En junio, como es habitual, el Tribunal Supremo de Estados Unidos está emitiendo una serie de fallos sobre casos relevantes que, tras recorrer los tribunales inferiores, sientan jurisprudencia. Entre ellos destaca uno que supone una victoria rotunda para Clarence Thomas, un juez frecuentemente menospreciado, que en los años 90 sufrió un intento de linchamiento público liderado por el entonces senador Joe Biden durante su confirmación. A pesar de que su capacidad intelectual e influencia han sido siempre cuestionadas, quizá por ser un juez negro pero no de izquierdas, Thomas ha logrado un hito en su carrera gracias a un reciente fallo sobre la discriminación inversa.
El caso en cuestión involucró a una trabajadora de Ohio que denunció a su empleadora, una jefa homosexual, por discriminarla al negarle una promoción en favor de una persona más joven, con menos experiencia, pero también homosexual. La trabajadora, heterosexual y con 20 años de experiencia y excelentes evaluaciones, argumentó que fue perjudicada por su orientación sexual. Hasta ahora, muchos tribunales de circuito, que son los que están justo por debajo del Supremo, exigían a las personas de grupos mayoritarios —como blancos o heterosexuales— presentar pruebas adicionales para demostrar discriminación, en comparación con las exigidas a grupos considerados protegidos, como minorías raciales o sexuales.
Clarence Thomas, desde sus días en la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo (EEOC) y durante su carrera en el Supremo, ha defendido que la discriminación debe juzgarse como un acto contra individuos, no contra grupos. Para él, un caso de discriminación por ser blanco o heterosexual debe tratarse con el mismo rigor que uno por ser negro o homosexual. En este fallo, el Supremo ha respaldado su tesis, estableciendo que no se pueden exigir pruebas adicionales a quienes denuncian discriminación por pertenecer a un grupo mayoritario.
Lo más notable es que el fallo, unánime, fue redactado por Ketanji Brown Jackson, la jueza más reciente del Supremo y situada en la extrema izquierda del Tribunal, hasta el punto de que de evitó durante su nominación responder a una pregunta tan sencilla como qué es una mujer. Que una jueza de su perfil haya escrito una decisión que podría haber firmado el propio Thomas demuestra la trascendencia de este logro. Thomas no solo ha visto validada su postura, sino que ha conseguido que todo el tribunal, independientemente de la ideología de sus magistrados, adopte su enfoque sobre cómo evaluar los casos de discriminación en Estados Unidos, marcando un triunfo absoluto en su carrera. Porque ¿qué mayor triunfo puede haber que aquel que obliga a tus rivales a adoptar tus tesis como propias?

