
LD (EFE) Las fuerzas de seguridad y el Ejército filipino están en estado de alerta en la conflictiva isla de Mindanao (sur) ante el temor a más atentados como el registrado, en el que murieron doce personas en Makilala, en la provincia de Cotabato. Allí, expertos artificieros encontraron en una bolsa dos morteros de 81 milímetros con un teléfono móvil y una pila de nueve voltios. En la plaza principal de ese pueblo, horas antes, se registró una explosión en plena fiesta popular.
El coronel Ruperto Pabustan, jefe de la Brigada 602 de infantería, dijo sobre el hallazgo que "los autores pretendían matar el mayor número de personas posible". Explicó que el teléfono tenía más de veinte llamadas perdidas, con las que debería haber hecho estallar la carga, lo que no ocurrió por algún error.
El gobernador de Cotabato del Norte, Emmanuel Pinol, acusó al grupo terrorista del Frente Moro de Liberación Islámico (FMLI) por la explosión. Pero, un portavoz de esa organización musulmana negó la acusación y aseguró que "no empleamos la violencia para luchar por nuestra causa. Aunque las negociaciones (con el Gobierno sobre la autonomía de una parte de Mindanao) están estancadas, el alto el fuego sobre el terreno se está cumpliendo".
Por su parte, el gobernador Pabustan opinó que tanto este atentado como otra explosión que hirió a cinco personas horas antes en el pueblo de Tacurong, en la provincia de Sultán Kudarat, pueden ser obra de la Yemaah Islamiya, un grupo terrorista indonesio relacionado con Al-Qaeda, y de Abú Sayyaf, la organización filipina también vinculada a la red terrorista.
