
Justo tras conocerse que el Gobierno le dejará sin oficina y empleados (aunque mantendrá guardaespaldas y pensión de unos 8.000 euros) y que estaban sobre la mesa sanciones europeas, el ex canciller alemán Gerhard Schroeder ha decidido dejar uno de sus cargos en empresas energéticas rusas, que según se estima, le generan ingresos de al menos un millón al año. Según ha informado este viernes la televisión pública, Schroeder saldrá del consejo de la petrolera estatal Rosneft, la más grande de Rusia.
En el comunicado difundido este viernes, se indica que al ex canciller le era imposible prolongar su mandato en Rosneft, sin especificar qué motivos le han llevado a esta decisión. Hasta ahora, el ex canciller había hecho caso omiso a las voces que dentro y fuera de su país le reclamaban que cortara los lazos con Rusia, forjados desde su periodo como canciller, cuando nació el proyecto Nord Stream para llevar ruso a Alemania a través del Mar del Norte. Sólo unas semanas después de dejar la cancillería, Schroeder entró a formar parte del consorcio Nord Stream y unos años después entró en Rosneft. Este verano planeaba entrar en el gigante gasístico Gazprom.
La decisión llega la misma semana en que el Parlamento Europeo ha planteado la posibilidad de incluirlo en la lista de empresarios y oligarcas sancionados tras la invasión rusa de Ucrania, lo que implicaría, entre otras cosas, la congelación de sus activos. En una resolución, la Eurocámara recomendaba sancionar a los europeos que "se nieguen a dimitir de los consejos de administración de las principales compañías rusas".
Antes de la invasión, Schroeder ya indignó a sectores de su partido por su tibieza con Rusia. Después del comienzo del conflicto, defendió la conveniencia de mantener los lazos con Vladimir Putin, de quien es amigo desde hace años. El ex canciller había rechazado hasta ahora cortar sus vínculos económicos con empresas rusas y renegar de la connivencia de los anteriores gobiernos alemanes con el Kremlin. Incluso trató de desligar a Putin de la masacre de Bucha en una polémica entrevista en The New York Times. También fue muy polémica su misión "secreta" a Moscú, al margen del SPD y del gobierno de Olaf Scholz, para reunirse con Putin y actuar de mediador, sin éxito.

