LD (EFE) Por primera vez en su historia, los ciudadanos de Irlanda del Norte acuden este miércoles a las urnas para elegir la composición de la futura Asamblea autónoma sin la sombra de las armas del Ejército Republicano Irlandés (IRA). Para los estándares de la provincia, esos comicios podrían ser pues casi normales, si no fuese porque sus resultados quizá no sirvan para restaurar el Ejecutivo de poder compartido entre católicos y protestantes, que permanece suspendido desde octubre de 2002.
Todo depende de si el favorito en las encuestas, el mayoritario Partido Democrático Unionista (DUP) del reverendo Ian Paisley, acuerda un pacto de gobernabilidad para el 26 de marzo con el Sinn Fein, el brazo político de los terroristas del IRA y segunda formación del Ulster. Esa es la fecha límite impuesta por los Gobiernos británico e irlandés en el acuerdo de Saint Andrews para poder devolver una autonomía al castillo de Stormont, sede de la Asamblea.
En caso contrario, se suspenderá los salarios de los diputados y los destinos de la provincia seguirán en manos de los ministros enviados por Londres, quienes aplicarían los contenidos pendientes en el acuerdo de paz del Viernes Santo (1998) en estrecha colaboración con sus colegas irlandeses, una opción que horroriza a los unionistas.
