Mi fe se tambalea.

Y yo sin fe no soy nadie, que educado en familia cristiana, mejor católica, conservadora y patriótica, no me ha venido bien salir del patio de mi abuela, donde generales, empresarios y profesionales, eso es lo que tiene ser de una familia inrterminable, me dictaban el camino, me explicaban los dogmas, vamos a ser como "Dios manda", pero coño, fué salir de allí, y el maligno satanás, viéndome quizás presa fácil, me empezó a hacer preguntas, a crearme dudas, a demostrarme a su manera, que el género humano es de poco fiar, me decía satán.

Es por eso, que necesito muestras de esa honradez en la que creía, antes lo tenía muy claro, rojerío chungo, derecha güena, y ahí no me hacía líos. Ahora ante el ensombrecido panorama, de vete tu a saber el culpable, necesito a Jesús, necesito sus milagros, necesito que alguien me devuelva lo que me quitó el mundo, el demonio y la carne (ay la carne! esa será difícil de extirpar, están tan buenas...)

Subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?»

Pues eso fe sí, pero la vaquiña por lop que vale, a calmar la tormenta, hala!