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Julio Cirino

Un país que pende de dos hombres

En buena parte del planeta, la suerte de los individuos puede llegar a depender de las decisiones de un país, de sus jueces, de sus parlamentos, en suma de sus instituciones, pocas veces sucede a la inversa. Perú vive hoy este caso anómalo; el futuro institucional y democrático de la nación pendía de Fujimori, Vladimiro Montesinos y la cúpula de las fuerzas armadas.

Algo no esta bien en la región para que tal cosa pueda suceder, los caudillos providenciales, líderes carismáticos y generales iluminados, todos ellos personajes que pensábamos relegados al desván de los recuerdos, reaparecen como fantasmas vivos y prestos a volver a escena a la primera oportunidad.

Estos días, funcionarios del gobierno de los Estados Unidos reconocían su papel en ejercer presión sobre la Presidente de Panamá (Mireya Moscoso) para que otorgara una visa de entrada al país (si bien como “turista” y por 30 días) al asesor presidencial, Vladimiro Montesinos; pero también participaron en esta acción, al menos seis presidentes de la región, además de representantes de la Organización de Estados Americanos (OEA). Todos ellos presentaban un argumento en común; la necesidad de prevenir un golpe de estado, que se consideraba inminente si no se podía asegurar la salida del país de Montesinos.


Fuentes en Lima señalaban que el poder del ex–jefe de Inteligencia derivaba de una serie de factores cuyos denominadores comunes eran, no tanto sus contactos con las agencias de los Estados Unidos, sino mas bien la información que había acumulado sobre miembros del gobierno (incluido el propio Fujimori) y jefes militares, la que incluía abundantes filmaciones comprometedoras, y al hecho de que muchos de los altos jefes del ejército deben sus actuales cargos a la influencia de quien ha sido llamado el “Rasputín de los Andes” o simplemente “El Doctor”.

Se aseveraba también que la “confrontación” era entre los oficiales leales al “constitucionalista” Fujimori y los seguidores del “golpista” Montesinos. Pero independientemente que el aserto pueda provocar sonrisas, subyacen temas mas profundos. Queda a la vista la parálisis institucional de un país que asiste como espectador a un match de boxeo donde lo que se decide es la suerte de la democracia. Queda a la vista, asimismo, la actitud de las fuerzas armadas, cuyo compromiso democrático esta ciertamente en tela de juicio y se evidencia la incidencia casi nula de los parlamentarios que se supone velan por los intereses de la ciudadanía.

En suma, el país como tal, pendía de dos hombres: por ello era necesario llegar a un acuerdo, mantener la ficción de normalidad y la imagen externa de estabilidad.

La salida de Montesinos puede ser hoy la solución que hacía falta, pero no por ello deja de ser un episodio muy triste. Es que la imagen de una democracia endeble con instituciones débiles y caudillos fuertes, no es precisamente la que América Latina debería proyectar en el siglo XXI, esto sin siquiera comenzar a considerar lo que esta salida implica en términos de reconocimiento explícito de la impunidad de que pueden llegar a gozar estos personajes cuando reúnen suficiente poder.


Allá va pues la noción del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo... viaja en el avión con Montesinos.

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