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¿Ha llegado la era de los robots? De los humanoides mayordomos a las cadenas de montaje

Lo normal es el punto intermedio: humanos que se ayudan de robots para disparar su productividad.

Lo normal es el punto intermedio: humanos que se ayudan de robots para disparar su productividad.
Uno de los robots mostrados en una feria de tecnología celebrada esta semana en Berlín. | EFE

Me llega a través de Twitter este vídeo sobre el primer robot que se comercializa como ¿servicio doméstico? para el hogar:

Y lo primero que uno piensa es que es como aquello que decía el doctor Johnson de los perros que podían andar erguidos, usando sólo sus dos patas traseras, "no lo hacen bien, pero sorprende que sean capaces de hacerlo" (en la cita original hay un añadido sobre las mujeres que hablan en público que hoy no incluiremos, que no queremos meternos en líos).

Porque el tal NEO da, ahora mismo, más grima que otra cosa. Parece tirando a inútil. Y lo de ponerse a bailar con él, como hacen en el vídeo, es entre triste y desagradable. Bastante creepy, que dirían los jóvenes.

Pero lo que nos llama la atención no es el estado actual de la tecnología, sorprendente pero intuimos que poco práctico. Sino el futuro: y lo que nos imaginamos es que en unos pocos años todos tendremos unos cuantos humanoides dando vueltas por nuestras casas.

No lo tengo tan claro. Para empezar, porque una de las características que definen cómo nos comportamos con los adelantos tecnológicos es que al principio los imaginamos igual que lo que había antes pero con un motor. Es como aquellos coches que había a finales del siglo XIX y comienzos del XX, que eran como carromatos a los que les habían quitado los caballos. Poco a poco, el diseño fue cambiando: no era necesario (ni siquiera conveniente) que se parecieran a una carroza. Porque eran otra cosa, aunque sirvieran para lo mismo.

Con esto de los robots intuyo que puede pasar algo parecido. Imaginamos una máquina que va a sustituir a un humano, ya sea haciendo la colada o en una cadena de montaje… y pensamos en ella como en nuestro primo Manuel con cables. Pero no tiene por qué. Quizás lo más eficiente es que sea cuadrado, se mueva sobre ruedas y tenga cuatro articulaciones extensibles. Y cuidado, tampoco esto es una apuesta: ni idea de cómo serán las máquinas que tendremos en casa en 2050.

Las preguntas

Dicho esto, hay una serie de preguntas muy interesantes sobre este asunto. Y ninguna tiene una respuesta evidente:

1. ¿Cambiarán tanto nuestras vidas los robots como parece? Pues se intuye que mucho menos a corto plazo de lo que nos dicen los anuncios de los primeros prototipos, pero mucho más a largo plazo de lo que a veces pensamos.

En general, esto pasa con casi todas las tecnologías. Al principio, nos sorprende tanto que pensamos que en unos meses todos tendremos uno en casa. Pero no es tan sencillo: de inicio las novedades son caras y no especialmente útiles. Se las compran unos cuantos frikis de los cacharros y los demás vemos cómo se pelean con ellas. Incluso, nos reímos de ellos. Veinte años después, no hay nadie que no tenga uno en casa.

2. ¿Podrán hacer todo lo que hacemos los humanos? Pregunta clave, tanto para el hogar como, quizás más importante, para el trabajo. De nuevo, todos intuimos que sí podrán. Pero también que falta mucho.

El ejemplo clásico es el del robot que gana a Alcaraz jugando al tenis. Si alguien lograse algo así, sí sentiríamos que, al menos en el terreno físico, ya pueden sustituirnos por completo. ¿Cerca? No lo parece. De hecho, nos sorprendería que algo así ocurriera en el próximo medio siglo. Aunque no podemos decir que no: quizás una vez que empiecen a ajustar movimientos-sensores-inteligencia-capacidad de respuesta… todo vaya mucho más rápido. Y ponemos el ejemplo de un deporte porque es muy significativo, pero podríamos pensar lo mismo de manualidades de precisión o trabajos que involucren varias tareas complejas a la vez.

3. ¿Anti-humanos o cob-humanos? Otra cuestión interesante. Siempre pensamos en estos asuntos como en blanco y negro. O robots o humanos. Lo normal es el punto intermedio: humanos que se ayudan de robots para disparar su productividad. En la cuestión doméstica, quizás no veamos en los próximos 15-20 años un humanoide que hace todo lo que hasta entonces hacíamos nosotros solos. Pero si gracias a su ayuda podemos hacer en 20 minutos del sábado por la mañana lo que antes nos llevaba 3 horas… ¿cuánto habríamos mejorado?

Lo mismo ocurre en las empresas. Aquí, por ejemplo, un informe muy interesante de McKinsey sobre el sector de la construcción, uno de los que menos ha mejorado en términos de productividad en el último medio siglo. Una de las partes más curiosas del documento es aquella en la que divide las tareas clásicas en una obra entre las que son fáciles de sustituir y las más complejas. Probablemente, a corto plazo, en ninguna se pueda dejar a la máquina sola… pero imaginemos, por ejemplo, la tarea de pintar las paredes de una casa recién reformada: ¿pueden los robots ejecutarlas por completo? Quizás no. Pero mientras el especialista da los retoques, pule las esquinas o hace una pequeña tarea de precisión con una cenefa, la máquina quizás pueda pintar la pared lisa del salón y quitarle 50 m2 de una tacada.

4. Redefiniendo la productividad. La forma más clásica de ver esto (y la más futurista, aunque quizás no tarde tanto) es esa idea de "robots haciendo robots", en una sucesión casi infinita de mejoras que, además, no tendría demasiados límites (salvo el de las materias primas). De esta manera, podríamos pensar que una vez que tengamos máquinas muy preparadas, ya no habrá que hacer nada porque ellos se repararán a sí mismos e incluso pensarán en cómo mejorar a sus nuevos vástagos.

Más allá de eso y de cuándo lo consigamos, lo obvio es que debemos redefinir la productividad. Volvemos al ejemplo del robot-mayordomo-acompañante con el que empezamos este artículo. La máquina parece tirando a poco eficiente ahora mismo. Pero también porque usamos un concepto de eficiencia humano. Es decir, le vemos haciendo tareas sencillas, que a nosotros nos ocuparían 2 minutos y a él le llevan dos horas. Y pensamos, "¡qué inútil!". No deberíamos. Porque ese robot no tiene el concepto de tiempo que nos limita a nosotros. Veámoslo de otra forma: nos vamos a la cama, le dejamos recogiendo el salón y al despertarnos está todo perfecto. Puede que haya tardado 4 horas en lo que nosotros hacemos en una hora. Pero, qué más da, la clave es que mientras dormíamos ha hecho una tarea pesada que ya no tenemos que afrontar.

Lo mismo puede ocurrir en la industria. Y aquí la mirada es menos complaciente o nos da más miedo: ¿qué es mejor, un humano que trabaja ocho horas y hace 100 o un robot que en 24 horas produce 200? Sí, el humano es mejor que su alternativa en productividad por minuto; pero el total cae del lado de la máquina.

5. Ganadores y perdedores. Muy relacionado con lo anterior está el debate de quién ganará y quién perderá en esta carrera. Otra pregunta compleja. A largo plazo, todos ganaremos. Mi esperanza, además, es que por muchos trabajos que hagan las máquinas, siempre habrá espacio para el ser humano. Hasta ahora es lo que ha ocurrido: cada nuevo avance tecnológico ha ido seguido de nuevos empleos que hasta entonces no habíamos imaginado (de influencers a profesores de yoga o coachs emocionales). Lo normal es que con los robots pase algo parecido.

Ahora bien, de nuevo a corto plazo, las cosas no son tan sencillas. Leía en la prensa norteamericana que la irrupción de la IA está agrandando las distancias entre las grandes compañías y las pequeñas. La productividad por empleado está creciendo con fuerza entre las empresas del S&P 500, mientras se estanca o incluso retrocede en las del Russell 2000 (el índice que agrupa a las empresas cotizadas de pequeña capitalización). Aquí hablaríamos de grandes vs medianas (para estar en el Russell tienes que estar en el mercado cotizado; no pensemos en la tienda de la esquina). Pero, se intuye que algo parecido ocurre con las pymes. La adopción de máquinas, IA y robots no se hará de forma homogénea. En este punto, las grandes tienen ciertas ventajas. También es verdad que suelen ser menos flexibles y eso con las nuevas tecnologías es clave. No está claro cuál será el resultado final.

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