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Hollande: ¿Adiós al hombre normal?

Lo más probable es que Hollande sobreviva al escándalo amoroso, pero eso no significa que salga sin rasguños.

Lo más probable es que Hollande sobreviva al escándalo amoroso, pero eso no significa que salga sin rasguños.

Aunque el escándalo del affaire del presidente francés promete seguir en la primera plana los próximos meses, la mayoría de analistas y medios internacionales coinciden en algo: Hollande sobrevivirá, políticamente hablando. En los albores de la polémica su popularidad no se resintió y aunque sí lo hizo en los últimos sondeos, los datos aclaran que este empeoramiento se debe más a cuestiones puramente políticas que a sus líos de faldas.

¿Son los franceses especialmente tolerantes con las infidelidades y escarceos de sus líderes políticos? El país vecino tiene una larguísima historia de relaciones extraconyugales y dobles familias descubiertas durante los mandatos presidenciales, que no se ha traducido en la muerte política de los protagonistas. Una situación que sería difícilmente extrapolable al entorno anglosajón, donde las infidelidades e indiscrecciones acostumbran a poner en la picota a presidentes en muchísimas ocasiones.

La certeza de que Hollande no dejará el Elíseo no lleva aparejada que el presidente salga indemne del escándalo. La prensa francesa, la afín y la no tanto, también se ha lanzado a reprocharle al presidente las incoherencias que se desprenden de su vida privada, que obviamente tiene implicaciones públicas.

La crítica no es que el presidente haya tenido una amante durante dos años, la crítica es que sea precisamente Hollande quien la tenga. Porque como se han ocupado de recordarle, llegó hasta el Elíseo prometiendo que sería un presidente "diferente" que no haría a Francia "rehén" de su vida privada, y que sería, como repitió hasta el hartazgo, un "hombre normal". Hollande tardó años en fabricar esa imagen sobre la que hizo orbitar toda su campaña, centrada en presentarse como la antítesis de un Nicolas Sarkozy que había acabado por agotar a la opinión pública con la sobreexposición de su vida privada y la confusión de esta con la esfera pública. A nadie se le escapa que buena parte del éxito de Hollande se debió a saber meterse en el bolsillo el voto de castigo de su contrincante, mucho más que a la ilusión puramente política que despertaba el socialista.

Hollande besa Valérie Trierweile en la noche de su victoria. Archivo

Es decir, que Hollande también utilizó su vida privada como un trampolín al Elíseo, como se han ocupado de recordarle desde los rotativos. De hecho, inauguró su puesto como octavo presidente de la V República francesa con una imagen reveladora: besando a Valérie Trierweiler en la Plaza de la Bastilla. Ella prometía que no será una primera dama "florero" y en cierto modo se confió en una presidencia sentimentalmente tranquila.

Por eso, que apenas dos años después Hollande se vea envuelto en este escándalo ha despertado las suspicacias incluso de sus afines. Especialmente porque no parece que el presidente haya tomado muchas precauciones en no ser descubierto en su lío amoroso, que ya estaba vivo cuando subió a la primera dama al escenario para presentarla ante Francia. Según Closer, en esos momentos ya estaba teniendo una relación con Julie Gayet.

La crítica más ácida ha llegado desde el semanario satírico Charlie Hebdo, que ha recordado que el affaire de Hollande con la joven actriz no es solo un asunto de alcoba, sino que además supone el quebranto de una de las promesas electorales que más cacareó: "Yo, presidente de la República, haré que mi comportamiento sea en todo instante ejemplar". Un discurso en el que Hollande utilizó el Mói President en una decena de ocasiones.

Una de las preguntas claves del escándalo es precisamente por qué el presidente fue tan descuidado desde el principio. Paulatinamente se ha ido conociendo que Gayet acudía a todos los mítines del todavía candidato, sentándose en las primeras filas, y que Hollande había llegado a visitar a los padres de la actriz, supuestamente, como su pareja. También se presentó en uno de sus rodajes. Las visitas al piso donde se encontraban las hacía escoltado por un solo hombre de seguridad, y allí pasaba muchas noches hasta la mañana siguiente. Según el fotógrafo que consiguió la exclusiva y muchos medios franceses, la historia de la "segunda dama francesa" era ya conocida en todos los círculos parisinos que hacía tiempo conocían la traición.

¿Ha dejado Hollande que el escándalo le estallase en la cara? Posiblemente la pregunta quedará sin respuesta del interesado, pero no es descabellado pensar que así ha sido. De ser cierto, podría barruntar que los franceses le perdonarían la infidelidad y que los reproches no le moverían del Elíseo. Pero más allá de todo eso, el escándalo del trío amoroso abre un nuevo capítulo en la vida del presidente: primero fue "Flanby" (apodo acuñado aludiendo a su tibieza) después fue el "hombre normal" y ahora es "François el niqueur magnífico", otro Casanova en el Elíseo.

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