La construcción de una mezquita en el emplazamiento de la Tumba de José es una agresión cargada de un fuerte simbolismo. La Autoridad Palestina niega que se esté haciendo, afirma que se está reconstruyendo la anterior sinagoga, pero esto es poco creíble. ¿Por qué iba a volver a levantar la administración de Arafat un santuario del que no quiso evitar su destrucción? Más aún, ¿va a ordenar el presidente palestino una medida que puede desviar la violencia, por él mismo incitada, hacia su persona?
A nadie se le escapa que cuando los árabes han tenido en su poder lugares santos judíos no han respetado su carácter sacro. El máximo ejemplo es el Muro de las Lamentaciones, el principal santuario de los israelitas. Durante los 19 años que estuvo en poder jordano ningún hebreo pudo rezar en él. Una actitud totalmente diferente a la mantenida por sus vecinos. Cuando, en 1967, las tropas israelíes toman Jerusalén oriental una de las primeras medidas que se toma es ordenar que se vigilen las mezquitas para impedir que ningún fanático atente contra ellas. Ello a pesar de que están construidas en el emplazamiento del Templo y, por lo tanto, sobre el lugar más santo para los judíos. No sólo eso, desde la Guerra de los Seis días los musulmanes han seguido orando en la mezquita sin que los israelíes se lo impidan.
Esa explanada es uno de los lugares más santos del Islam, pero no el principal; lo mismo que la Tumba de José para los judíos. A Israel se le exige que respete el carácter sacro que para los musulmanes tiene aquella, pero nadie le pide lo mismo a la Autoridad Palestina respecto a la segunda. Toda acción que no respeta la santidad de un lugar santo en Oriente Medio conduce a más odio y muerte y, en esta ocasión, la han realizado los palestinos.
Hace unos años, se tachó de imperdonable la apertura al público de un túnel antiguamente excavado bajo el Domo de la Roca, pero no se critica la destrucción de la Tumba de José. Los dobles raseros nunca fueron buenos. Las acciones dirigidas contra el otro pueblo por cada una de las partes deben ser condenadas por igual.

La Tumba de José

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