, muchas veces benditos otras peligrosos, pero siempre fascinantes para la curiosidad innata del brujo humano. Hay mucho más parecido entre el mundo clásico del "mare nostrum" y el de mis abuelos, que entre este universo globalizado que hoy ven mis ojos y el que verá mañana mi nieto, cada vez más lejos de mi visión y hasta de mi imaginación.
Si nos detenemos un instante a mirar el paso, gesto cada vez más difícil, frente a la avalancha de futuro, veremos que nuestra historia occidental solo registra dos épocas de esplendor más o menos similares. Por un lado el Renacimiento que, sin duda, es el motor de la modernidad, y por otro, más lejos y confinado en sus propios limites, el tiempo de los Pericles y los Sócrates, los Heráclito y los Aristóteles en el que empezaron predicando jonios y milesios sus doctrinas que dieron origen al pensamiento como actividad productiva en si misma. Pero si bien estos ciclos de fervor creativo se repiten, hay diferencias no superficiales que convendría revisar entre el siglo de Platón y nuestro siglo de la información y la informatización.
En su perpetua búsqueda del equilibrio, los griegos hicieron grandes descubrimientos en todos los campos. No se limitaron a mejorar el avance técnico y artístico, también quisieron mejorar al "hombre" para que fuera digno de la sociedad embellecida por los adelantos. Y en esta misión sagrada, la voz de Sócrates, se alzó sobre toda prerrogativa para interpelar a unos y otros: ¿Qué es la Justicia?, pregunto por igual a nobles y esclavos, a demócratas y tiranos. Y a
la primera respuesta era el eslabón para una larga cadena que iba desde la oscuridad irracional y casi animal que arrastramos como pesada herencia al leve resplandor de las tinieblas iluminadas por la conciencia.
Quiero recordar, sobre todo, este magnifico alegato contra los aparentes beneficios de la injusticia que es la "República", de Platón.
Creo que nuestros tiempos post-modernos han sido encandilados nuevamente por estos mismos sofismas: ¿Por qué el justo sufre penurias a lo largo de toda su vida, mientras el inocuo, el ladrón y el criminal gozan de los beneficios de sus crímenes sin recibir el castigo que prescribe la ley?, ¿No será la Justicia una cuestión de apariencias?
La confusión se agiganta en nuestras plazas, y en nuestros políticos, donde prevarican hasta los Magistrados de las Cortes Supremas conformadas a dedo por los demagogos de turno, se designan Próceres por Decreto, Ex Presidentes de dudoso ejercicio pasan a ser Senadores vitalicios, sin voto, pero con inmunidad parlamentaria de por vida, y donde la justicia no es más que la sirvienta de la política entendida como simple ramplón personalismo partidario.
Cuando parece que estamos de nuevo frente al viejo problema de la Justicia como ideal frente al enfermizo sistema de lo real, Platón recurre al mito, inagotable fuente donde todos, pensadores y mercaderes podríamos contemplar un pensamiento encarnado en fábulas.
El mito nos hace vivir las ideas abstractas como si fueran hechos cotidianos. Lo fantástico disfrazado de trivialidad como el pastor Giges, que encontró un anillo mágico que tenía el don de volverlo invisible a voluntad. ¿Qué potestad no tendría un simple mortal capaz de cometer las acciones más sublimes o las más atroces sin ser visto?, ¿seguirá siendo honesto a pesar de la ventaja que le concede el anillo?, ¿lo usará para el gran beneficio de todos aunque esto signifique alguna desventaja personal?
En el diálogo de hace casi 2400 años, casi todos los participantes menos Sócrates reconocen que hay algo intrinsicamente perverso en el hombre y que sin la debida vigilancia, como el pastor invisible del anillo de Giges, todos somos victimas de la ambición y el pillaje. Como siempre la explicación más simple es también la más sospechosa, porque si el sofista recurre al egoísmo natural y primitivo, Sócrates apela a la razón qu está jerárquicamente por encima. Por otra parte, el bien que obtiene el injusto en su beneficio es infinitamente menor que el daño que debe ocasionar al conjunto, y esta misma desproporciona, si el mismo tuviera conciencia de su magnitud, "atajaría la mano que empuña la espada, o daga".
Sigo prefiriendo como Sócrates la idea del mal como ignorancia del bien, antes de condenar anticipadamente a todos los hombres como perversamente inicuos. Sigo pensando que los adelantos de nuestros tiempos dejaron atrás la escala de valores. La tabla de piedra con el decálogo ha sido hecha pedazos con los adoradores del ídolo de la tecno manía pero sus fogonazos como siempre, terminarán en ceguera. Sigo pensando que los gobernantes de la trinidad de poderes en la repúblicas latinoamericanas, por ejemplo y en esta España nuestra, tienen el anillo de Giges de la impunidad. Saben de antemano que pueden calumniar, exiliar, secuestrar, robar, torturar, sobornar, humillar y corromper a individuos, familias y sociedades enteras sin tener que rendir cuenta de sus actos. ¿No es el anillo de Giges hecho a la medida, de políticos, dictadores y oligarcas de baja monta?. Dueños de una voluntad omnipotente son y se sienten invulnerables. Y no es bueno que el hombre no tenga limites, porque se creará el dueño de la heredad y del cuño, como ya nos lo enseñó ensañándose, con la madre Historia.
Por eso cualquier investigación ciudadana es siempre bienvenida. Que personas comunes se interesen vivamente por los asuntos del Estado de salud de la Democracia como sistema de delegaciones y de representaciones. Todos somos fiscales en la causa común de una sociedad organizada. Los gobernantes deben saber que están siendo observados en cada mínimo acto público del desempeño de sus funciones, ya que el poder fácilmente pasa del uso al abuso cuando los mecanismos de control se debilitan.
El "anillo de Giges" de la impunidad se hace visible a través de los documentos testimonios y evidencias que dejan a su paso los usurpadores del presente y del pasado. Y entonces, este rastreo de las huellas se transforma en pistas a seguir obsesivamente para conocer en detalle las macabras maquinaciones de un Estado celptómano y a partir de ahí buscar el bálsamo sanador que nunca será el olvido para recuperar la plena dignidad del ejercicio ciudadano que no debe delegar en ningún representante, porque la dignidad no se delega.
PARA NO OLVIDAR
El dirigente que volvió a logar el equilibrio Político en 1854 fue el Teniente General Don Leopoldo O'Donnel, el político más sutil entre todos los personajes militares de la época. Al planear el pronunciamiento de 1854 su objetivo parece haber sido el de ampliar la base de la oligarquía lo suficiente para conseguir, justo el apoyo necesario que permitiera al País, seguir viviendo bajo la Constitución de 1854. Posiblemente, uno de sus principales compañeros de insurrección el Teniente General Don Domingo Dulce, escribió esta justificación "in extremis" de la rebelión militar.
Ejercito se llama a la reunión de hombres armados regidos por un reglamento especial y con el solo y exclusivo encargo de mantener las Leyes en su mñas completo estado "de integridad".
Ahora bien, esta definición tan lógica como filosófica demuestra que la fuerza armada, es el brazo fuerte que la Ley tiene. O que debería tener. Dicen algunos con un aplomo Ciceroniano, que el Ejercito no debe pensar... No debe ser ilustrado... limitándose a obedecer ciegamente al Gobierno. Palabra elástica, retumbante, de formas colosales, y tras la cual se parapetan los traidores, los inmorales y los coabardes.
Traidores porque hacen traición a la Ley, que es más que el Gobierno, porque fue creada antes que él y le da acción a la vida. Inmorales porque, sacrifican sus más caras afecciones y sus más sagrados deberes a la vergonzosa conservación de un miserable destino, y cobardes porque les falta el valor para lanzar a corruptos gobernantes el anatema de resistencia activa que opone al hombre de corazón a los abusos del Poder.
Ahora bien, cuando un Gobierno, sea su nombre el que sea se desmiente de la Leyes cuya conservación y guarda le está encomendada, obligándole antes que a nadie su obediencia, cuando las viola y escarnece, ¿no se le ha roto de hecho y de Derecho los vínculos que les unían con el resto de la sociedad de que forma parte?
Cuando se sube por grados desde la súplica hasta la oposición energética de los elegidos del Pueblo, sin obtener respuesta alguna, ¿Qué partido ni recurso la queda a un gran pueblo que se le oprime vilipendia y ultraja hasta en sus más sagrados Derechos?.
La guerra marcha a retaguardia de las discusiones razonadas de la diplomacia ...
¿Puede un Gobierno bajo la forma representativa alegar derechos para faltar a la Ley y exigir su rigurosa observancia del pueblo que se lo ha dado y quien rige? Si admitimos tan funestos principios, pronto muy pronto, no veríamos más que el sistema absoluto, porque teniendo los Reyes concedida la elección de sus consejeros, y reduciendo al ejército a la simple condición de una máquina de fuerza, movible, a voluntad de los Gobiernos, son muy fáciles de adivinar las consecuencias de tales premisas.
P.S. Don Domingo Dulce Garay, militar, nacido en Sotes (La Rioja), el día 7 de Mayo de 1908. Fue uno de los teóricos del "intervencionismo" del ejército en la política. Murió el 20 de Noviembre de 1869 en Amelie-Les Bains, Francia a la edad de 61 años.
La aurora de este Tercer Milenio ilumina la Facultad de Ciencias de la Educación en un, escenario inédito para la humanidad. Pasamos de las sociedades industriales a las sociedades de la información y de la educación, en un salto mortal para el viejo esquema de las comunicaciones, más o menos estables y predecibles. El panorama de hoy se parece más a los pronósticos meteorológicos en los que un mínimo cambio produce efectos desmesurados que escapan a la estadística y a la cuantificación esperadas, que al optimismo planificador de los iluministas con su culto oscuro a la diosa inculta de la Razón. La ciencia entró en una especia de paroxismo en el que el último descubrimiento bautiza un nuevo campo de investigaciones, y a la ramificación del primitiva y viejo árbol de la Filosofía está empezando a dar frutos inesperados, muchas veces benditos otras peligrosos, pero siempre fascinantes para la curiosidad innata del brujo humano. Hay mucho más parecido entre el mundo clásico del "mare nostrum" y el de mis abuelos, que entre este universo globalizado que hoy ven mis ojos y el que verá mañana mi nieto, cada vez más lejos de mi visión y hasta de mi imaginación.
Si nos detenemos un instante a mirar el paso, gesto cada vez más difícil, frente a la avalancha de futuro, veremos que nuestra historia occidental solo registra dos épocas de esplendor más o menos similares. Por un lado el Renacimiento que, sin duda, es el motor de la modernidad, y por otro, más lejos y confinado en sus propios limites, el tiempo de los Pericles y los Sócrates, los Heráclito y los Aristóteles en el que empezaron predicando jonios y milesios sus doctrinas que dieron origen al pensamiento como actividad productiva en si misma. Pero si bien estos ciclos de fervor creativo se repiten, hay diferencias no superficiales que convendría revisar entre el siglo de Platón y nuestro siglo de la información y la informatización.
En su perpetua búsqueda del equilibrio, los griegos hicieron grandes descubrimientos en todos los campos. No se limitaron a mejorar el avance técnico y artístico, también quisieron mejorar al "hombre" para que fuera digno de la sociedad embellecida por los adelantos. Y en esta misión sagrada, la voz de Sócrates, se alzó sobre toda prerrogativa para interpelar a unos y otros: ¿Qué es la Justicia?, pregunto por igual a nobles y esclavos, a demócratas y tiranos. Y a
la primera respuesta era el eslabón para una larga cadena que iba desde la oscuridad irracional y casi animal que arrastramos como pesada herencia al leve resplandor de las tinieblas iluminadas por la conciencia.
Quiero recordar, sobre todo, este magnifico alegato contra los aparentes beneficios de la injusticia que es la "República", de Platón.
Creo que nuestros tiempos post-modernos han sido encandilados nuevamente por estos mismos sofismas: ¿Por qué el justo sufre penurias a lo largo de toda su vida, mientras el inocuo, el ladrón y el criminal gozan de los beneficios de sus crímenes sin recibir el castigo que prescribe la ley?, ¿No será la Justicia una cuestión de apariencias?
La confusión se agiganta en nuestras plazas, y en nuestros políticos, donde prevarican hasta los Magistrados de las Cortes Supremas conformadas a dedo por los demagogos de turno, se designan Próceres por Decreto, Ex Presidentes de dudoso ejercicio pasan a ser Senadores vitalicios, sin voto, pero con inmunidad parlamentaria de por vida, y donde la justicia no es más que la sirvienta de la política entendida como simple ramplón personalismo partidario.
Cuando parece que estamos de nuevo frente al viejo problema de la Justicia como ideal frente al enfermizo sistema de lo real, Platón recurre al mito, inagotable fuente donde todos, pensadores y mercaderes podríamos contemplar un pensamiento encarnado en fábulas.
El mito nos hace vivir las ideas abstractas como si fueran hechos cotidianos. Lo fantástico disfrazado de trivialidad como el pastor Giges, que encontró un anillo mágico que tenía el don de volverlo invisible a voluntad. ¿Qué potestad no tendría un simple mortal capaz de cometer las acciones más sublimes o las más atroces sin ser visto?, ¿seguirá siendo honesto a pesar de la ventaja que le concede el anillo?, ¿lo usará para el gran beneficio de todos aunque esto signifique alguna desventaja personal?
En el diálogo de hace casi 2400 años, casi todos los participantes menos Sócrates reconocen que hay algo intrinsicamente perverso en el hombre y que sin la debida vigilancia, como el pastor invisible del anillo de Giges, todos somos victimas de la ambición y el pillaje. Como siempre la explicación más simple es también la más sospechosa, porque si el sofista recurre al egoísmo natural y primitivo, Sócrates apela a la razón qu está jerárquicamente por encima. Por otra parte, el bien que obtiene el injusto en su beneficio es infinitamente menor que el daño que debe ocasionar al conjunto, y esta misma desproporciona, si el mismo tuviera conciencia de su magnitud, "atajaría la mano que empuña la espada, o daga".
Sigo prefiriendo como Sócrates la idea del mal como ignorancia del bien, antes de condenar anticipadamente a todos los hombres como perversamente inicuos. Sigo pensando que los adelantos de nuestros tiempos dejaron atrás la escala de valores. La tabla de piedra con el decálogo ha sido hecha pedazos con los adoradores del ídolo de la tecno manía pero sus fogonazos como siempre, terminarán en ceguera. Sigo pensando que los gobernantes de la trinidad de poderes en la repúblicas latinoamericanas, por ejemplo y en esta España nuestra, tienen el anillo de Giges de la impunidad. Saben de antemano que pueden calumniar, exiliar, secuestrar, robar, torturar, sobornar, humillar y corromper a individuos, familias y sociedades enteras sin tener que rendir cuenta de sus actos. ¿No es el anillo de Giges hecho a la medida, de políticos, dictadores y oligarcas de baja monta?. Dueños de una voluntad omnipotente son y se sienten invulnerables. Y no es bueno que el hombre no tenga limites, porque se creará el dueño de la heredad y del cuño, como ya nos lo enseñó ensañándose, con la madre Historia.
Por eso cualquier investigación ciudadana es siempre bienvenida. Que personas comunes se interesen vivamente por los asuntos del Estado de salud de la Democracia como sistema de delegaciones y de representaciones. Todos somos fiscales en la causa común de una sociedad organizada. Los gobernantes deben saber que están siendo observados en cada mínimo acto público del desempeño de sus funciones, ya que el poder fácilmente pasa del uso al abuso cuando los mecanismos de control se debilitan.
El "anillo de Giges" de la impunidad se hace visible a través de los documentos testimonios y evidencias que dejan a su paso los usurpadores del presente y del pasado. Y entonces, este rastreo de las huellas se transforma en pistas a seguir obsesivamente para conocer en detalle las macabras maquinaciones de un Estado celptómano y a partir de ahí buscar el bálsamo sanador que nunca será el olvido para recuperar la plena dignidad del ejercicio ciudadano que no debe delegar en ningún representante, porque la dignidad no se delega.
PARA NO OLVIDAR
El dirigente que volvió a logar el equilibrio Político en 1854 fue el Teniente General Don Leopoldo O'Donnel, el político más sutil entre todos los personajes militares de la época. Al planear el pronunciamiento de 1854 su objetivo parece haber sido el de ampliar la base de la oligarquía lo suficiente para conseguir, justo el apoyo necesario que permitiera al País, seguir viviendo bajo la Constitución de 1854. Posiblemente, uno de sus principales compañeros de insurrección el Teniente General Don Domingo Dulce, escribió esta justificación "in extremis" de la rebelión militar.
Ejercito se llama a la reunión de hombres armados regidos por un reglamento especial y con el solo y exclusivo encargo de mantener las Leyes en su mñas completo estado "de integridad".
Ahora bien, esta definición tan lógica como filosófica demuestra que la fuerza armada, es el brazo fuerte que la Ley tiene. O que debería tener. Dicen algunos con un aplomo Ciceroniano, que el Ejercito no debe pensar... No debe ser ilustrado... limitándose a obedecer ciegamente al Gobierno. Palabra elástica, retumbante, de formas colosales, y tras la cual se parapetan los traidores, los inmorales y los coabardes.
Traidores porque hacen traición a la Ley, que es más que el Gobierno, porque fue creada antes que él y le da acción a la vida. Inmorales porque, sacrifican sus más caras afecciones y sus más sagrados deberes a la vergonzosa conservación de un miserable destino, y cobardes porque les falta el valor para lanzar a corruptos gobernantes el anatema de resistencia activa que opone al hombre de corazón a los abusos del Poder.
Ahora bien, cuando un Gobierno, sea su nombre el que sea se desmiente de la Leyes cuya conservación y guarda le está encomendada, obligándole antes que a nadie su obediencia, cuando las viola y escarnece, ¿no se le ha roto de hecho y de Derecho los vínculos que les unían con el resto de la sociedad de que forma parte?
Cuando se sube por grados desde la súplica hasta la oposición energética de los elegidos del Pueblo, sin obtener respuesta alguna, ¿Qué partido ni recurso la queda a un gran pueblo que se le oprime vilipendia y ultraja hasta en sus más sagrados Derechos?.
La guerra marcha a retaguardia de las discusiones razonadas de la diplomacia ...
¿Puede un Gobierno bajo la forma representativa alegar derechos para faltar a la Ley y exigir su rigurosa observancia del pueblo que se lo ha dado y quien rige? Si admitimos tan funestos principios, pronto muy pronto, no veríamos más que el sistema absoluto, porque teniendo los Reyes concedida la elección de sus consejeros, y reduciendo al ejército a la simple condición de una máquina de fuerza, movible, a voluntad de los Gobiernos, son muy fáciles de adivinar las consecuencias de tales premisas.
P.S. Don Domingo Dulce Garay, militar, nacido en Sotes (La Rioja), el día 7 de Mayo de 1908. Fue uno de los teóricos del "intervencionismo" del ejército en la política. Murió el 20 de Noviembre de 1869 en Amelie-Les Bains, Francia a la edad de 61 años.