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El sector automovilístico: el elefante en la habitación de Europa

Europa se estanca entre inflación y debilidad industrial, con el automóvil como termómetro de una política económica al borde del colapso.

Europa se estanca entre inflación y debilidad industrial, con el automóvil como termómetro de una política económica al borde del colapso.
Coches eléctricos. | Pixabay/CC/Joenomias

Europa está inmersa en un escenario de estanflación del que será complicado salir. Las autoridades a lo largo y ancho del continente se enfrentan a un escenario donde la incertidumbre es la palabra dominante, y donde el equilibrio entre el gasto en defensa, el estado del bienestar, la factura del abultado endeudamiento y el control de los precios se hace cada vez más difícil.

El Fondo Monetario Internacional así lo ha reflejado esta semana. Alemania crecerá un tímido 0,2% este año, tras 2 años consecutivos en recesión económica leve; Francia, un 0,7%; Italia un 0,5%. Las perspectivas para el año que viene son ligeramente mejores, pero ninguna de las grandes economías conseguirá una tasa de crecimiento económico superior al 1%.

El sector del automóvil tiene mucho que ver en esta evolución débil de la economía europea. Países importantes en este sentido como los anteriormente descritos están sufriendo las consecuencias de décadas de políticas intervencionistas y alejadas de la realidad del sector y de los ciudadanos europeos. Sencillamente, gobernar al margen de un sector que supone el 6% del PIB de Alemania es una irresponsabilidad que pagaremos durante décadas.

Una Europa atrapada entre deuda, inflación y parálisis

El sector automovilístico europeo, tradicionalmente uno de los pilares industriales de la región, atraviesa una fase de transformación acelerada y llena de tensiones. Entre el desplome de la producción, el estancamiento de las ventas y el avance de los fabricantes asiáticos, la fotografía de 2025 marca un punto de inflexión en la historia de la automoción en el continente.

Según los últimos datos de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA), las matriculaciones de turismos nuevos en la Unión Europea cayeron un 1,9 % en el primer semestre de 2025 respecto al mismo periodo del año anterior. La contracción fue especialmente intensa en Alemania, Italia y Francia, mientras que España resistió ligeramente mejor, manteniendo un leve crecimiento. El retroceso confirma que el mercado se enfría después de la recuperación postpandemia y que el impulso del vehículo eléctrico aún no compensa la debilidad de la demanda global.

La producción de vehículos también muestra signos de agotamiento. En 2024, la industria europea fabricó un 6,2 % menos de automóviles que en 2023, y las previsiones para 2025 apuntan a una nueva contracción. Los costes energéticos, la subida de los tipos de interés y la presión regulatoria sobre las emisiones han reducido los márgenes de las plantas, muchas de las cuales afrontan reconversiones hacia la movilidad eléctrica.

Europa contaba en 2024 con 255 plantas de automoción (entre ensamblaje, motores, baterías y vehículos industriales), distribuidas por la Unión Europea y el Reino Unido. Hace apenas una década, en 2014, la ACEA contabilizaba en torno a unas 300 fábricas activas. El descenso es evidente, fruto de cierres, fusiones y la reubicación de parte de la producción fuera del continente.

El empleo automotriz, en la cuerda floja

En paralelo, el empleo automotriz refleja las tensiones de este ajuste estructural. Según Eurofound, cerca de 3,12 millones de europeos trabajan directamente en la fabricación de vehículos (clasificación C29), a los que se suman 3,6 millones más en ventas y reparaciones. En conjunto, el ecosistema automotriz emplea alrededor de 6,7 millones de personas de forma directa y hasta 13,8 millones si se incluyen las actividades indirectas, lo que representa aproximadamente un 6 % de la fuerza laboral de la UE.

El giro hacia la electrificación continúa siendo el vector dominante de la estrategia industrial europea. Durante el primer semestre de 2025, los vehículos eléctricos de batería alcanzaron una cuota del 15,6 % del mercado europeo, mientras que los híbridos eléctricos representaron el 34,8 % y los híbridos enchufables (PHEV) un 8,4 %. Por el contrario, los coches de gasolina y diésel siguen perdiendo terreno de forma sostenida.

Sin embargo, el avance tecnológico no está traduciéndose en un liderazgo comercial. Europa se ha quedado rezagada frente a sus competidores asiáticos en la producción de baterías, el abaratamiento de costes y la escala industrial. El resultado es una apertura progresiva del mercado continental a las marcas chinas.

El dato más llamativo del año procede de JATO Dynamics: las marcas chinas duplicaron su cuota de mercado en Europa, pasando del 2,6 % al 5,1 % en el primer semestre de 2025. En términos de unidades, eso equivale a un aumento del 91 % interanual. Las empresas asiáticas aprovechan unos costes de producción más bajos y una oferta de vehículos eléctricos con precios muy por debajo de los modelos equivalentes europeos.

La expansión asiática no se limita a China. Las marcas japonesas y coreanas, como Toyota, Hyundai y Kia, mantienen una posición sólida, con cuotas combinadas que rondan el 22 % del mercado europeo. En conjunto, las firmas asiáticas controlan ya casi una cuarta parte de las ventas de automóviles en Europa, un récord histórico que refleja el desplazamiento del eje competitivo global.

Fragmentación, regulación y pérdida de competitividad

Mientras, en Europa seguimos con exigencias regulatorias que benefician a los competidores asiáticos, mantenemos un mercado fragmentado y mantenemos exigencias laborales muy estrictas.

En 2014, los fabricantes europeos dominaban más del 70 % de las matriculaciones en el continente; en 2025, su cuota conjunta ha caído por debajo del 60 %, según estimaciones basadas en datos de ACEA y JATO.

Es crucial recuperar el sector automovilístico porque es clave para recuperar la industria europea. Sin automóvil y limitando el crecimiento de la inteligencia artificial incluso antes de que haya eclosionado Europa quedará sometida a una economía del siglo pasado, con las consecuencias económicas y sociales que ello conlleva.

Sencillamente, no podemos dejar que el futuro de Europa lo decida ningún burócrata en algún despacho de Bruselas impulsando un nuevo plan de estímulo inútil desde la Comisión Europea, o desde el BCE a través de políticas monetarias. El sector privado tiene que volver a recuperar su presencia y su importancia para que el Viejo Continente no se convierta en el Continente Viejo.

El sector del automóvil es el mejor reflejo de los retos a los que nos enfrentamos en nuestras políticas económicas. Seguir restringiendo sectores clave bajo paradigmas ideológicos y estrangularlos no solo nos empobrece como sociedad, sino que alimenta a quienes tienen unos estándares, valores y principios distintos de los nuestros. O lo aprendemos ahora, o lo aprenderemos con inflación, paro y pobreza.

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