La relación entre Elon Musk y Donald Trump, que parecía tan cercana que los demócratas llegaron a acusar al primero de ser el verdadero presidente, ha terminado en un enfrentamiento público que ha captado la atención general. Musk, tras abandonar su puesto temporal en el gobierno de Trump —una salida obligada por una ley que limita este tipo de cargos a 130 días—, expresó su profunda frustración, no tanto con el propio Trump, sino con el Congreso y, en particular, con la Big and Beautiful Bill, la ley presupuestaria insignia de Trump.
Esta norma, aprobada de manera apresurada y con cambios de última hora que apenas dieron tiempo a los legisladores para leerla, combina un recorte masivo de gastos, posiblemente el mayor en décadas, con significativos recortes fiscales. Aunque algunos argumentan que los recortes fiscales podrían estimular la economía y aumentar los ingresos a medio o largo plazo, los cálculos iniciales sugieren que la ley no reducirá el déficit, e incluso podría incrementarlo, algo que Musk, obsesionado con el déficit como una amenaza existencial para Estados Unidos, considera inaceptable.
La decepción de Musk, que ha arriesgado su reputación y el futuro de sus empresas en su cruzada por reducir el gasto público, estalló el pasado jueves, cuando desató una tormenta de críticas en redes sociales, insultando a diestro y siniestro a los republicanos, incluido el propio Trump. Este respondió con igual contundencia, amenazando con cancelar los contratos de SpaceX, una empresa clave para la NASA, ya que su nave es la única capaz de transportar astronautas a la Estación Espacial Internacional y de iniciar su desmantelamiento, tras los fracasos de la alternativa de Boeing. Musk incluso llegó a mencionar a Trump en relación con la lista de Epstein, un señalamiento grave que vincula a figuras como Bill Clinton o el príncipe Andrés con delitos sexuales con menores.
El conflicto
El enfrentamiento, que parecía apocalíptico, comenzó a calmarse a partir del viernes. Para el domingo o lunes, Musk borró los tuits más agresivos contra Trump y publicó un mensaje más ligero, bromeando sobre cómo él mismo había contribuido a dañar su reputación. JD Vance, por su parte, también ha intentado minimizar el episodio. Finalmente, el empresario reconoció que sus mensajes originales habían ido demasiado lejos. Sin embargo, no está claro si Trump, conocido por no olvidar agravios, aceptará restablecer la relación con Musk, al menos con la misma cercanía de antes.
Trump sin Musk
Más allá de la disputa personal, que en el fondo es bastante irrelevante, el riesgo principal es que, sin la presión de una figura como Musk, Trump podría volver a los hábitos de su primer mandato, gastando sin control y desatendiendo el déficit. Así pues, la reconciliación entre ambos podría ser clave para determinar si la administración Trump mantiene el recorte del déficit como prioridad o si, por el contrario, se deja llevar por sus impulsos menos disciplinados. Por ahora, la calma parece haberse impuesto, pero el futuro de esta relación y sus implicaciones para la política fiscal estadounidense siguen en el aire.


