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Alberto Míguez

Aznar-Schröder: ¿conciliación o reconciliación?

Aznar y el canciller Schröder se han encontrado en la Granja segoviana para lo que muchos quisieran que fuese un acto de conciliación. O de reconciliación.

Aznar y Schröder no se quieren, es obvio. El Canciller alemán no quiso recibir al presidente del gobierno español en Mallorca y, en cambio, cantó las glorias del nuevo líder del partido socialista, Zapatero, a quien desde luego conocía menos que a Aznar. Después hizo algunos comentarios sobre la política exterior española que no gustaron en Madrid.

Pero lo que más fastidió al Canciller y a sus consejeros fue que el Gobierno español hubiera preferido a los americanos en la privatización de Santa Bárbara. Ahora, sotto voce, los alemanes amenazan con suspender el alquiler de los carros de combate Leopard que utiliza nuestro ejército y que constituyen la joya de la corona.

Es una impertinencia, pero la principal obligación de un político es tragarse todas las mañanas una cantidad razonable de sapos. El sapo alemán es especialmente voluminoso pero Aznar debe abrir bien sus fauces porque la Europa posible no puede hacerse sin el eje Paris-Bonn (dos gobiernos socialdemócratas). Blair y su Reino Unido son perfectamente prescindibles, aunque Aznar tenga sus debilidades con el “premier” británico.

Aznar tendrá que hacer, en estas horas, de tripas corazón y reconciliarse con su oponente teutón. Este tipo de gestos están en el sueldo.