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Las enseñanzas de la Escuela Austríaca sobre el PIB que debería aprender Sánchez

Aunque el presidente del Gobierno presuma de los agregados macroeconómicos, éstos pueden esconder una realidad muy distinta.

Aunque el presidente del Gobierno presuma de los agregados macroeconómicos, éstos pueden esconder una realidad muy distinta.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece ante los medios de comunicación para hacer balance del curso político, a 28 de julio de 2025. | EUROPA PRESS

En materia económica, Pedro Sánchez se ha instalado en un triunfalismo sempiterno que emana de ignorar la realidad que viven los españoles. Pero la propaganda gubernamental, con la que Sánchez pretende hacernos ver una situación económica que no es tal, cuenta con la connivencia (ya sea por interés o ignorancia) de buena parte de los medios de comunicación, tanto nacionales como extranjeros.

Y es que, a pesar de que el presidente del Gobierno presuma de los agregados macroeconómicos, haciendo referencia a lo expresado por The Economist, Libération o, incluso, el banco de inversión Goldman Sachs sobre la evolución del PIB español, éstos pueden esconder una realidad muy distinta. Así, para comprender por qué los macroagregados en general, y el PIB en particular, son indicadores que han de ser considerados con cautela, basta con profundizar en la perspectiva metodológica de la Escuela Austríaca de Economía.

La metodología de la Escuela Austríaca

Lo cierto es que la cuestión metodológica es uno de los pilares que estructura esta escuela, puesto que, más allá de las ideas que conforman el núcleo de la doctrina austríaca, quizás sea el factor diferencial con respecto a las demás corrientes de pensamiento económico. El nacimiento de la Escuela podemos situarlo, precisamente, en el contexto del debate mantenido entre Carl Menger y la Escuela Histórica Alemana –la Methodenstreit, o polémica sobre el método–, en la que frente a la posición de Gustav Schmoller y sus discípulos, según la cual el estudio de la economía se debe centrar en el análisis de los hechos económicos concretos en su contexto histórico particular, Menger sostuvo que existen categorías económicas universales, por lo que los principios de la teoría económica resultan válidos con carácter general, independientemente del tiempo o lugar en el que se produzcan los fenómenos económicos.

En este sentido, los austríacos parten de que la forma en que estudiamos al ser humano en su nivel social no puede ser la misma que la de las ciencias naturales, puesto que las características de sus respectivos objetos de estudio difieren radicalmente. "La razón y la experiencia nos muestran dos reinos separados: el externo, el de los fenómenos físicos, químicos y fisiológicos; y el interno, el del pensamiento, del sentimiento, de la apreciación y de la actuación consciente", exponía Mises en La Acción Humana. Por ello, sostienen que se deben emplear diferentes métodos para estudiar las ciencias naturales y las ciencias humanas. Esto es lo que se conoce como dualismo metodológico.

Posiblemente sea Mises quien sistematiza mejor la visión metodológica de la Escuela Austríaca, explicando que la economía –"la más joven de todas las ciencias", dice– forma parte de la praxeología, la ciencia pura de la acción, que es de carácter formal y apriorístico. Es decir, su conocimiento es fundamentalmente lógico y formal, y se deduce del axioma de la acción humana, que es irrefutable, según el cual el hombre actúa movido por la insatisfacción con la intención de alcanzar una situación de mayor bienestar –que siempre es valorado subjetivamente–. De este axioma, sostienen los austríacos, podemos inferir el conocimiento formal de la ciencia económica. Por ello decimos que su método de estudio de la economía es lógico-deductivo.

Frente a la praxeología, dice Mises, la historia es la otra rama de las ciencias de la acción humana, la cual se encarga de recoger de forma sistemática los datos del pasado relacionados con la acción del hombre en el mundo. Es aquí donde radica la utilidad de las matemáticas en el estudio de la economía para los austríacos, puesto que la estadística puede ayudarnos a recopilar aquellos datos de carácter numérico concernientes a la acción del hombre en el pasado. Pero los austríacos insisten en este punto en que los hechos del pasado, que siempre son eventos únicos –puesto que son fruto de la confluencia de las circunstancias concretas de cada momento– han de analizarse a la luz de los principios formales de la praxeología.

Crítica de los agregados macroeconómicos

Bien es cierto, no obstante todo lo anterior, que cada austríaco ha desarrollado su propia propuesta metodológica, pudiendo identificar dos grandes corrientes: la ortodoxia misiana, que defiende la posibilidad de deducir toda la teoría económica del axioma de la acción humana, y la empirista de Hayek, quedando Menger en una posición intermedia. Sin embargo, pese a las diferencias metodológicas que puedan existir dentro de la Escuela Austríaca, si algo comparten todos los economistas de esta corriente de pensamiento es su rechazo a los grandes agregados macroeconómicos en virtud de otro de sus principios fundamentales: el individualismo metodológico.

Son los individuos los que actúan y valoran –de ahí se deriva posteriormente la teoría del valor subjetivo–. Por tanto, el funcionamiento de la economía se explica en última instancia por la acción de los individuos en un contexto concreto, motivo por el cual el análisis económico se ha de centrar en estudiar esta realidad, teniendo en cuenta las elecciones, el conocimiento y las expectativas de los agentes individuales. Esta misma idea es la que subyace, por ejemplo, a la crítica de Hayek contra el empleo del IPC como indicador de la inflación, puesto que lo importante, en este sentido, sería analizar las variaciones en la estructura de precios, que modifican la relación existente entre unos precios y otros, porque éstos reflejan la forma en que se modifican las valoraciones subjetivas de los agentes económicos.

El PIB es otro de los grandes indicadores utilizados actualmente para medir la evolución de una economía. Pero en la medida en que no es sino un agregado estadístico de múltiples variables, sus componentes han de ser analizados minuciosamente para comprobar las razones por la que varía. Ya hemos explicado en Libre Mercado en múltiples ocasiones que, en la actualidad, el crecimiento del PIB español se sostiene fundamentalmente sobre grandes niveles de gasto público y la incorporación masiva de mano de obra extranjera en los puestos de menor cualificación.

Pero es que, además, como explica Huerta de Soto en Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, las magnitudes utilizadas por la Contabilidad Nacional no recogen buena parte de la información que, desde la perspectiva austríaca, resulta especialmente relevante. Así, agregados como el PIB o el PNB "no recoge el gasto bruto monetario total que se produce en todas las etapas o sectores productivos de la economía, pues en su cómputo sólo se tiene en cuenta la producción de bienes y servicios entregados a sus usuarios finales".

A este respecto, Huerta de Soto destaca que estos agregados, "basándose en un estrecho criterio contable de valor añadido que es ajeno a las realidades fundamentales de la economía, sólo agrega el valor de los bienes y servicios de consumo y de los bienes de capital finales que son terminados en el ejercicio, sin que se incluyan el resto de los productos intermedios que forman parte de las etapas del proceso productivo y que pasan de una a otra etapa a lo largo del ejercicio económico". Este es un problema muy grave desde la perspectiva de esta escuela, porque el fundamento teórico sobre el que se erige su explicación del crecimiento económico se encuentra en la teoría del capital, según la cual la actividad productiva se desarrolla a lo largo de diversas etapas en el tiempo.

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Estructura productiva de la economía (Huerta de Soto, 2020, p. 234)

Al mismo tiempo, el PIB no explicita uno de los factores económicos a los que los austríacos dan una mayor importancia, como es el tiempo, que como explica Rothbard, "es omnipresente a la acción humana, como medio que debe ser economizado". De hecho, podríamos decir que para los austríacos el tiempo supone un cuarto factor de producción, junto con la tierra, el trabajo y el capital, puesto que la actividad productiva se desarrolla a lo largo del tiempo y, con ello, la estructura general de la economía se basa asimismo en una estructura temporal.

Contra el positivismo

Con todo, además del empleo de los agregados macroeconómicos, los austríacos también se oponen a la elaboración de predicciones econométricas –admitiendo sólo las predicciones de tendencia–, otra de las constantes actuales en la ciencia económica de las que, de hecho, desde el Gobierno de Pedro Sánchez presumen siempre que tienen ocasión. Pero los austríacos explican que, si la información empírica de la que disponemos en economía no es más que información de carácter histórico, en ningún caso formal y universal, de dichas estadísticas no se puede inferir nada a futuro.

Esta es una perspectiva propia del positivismo sociológico, desarrollado por Comte, que fue trasladado al ámbito económico por Friedman. Por todo lo expuesto, para los austríacos el positivismo es una filosofía que no es adecuada para el estudio de la acción humana que, además, resulta autocontradictoria: el criterio de falsabilidad de Popper –que establece que una proposición es científica únicamente si existe la posibilidad de ser comprobada empíricamente– no es falsable y, por ello, no es científico según sus propios criterios. A ello podemos añadir también que, siguiendo a los austríacos, en tanto que el objeto de estudio de las ciencias humanas es un ser libre, además de por la imposibilidad de aislar todas las variables en un laboratorio, no se pueden realizar inferencias estadísticas del mismo modo en que se hace en las ciencias naturales.

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