
Los síntomas de agotamiento del modelo económico basado en el llamado estado del bienestar cada vez se hacen más evidentes. Por ello, no es de extrañar que los mercados estén aumentando su desconfianza en los países de Occidente, que llevan décadas practicando el despilfarro, la adicción al endeudamiento y la cronificación del déficit.
Señal de ello es la subida que están registrando los bonos a 10 años de buena parte de los países desarrollados. El caso más llamativo es el de Francia, donde los intereses que este país paga por colocar su deuda superaron esta semana al bono italiano por primera vez desde la creación del euro. Así, la rentabilidad de la deuda a largo plazo francesa está rozando el 4,5%. En la siguiente gráfica de Investing se observa el castigo que han recibido los títulos galos en los últimos años, así como el repunte de los últimos meses.

Una situación similar atraviesan los bonos franceses a 30 años: también están en máximos de la última década.

El declive económico de Francia
La ingobernabilidad del país y el declive de la economía francesa se palpa en los rendimientos que tiene que pagar por colocar su deuda. Y es que, Francia ostenta desde hace años el deshonor de manejar el mayor nivel de gasto de las economías desarrolladas en porcentaje del PIB. Tal y como se observa en Datos Macro, el peso del gasto público respecto a la economía francesa cerró el año 2024 en el 57,1%, por lo que la dominación que ejerce el Estado sobre la economía productiva es total.
Por el lado de el endeudamiento, el Estado galo le está dejando una importante herencia envenenada a sus ciudadanos, tanto en términos absolutos (3,34 billones de euros) como en porcentaje del PIB (114% en el primer trimestre del año). El déficit francés también asusta: 5,8% a cierre de 2024. Por tanto, las cuentas del país están totalmente descabaladas.
Ante esta situación, la sombra de los recortes planea sobre Francia desde hace meses. Fue el pasado mes de julio, cuando el primer ministro del Ejecutivo de Macron, François Bayrou, anunció un ajuste de 43.800 millones de euros que le ha costado la dimisión esta semana tras perder la moción de confianza a la que había sido sometido su Gobierno. El Parlamento francés rechazó la congelación de las pensiones, la supresión de dos días festivos o el endurecimiento de los requisitos para acceder a las prestaciones que planteaba Bayrou.
Los políticos, ¿empiezan a abrir los ojos?
"Gastamos, pero nunca retrocedemos. Se ha convertido en un reflejo y, peor aún, en una adicción. Nos hemos acostumbrado a financiar con crédito los gastos ordinarios del país, los gastos de nuestra vida diaria, los servicios públicos, las pensiones y el pago de las cotizaciones a la seguridad social", lamentó Bayrou en su comparecencia de despedida en la Asamblea Nacional. "Si queremos salvar el barco, el barco en el que estamos y en el que están nuestros hijos, debemos actuar sin demora" insistió en una intervención tan pesimista como realista.
El de Bayrou no es el único mensaje de un político que ha reconocido en los últimos días que el estado del bienestar se tambalea. A finales de agosto, el canciller alemán, Friedrich Merz, avanzaba que su país se vería obligado a aplicar "dolorosos" recortes, por ejemplo, en materia de prestaciones sociales. "Llevamos años viviendo por encima de nuestras posibilidades" admitió, por lo que "el estado de bienestar actual" de Alemania "ya no es financieramente viable" sentenció.
Con un peso del gasto público sobre el PIB del 49,5%, un déficit del 2,80% a cierre del 2024 y una deuda del 62,30% en el primer trimestre del año, la situación de Alemania no es, ni de lejos, tan grave como la de Francia Eso sí, la desconfianza que se palpa en la evolución del rendimiento de los bonos y la reciente sinceridad de los políticos de las principales economías de la UE podrían estar anticipando el inicio de una nueva era: la de los ajustes.

Como ya explicamos en Libre Mercado, hay que tener en cuenta que el BCE ha adulterado las primas de riesgo con sus compras de deuda desde el famoso whatever it takes de Mario Draghi en 2012. Esta barra libre de la liquidez ha hundido de forma artificial las primas de riesgo de los diferentes países europeos, por lo que estos indicadores ya no son un reflejo tan fiable de la realidad económica actual como eran antes de la gran crisis.
Las economías desarrolladas se acercan al abismo
De hecho, esta inundación de liquidez en los países desarrollados en general, y en Europa en particular, es lo que ha provocado este derroche de dinero público en forma de burbuja de deuda, una gran indisciplina fiscal a la que ha seguido una crisis inflacionista que ha empobrecido sobremanera a sus ciudadanos. Esta situación, unida a la crisis demográfica, que disparará todavía más el gasto social en el futuro, acerca a Occidente a un abismo que ya está emitiendo señales claras.
Otra pista que refleja la desconfianza en los Estados -y en sus monedas- es la escalada histórica que se están anotando activos refugio como el oro, que acaba de marcar otro récord superando los 3.674 dólares. Los tambores de que otro ciclo económico convulso se acerca cada vez suenan más fuerte, y esta vez, la cura no puede consistir en más endeudamiento.


