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Milei y ¿el milagro económico argentino?

La victoria de LLA en las elecciones legislativas puede ser la señal para que las inversiones a largo plazo comiencen a llegar al país.

La victoria de LLA en las elecciones legislativas puede ser la señal para que las inversiones a largo plazo comiencen a llegar al país.
El presidente de Argentina, Javier Milei, el pasado domingo, en Buenos Aires. | EFE

El pasado domingo, unas horas antes de conocerse el resultado de las elecciones legislativas en Argentina, le comentaba a un amigo que era muy pesimista respecto al futuro del experimento de Javier Milei. Daba por hecho que tendría un mal resultado (como anticipaban las encuestas y como parecía tras los comicios en Buenos Aires de hace unas semanas) y creía que en ese caso las probabilidades de una Presidencia exitosa se hundirían. No estaba solo. No hay más que ver cómo reaccionaron los mercados al triunfo peronista en la capital el pasado 7 de septiembre; y cómo lo hicieron este lunes tras confirmarse la victoria de La Libertad Avanza.

Habrá quien se sorprenda de que unas elecciones (tanto las de Buenos Aires como las legislativas) que no afectaban directamente a Milei, que seguiría siendo presidente con cualquier resultado, puedan mover tanto las expectativas. Pues bien, ninguna sorpresa al respecto. La diferencia entre ganar o perder el pasado domingo es descomunal: implica tener dos años más para aplicar el programa y, quizás más importante todavía, para que vayan surtiendo efecto las medidas aprobadas en los primeros dos años de Presidencia.

Milei lo dijo en su campaña electoral, allá por 2023: se venían trimestres muy complicados para los argentinos. Pero una cosa es decirlo y otra que suceda. Una de las peores trampas que el socialismo impone en los países en los que se instala es que, para deshacer sus males, casi siempre hay que ir todavía a peor durante un período de tiempo que no es tan corto como a veces pensamos.

Si tienes una economía muy intervenida, poco productiva, esclerotizada… vamos, si tienes la economía argentina del kirchnerismo, es evidente que necesitas un cambio. Pero ese cambio será doloroso. De forma inevitable, tienes que dejar de hacer cosas que no aportan valor, cerrar industrias ineficientes, reorganizar tu modelo productivo hacia otras actividades, etc. Y eso lleva tiempo (sólo en las hojas de Excel los recursos productivos se mueven de un lado a otro en segundos) y duele (desde trabajadores que pierden su empleo a industrias auxiliares que se ven arrasadas por el tsunami).

No hablamos por hablar. Cualquier cambio de rumbo repentino, incluso los que generaron luego una duradera etapa de prosperidad que ahora celebramos, en su momento fue muy discutido.

En España, por ejemplo, el Plan de Estabilización del año 1959, trajo consigo a corto plazo una pequeña recesión. Sí, ahora la vemos como un mini-tropezón en una tendencia general de crecimiento, pero no debió ser sencillo para los que lo vivieron: según la base de datos del Maddison Project (la mejor para ver las tendencias a largo plazo y las comparaciones entre países), el PIB per cápita se redujo en España en 1959 y 1960. Es verdad que a partir de 1961 explota, con varios años con tasas cercanas o superiores al 10%. Pero aquellos 18-24 meses había que pasarlos.

Lo mismo pasó con Ronald Reagan o Margaret Thatcher. Ahora todos los recordamos como un caso de éxito y de defensa de los principios liberales desde el poder. Pero lo cierto es que sus dos primeros años de mandato fueron muy complicados, con una fuerte recesión y mucha contestación social. Es lo que tienen los ajustes. A la británica la salvaron, en parte, los militares argentinos, con una Guerra de las Malvinas que disparó su popularidad. Al norteamericano, el propio sistema político de su país, que hace intocable al presidente entre elecciones. Es verdad que una vez pasados los primeros dieciocho meses, el crecimiento también se disparó, se hundió el paro, controlaron la inflación y comenzaron los felices 80 para sus países, esos años en los que recuperaron el orgullo, la potencia económica y hasta la autoestima que se habían perdido. Pero, de nuevo, pensemos qué habría pasado si hubieran tenido una bola de partido a los dos años de su mandato: a lo mejor las reformas en marcha se habrían revertido y ahora les recordaríamos como experimentos fallidos.

Lo mismo ocurrió en los países del Pacto de Varsovia tras la caída del Muro de Berlín. Otra vez, observar desde 2025 el exitoso desempeño económico de los Lituania, Polonia, Eslovenia, Chequia… puede ser engañoso. En los primeros noventa, todos ellos lo pasaron muy mal y durante muchos años: en su caso, el ajuste y la reconversión tuvieron que ser más profundos que en ninguna otra región. Es lo que tienen cuatro décadas de comunismo, que no te dejan otra opción que una limpieza general.

Por todo ello, siempre fui muy escéptico respecto de las opciones de Milei. Y en general, de los grandes cambios en los sistemas democráticos occidentales. Vivimos en cierta manera en una trampa: si estás metido en un círculo virtuoso de crecimiento y prosperidad, es complicado salirse, porque todo empuja en tu dirección; pero, si por lo que sea, te enredas en un proceso de poco crecimiento y un modelo productivo poco sano, escapar tampoco es fácil, porque cada poco tiempo los electores enfadados presionarán para volver a lo malo conocido. Miremos los casos señalados antes: de la España franquista a las exrepúblicas socialistas; en todos ellos, la medicina se impuso sin preguntar demasiado.

Con Argentina, mi miedo era triple. Por un lado, una situación económica mucho más catastrófica que la que encontraron Reagan o Thatcher. Si a ellos les costó 18 meses enderezar el rumbo, es lógico pensar que a Milei le llevará más. Un sistema político carcomido por décadas de peronismo. Y una clase media al borde de su capacidad de aguante, con poca paciencia para más experimentos.

Ahora, tras la victoria del domingo pasado, se intuye algo más de optimismo. Porque, además, podría llegar la ayuda del Séptimo de Caballería: en estos países en procesos de ajuste tan duros, el comienzo de la recuperación muchas veces viene determinado por su capacidad para atraer capital del exterior. Muchos de sus activos están muy baratos y hay inversores que pueden intuir que ahí existe una oportunidad para obtener importantes rentabilidades; desatando de esta manera un círculo virtuoso de inversiones-empleo-crecimiento que te puede poner en órbita. Para un país como Argentina, con una extraordinaria riqueza en materias primas y una clase media educada más amplia que en otros países de renta similar, esto sería como si le tocase la lotería.

El problema es quién se va a atrever a apostar por Argentina a largo plazo. Porque este tipo de inversiones no son de las que se recuperan en seis meses. Para lanzarse, hay que creerse que el rumbo emprendido no se modificará durante años. En este punto, cualquier riesgo de una vuelta del peronismo sería terrible. Lo relevante no es que ganen, sino que exista esa opción. Ahora parece que somos todos más optimistas y eso podría ayudar a convencer a los grandes inversores internacionales.

La labor sigue siendo descomunal. Casi diría que Milei sigue teniendo más posibilidades de fracasar que de tener éxito. Pero si el resto del mundo se cree que los argentinos le seguirán apoyando en las dificultades, quién sabe… ¿milagro económico argentino? En muchos de los casos que recordábamos antes, habría parecido todavía más complicado.

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