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Elecciones en EEUU: Trump recupera la Casa Blanca cuatro años después

El cambio de voto entre las minorías se antoja decisivo. Los republicanos mejoran en casi todos los estados y tendrán también el control del Senado.

Donald Trump será, de nuevo, presidente de EEUU. A las 7.25 de la mañana hora de Madrid (seis horas menos en Florida, donde el candidato republicano tiene su cuartel general) Fox News le daba como concedidos los votos electorales en Pensilvania. Con esos 19 votos, alcanzaba los 267. Y esto, unido a los tres de Alaska (que no se le concedían oficialmente porque es uno de los últimos estados en comenzar el recuento, pero que nadie dudaba que serían republicanos), confirmaba lo que se venía intuyendo durante toda la noche electoral: el 45º presidente también será el 47º.

Desde el comienzo del recuento, el optimismo de los demócratas se iba diluyendo. Sí, es cierto que las encuestas habían dado vencedor a Trump de forma consistente, aunque ajustada, en los últimos dos meses. Pero, al mismo tiempo, parecía que Kamala Harris recuperaba terreno en los últimos días. De hecho, a lo largo del fin de semana, se publicaron muchas cifras que apuntaban a que no sólo se acercaba al republicano, sino que le superaba.

Nunca sabremos con certeza si los datos de esas últimas horas previas a la apertura de las urnas eran ciertos o no, si correspondían a encuestas reales que luego no se confirmaron en las votaciones o si tenían más que ver con el deseo (o manipulación) de algunos analistas demócratas, que querían ver un cambio de tendencia que cambiase el resultado del partido en el descuento. En cualquier caso, nada de esto tiene ya importancia más allá del recordatorio de que el que recoge y analiza los datos suele tener también interés en que salgan determinados resultados.

¿Cómo ha llegado la victoria de Trump? Pues de forma más holgada de lo previsto. No puede decirse, ni mucho menos, que haya sido arrolladora (landslide, como dicen los americanos), incluso aunque lo parezca con un primer vistazo a un mapa electoral pintado de rojo. Arrollador fue lo de Ronald Reagan, que le sacó 18 puntos de voto popular a Walter Mondale (58,7% vs 40,6%) y ganó en todos los estados salvo Minnesota. En esta ocasión, el resultado real es el de un país dividido casi al 50%. En realidad, todavía no está claro quién ganará el voto popular, aunque parece que podría caer del lado de Trump (primera vez que lo consiguiría un republicano desde 2004).

Pero si en el voto popular han estado cerca, en el Colegio Electoral, que es lo que importa en estos comicios, el triunfo del expresidente ha sido más claro de lo que casi nadie esperaba. Durante las semanas previas a las elecciones, todos nos habíamos hartado de escuchar que en la mayoría de los estados ya teníamos todo el pescado vendido: es decir, que el ganador podía otorgarse a los azules o los rojos [Recordatorio: en EEUU los colores cambian respecto a los europeos: allí el rojo es para la derecha] casi antes de que se abrieran las urnas. La incertidumbre estaba en siete lugares, los famosísimos swing states: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin. Pues bien, a falta de completar el recuento en Nevada (algo que parece que podría llevar varios días) Trump aparece como más que probable ganador en todos ellos.

Además, la victoria de Trump llega unida a la del Partido Republicano en el Senado. Todavía faltan algunos asientos por otorgar de forma definitiva, pero parece seguro que el GOP tendrá como mínimo los 51 senadores necesarios para asegurarse la mayoría (de hecho, están cerca de los 53-54, aunque hay varias contiendas muy ajustadas). Incluso se podría producir una mayoría en la Cámara de Representantes, aunque esto último es lo más dudoso a primera hora de la mañana del miércoles. Y sería el único consuelo demócrata: si tampoco logran contener la marea republicana en la Cámara, la derrota será terrible. Con un añadido que hace más impredecible todavía lo que puede ocurrir en los próximos cuatro años: los candidatos republicanos de este ciclo electoral son los más trumpistas de la historia. Muchos republicanos clásicos fueron derrotados en las primarias de un partido que controla por completo el magnate inmobiliario.

Por qué ha ganado Trump

A partir de aquí, llega el momento del análisis. Por qué ha ganado Trump. Sí, evidente, porque ha tenido más votos en los lugares clave. Pero, ¿por qué más?

Lo primero, porque es mejor candidato de lo que parece. Es verdad que genera mucha animadversión (por no decir, odio) pero también tiene una enorme capacidad de movilización entre sus bases y una extraordinaria capacidad de encontrar votos en caladeros tradicionalmente no republicanos. En este sentido, siempre quedará la duda de qué resultados habría obtenido otro candidato republicano. Y sí, podemos pensar que un candidato que generase menos miedo entre algunos votantes demócratas-centristas podría haber rascado algo por ahí ante una rival como Harris. Pero también es cierto que quizás ese candidato más moderado no sería capaz de aglutinar a ese votante un poco cansado de todo y con cierto toque anti-político al que Trump sí atrae. Al final, lo único cierto es que Trump ha mejorado sus resultados en prácticamente cualquier métrica o despiece que se quiera hacer: colectivo de votantes (tanto si hacemos la diferencia por raza, sexo,...); zonas rurales o urbanas; en los suburbios y en el centro de las ciudades; regiones con más y menos renta; etc... Apenas hay un desglose de esos que los demógrafos hacen en estas ocasiones en el que no aparezca mejor posicionado que hace cuatro años.

[Nota: todavía no hay resultados definitivos con los que confirmar al 100% estas estadísticas. El análisis más preciso requerirá de unos cuantos días. Pero, por poner un ejemplo, en el momento de escribir estas líneas a primera hora del miércoles por la mañana, el resultado de Trump frente a los demócratas es mejor que el de 2020 en 49 de los 50 estados, la excepción es el estado de Washington y por apenas unas décimas, por lo que podría cambiar. Cuando decimos "mejor" nos referimos a que gana con más distancia en todos los que ganó en 2020, pierde por menos en los que se lleva Harris y cambia el resultado en unos pocos, siempre a su favor].

En segundo lugar, por el rival. En la política, como en el deporte, la calidad y el mérito del triunfo depende también del contendiente al que te enfrentas. Y hay que reconocer que Kamala Harris ha sido una candidata nefasta desde el principio: poco conocida, con una imagen de cierta antipatía-rigidez ante los medios, con la sensación de que era poco más que un recurso de emergencia tras la retirada de Joe Biden, muy poco solvente (sobre todo en temas económicos) en las pocas entrevistas concedidas, con un candidato a vicepresidente que tiene una imagen de izquierdista radical... Es algo parecido a lo que apuntábamos sobre Trump: da la sensación de que cualquier candidato demócrata razonable (menos izquierdista y menos woke) habría sacado mejores resultados. Pero nunca lo sabremos.

También es cierto que nos equivocaríamos si pusiéramos toda la atención sólo en los dos candidatos a las presidenciales. Como decíamos antes, la derrota demócrata es histórica en casi todos los frentes. Y eso se demuestra en el resultado al Senado. Es decir, no estamos únicamente ante un Trump vs Harris. Aunque leyendo las noticias y los análisis que se publican en la mayoría de la prensa europea a veces parezca complicado de entender, lo cierto es que las cifras de aprobación de la Administración Biden-Harris han sido bastante flojas a lo largo de todo su mandato. En la parte económica, la inflación ha hecho muchísimo daño al ciudadano medio estadounidense. Y ni siquiera el crecimiento económico post-Covid (que, además, se ha frenado bastante en los últimos dos trimestres) ha servido para compensarlo. Además, está el problema de la inmigración: la mayoría de los norteamericanos creen que la política en la frontera sur del país está siendo un desastre que está permitiendo la entrada de centenares de miles de personas sin control. Por último, la opinión sobre la política exterior del dúo Biden-Harris tampoco concita demasiado entusiasmo. En ningún momento de la campaña han sido capaces de responder a las afirmaciones de Trump de que bajo su mandato, entre 2016 y 2020, el mundo era un lugar más tranquilo y la posición de EEUU, más firme.

Otro asunto del que se hablará mucho en los próximos días será el de la composición demográfica del voto. De nuevo, lo más llamativo es que Trump ha mejorado en (casi) todos los grupos que podamos imaginar. Entre los blancos, mantiene una sólida ventaja de unos 10 puntos sobre Harris (muy superior entre los hombres y entre los votantes no universitarios). Pero es que también mejora sustancialmente sus resultados entre las minorías. Esto no quiere decir que el voto negro sea republicano: los afroamericanos siguen votando demócrata de forma abrumadora, pero Trump mantiene la tendencia que ha seguido desde 2016, mejorar las cifras de su partido de forma sustancial. Además, aunque sólo logre un 15-20% de este grupo de población (dependiendo del Estado y de cómo clasifiquemos a los votantes) eso ya es una ayuda muy importante para los republicanos, que no han llegado ni al 10% entre este colectivo en otras ocasiones.

Pero, sin duda, el tema de moda a partir de hoy va a ser el de los latinos: éste siempre ha sido un colectivo demócrata. Y se suponía que la dureza del discurso anti-inmigración de Trump reforzaría ese voto. Pues no. Las primeras encuestas hablan de entre un 40-45% del voto latino para el republicano. Con estados en los que se acerca a la mayoría y con colectivos en los que supera claramente el 50% (varios medios americanos tienen encuestas según las cuales, los hombres latinos habrían votado más a Trump que a Harris). ¿Qué está pasando aquí? ¿Asistimos a un cambio electoral de esos que definen las elecciones durante varias décadas? Pues eso parece. Como siempre en estos casos, hay muchas explicaciones y nadie tiene una respuesta definitiva, pero en este punto la sensación es que el activismo político-social demócrata podría estar pinchando en hueso. Los latinos son más religiosos y socialmente conservadores que el votante blanco medio. Es un tipo de electorado en el que la retórica woke que predomina entre las élites costeras no es que genere indiferencia, es que directamente les repele. Siempre se ha dicho que su voto era demócrata por la cuestión inmigratoria (más facilidades para los recién llegados) y económica (aquí podríamos poner más matices, pero podría decirse que el Estado del Bienestar a la europea que proponen los demócratas genera más simpatías en este colectivo, que tiene ingresos inferiores a la media). Pues bien, ahora parece que esto está cambiando, mucho y muy rápido. No es una cuestión menor: ningún otro grupo demográfico crecerá más que los latinos en los próximos 25-30 años. Y ya no está tan claro que eso vaya a ser una garantía de éxito para los demócratas.

Habría muchos comentarios en redes sociales que podrían resumir este cambio. Escogemos éste, de Sahil Kapur, comentarista político en NBC porque ni siquiera se centra en la pelea Trump-Harris:

En las elecciones al senado de Texas, Ted Cruz perdió el voto entre los latinos por 29 puntos en 2018. Esta vez ha ganado por seis. Son 35 puntos de diferencia en seis años. Pocas veces habremos visto un cambio tan brutal. Y no es una anécdota, la tendencia ha sido similar en todo el país.

Palo al establishment

Por último, estas elecciones son un enorme palo al establishment político-mediático norteamericano. No entramos en si es un castigo merecido o no. Ni siquiera en si los votantes se hacen daño a sí mismos eligiendo a Trump. Ése es otro debate.

Pero lo evidente es que estamos ante un candidato que se presenta como anti-sistema y que usa este discurso como arma electoral. Que tuvo una participación más que cuestionable en los sucesos del 6 de enero de 2021 (y no, a la mayoría de los estadounidenses eso no les gustó, ni siquiera a muchos de los votantes de Trump). Que ha sido despreciado, insultado, ninguneado y caricaturizado por periodistas, académicos y expertos de toda índole durante ocho años. Que tiene en contra a la mayoría de los medios de comunicación tradicionales y que ha buscado el apoyo de youtubers e influencers varios, porque entre la prensa convencional apenas tenía respaldo. Que incluso en el Partido Republicano tradicional ha tenido muchas voces críticas, con figuras muy conocidas y relevantes en el pasado que han dado su apoyo expreso a Harris (por ejemplo, Arnold Schwarzenegger, exgobernador republicano en California; y no ha sido el único, aunque quizás sea el más conocido). Que tiene que buscar debajo de las piedras figuras de la industria del espectáculo que le apoyen, mientras las grandes estrellas, de Taylor Swift a Bruce Springsteen, dan su respaldo, donaciones e incluso presencia en mítines a la demócrata. Que ha tenido muchísimo menos dinero para gastar en la campaña: de esto se ha hablado, curiosamente, muy poco, pero la ventaja en donaciones, también entre los multimillonarios y entre los dueños de las empresas más grandes del mundo ha sido abrumadora para Harris (es cierto que Elon Musk apoyó a Trump, pero ha sido la excepción a la regla, no la norma).

Imaginemos lo que se diría de la falta de garantías de la democracia americana y de cómo las cartas estaban marcadas a favor de los poderosos, si un candidato republicano apoyado de forma abrumadora por los más ricos, famosos y poderosos de su país recaudase más del doble que su rival. No hay una cifra cerrada, porque, además, no hay una sola manera de repartir lo que cada uno obtiene de forma directa, lo que va a las organizaciones que les apoyan, etc... Pero lo que nadie discute es que Harris ha obtenido más del doble de dinero que Trump; y la diferencia sería todavía más elevada si contamos sólo lo que ha recaudado ella desde que sustituyó a Biden como candidata.

Pues bien, a pesar de todo esto, que en otras circunstancias se consideraría una ventaja abrumadora para un candidato, pero en este caso se ha silenciado, Trump ha ganado y Harris ha perdido. Ése es el resumen de este 5 de noviembre y no será fácil para muchos de esos analistas explicar cómo ha pasado.

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