
El destino es caprichoso. Alejandro, un joven ucraniano de 21 años que estudia FP en Alicante, donde vive desde hace 8 años, se ha visto atrapado en Kiev tras la invasión rusa de Ucrania. La guerra le sorprendió cuando se encontraba de vacaciones en la capital, donde residía su novia hasta ese momento. Se ha visto obligado a modificar sus planes y muy posiblemente termine empuñando un arma en el frente.
Aunque tenía billete para volver a casa el 2 de marzo, las autoridades ucranianas no le han dejado salir. Los varones de entre 18 y 65 años han sido llamados a defender a su país. De hecho, uno de sus cuatro hermanos ya lo hace. Él estaba haciendo el servicio militar en Ucrania cuando Rusia les atacó. Así que "le han dado un arma y está protegiendo la ciudad" de Kiev. A veces su familia se preocupa, porque tardan en tener noticias suyas.
Al menos Alejandro, el pequeño de la casa, no está solo. Otro de sus hermanos le acompaña, estaban juntos cuando Vladimir Putin ordenó al ejército ruso el allanamiento de su país vecino. De hecho, fue quien le despertó aporreando la puerta de su habitación, el 24 de febrero. "La verdad es que yo pensaba que no era real", reconoce. Encendió el móvil para comprobar si las informaciones eran ciertas y se encontró con que tenía más de 50 llamadas perdidas. No daba crédito.
De repente, se vio "encerrado" en la casa que su familia aún conserva en Kiev y sin saber qué hacer. El Gobierno ucraniano había instaurado el estado de excepción y decretado la ley marcial, por lo que los hombres de más de 18 años no podían salir del país. Ni siquiera Alejandro, con residencia demostrable en España. Lo intentó, pero su pasaporte seguía siendo ucraniano y -por tanto- tenía que quedarse.
Aguantaron en la vivienda un día más, pero la situación empezó a complicarse y se dieron cuenta de que no se podían quedar allí. Esperaron a que pasara la noche y -con la luz del día- su hermano le dijo: "Nos vamos". Cogieron unas cuantas cosas y emprendieron un largo viaje en coche hacia Vinnitsa, la ciudad de la familia de su novia. Fueron 10 interminables horas temiendo que lo peor pudiera pasar en cualquier momento.
De Kiev a Vinnitsa
Salir de Kiev no fue demasiado difícil, lo fue conseguir víveres y gasolina para emprender el viaje. "Se lo habían llevado todo", exclama. Es fácil imaginar la escena, la hemos visto decenas de veces en las películas. Una vez lograron lo necesario, recogieron a su novia e iniciaron el camino. Decidieron ir por carreteras secundarias para evitar las grandes colas que se acumulaban en las autopistas. "Estaban llenísimas e iban a 10 kilómetros por hora", asegura.
Iba conduciendo él y "fue duro". Para empezar, porque "llevaba dos días sin dormir". Además, durante el trayecto, se encontraron "varios controles militares" y temieron que les intentaran reclutar. "Pero sólo preguntaban de dónde venías y a dónde ibas, miraban que no tenías el coche ruso ni nada así... Y te dejaban continuar".
El 26 de febrero llegaron a Vinnitsa, dejaron a su novia en la ciudad con su familia y los dos hermanos se fueron a dormir a casa de unos amigos de la chica a las afueras.
Se creían a salvo, pero unos días más tarde -el 6 de marzo- Rusia lanzó misiles sobre el aeropuerto más próximo, que destruyó en su totalidad.
Ellos se refugiaron en la única habitación sin ventanas de la casa. Cuando salieron, aún se podía ver la columna de humo que dejó el ataque.
Dada la situación, su novia decidió salir del país y dirigirse hacia Alemania, a casa de unos familiares. Querían hacerlo juntos, pero no fue posible. Ella se marchó y los hermanos, al menos de momento, siguen allí. Han intentado escapar un par de veces a través de la frontera con Moldavia, que está a unos 100 kilómetros de donde se encuentran, pero no ha habido suerte.
Se han hecho con provisiones y han decidido no moverse mucho. Saben que si en un control de militares ucranianos ven a hombres con edad de combatir dentro un vehículo "nos van a reclutar". En si les pillan los rusos, prefieren no pensar. "Mi padre está muy preocupado", afirma. No es para menos. Tres de sus cinco hijos se encuentran en Ucrania, en medio de una invasión, a pesar de sus esfuerzos para que nunca tuvieran que vivir una guerra.
La guerra les encontró
El padre de Alejandro, de nacionalidad rusa, huyó de Grozni -la capital de Chechenia- en 1991. Se aproximaba la guerra. "Unos militares dispararon a las ventanas de su casa y para él fue un aviso. Se dijo: no me voy a quedar aquí", relata Alejandro.
Precisamente se fue a Ucrania en busca de tranquilidad. Allí puso en marcha una empresa de construcción y no le iba mal. Pero "en 2014 ya no era muy seguro", explica su hijo. "No sabíamos lo que era, lo que iba a pasar con el país". Se refiere a la Crisis de Crimea, que acabó con el reconocimiento unilateral de la península como sujeto federal de Rusia.
Él tenía 13 años cuando su familia se trasladó a España. Hasta ese momento, Alejandro estudiaba primero de secundaria, "en una escuela normal ucraniana y en ucraniano, claro". No obstante, dados los orígenes de sus padres, tenía cierto cariño a Rusia. Un sentimiento que se fue apagando, con este tipo de acciones. Le pasó también a su padre. "Al principio le gustaban los dos países, incluso más Rusia, porque era su patria".
Pero la balanza se fue inclinando cada vez más del lado de Ucrania. "A partir de 2014 ha ido más a la dirección europea", señala Alejandro, "es mejor". Su opinión se ha afianzado "ahora que ha atacado mi país". "Pienso que Rusia es una dictadura", asevera, "y Putin un dictador que busca sus propios intereses a través de la guerra".
Ucrania llora, unida
Unos amigos de la familia han perdido su casa y su empresa en los bombardeos de Jarkov. "No pueden parar de llorar", asegura, "la ciudad, que está en la frontera, está destruida". "También tengo un amigo que está en Bucha, como a 40 km de Kiev, donde está el Aeropuerto de Hostomel y se estaban tirando los rusos en paracaídas... Lleva ya 3 días sin contestarme y hace muchos días que le han cortado la luz y el agua, no sé cómo estará", dice angustiado, "no les mandan ayuda porque es imposible, dice que tienen los tanques ahí, cerca de su ventana".
La guerra casi nunca trae nada bueno. Pero a Alejandro le impacta ver que "la gente está súper unida" y se ayudan los unos a los otros. A ellos, por ejemplo, no les han querido cobrar por quedarse a vivir en esa casa hasta que puedan salir del país (en el mejor de los casos). "Dicen que no, que nos podemos quedar todo lo que queramos", señala. Conoce casos de amigos a los que los han refugiado auténticos desconocidos.
Por todo eso cree que Rusia no va a ganar la guerra, aunque también piensa que ahora "Putin no se va a quedar contento con llegar sólo hasta aquí". En su opinión, el presidente ruso atacó a Ucrania por miedo a que su país experimente el mismo proceso. Ha acercado posiciones a Europa y se ha alejado de lo que dicta Moscú. "No quiere que pase eso en Rusia".

