¿Se imaginan un museo del cine sin Cary Grant, el mejor actor de la historia?... ¿O un museo del ejército francés que obvie al emperador Napoleón?... Pues bien, el mundo del fútbol debe ser diferente porque en Brasil, Ricardo Teixeira (presidente de la Confederación de Fútbol de aquel país) pretende poner en marcha un museo dedicado al deporte rey precisamente prescindiendo de "O rei"; el contrasentido es de tal calado que, siguiendo la estela del atribulado Teixeira, se podría pensar en organizar un museo dedicado a la monarquía que se llamara "Robespierre Museum".
Pero lo peor del caso es que la idea de Teixeira no es debida a la ignorancia, sino al rencor. Uno puede ignorar la figura de Edson Arantes do Nascimento si no es presidente de ninguna federación deportiva en el planeta tierra. Pero si lo es, como en el caso de Teixeira, no puede pasar olímpicamente de la figura de Pelé. Vamos, que no debe regir sus directrices basándose en el enfrentamiento personal y directo.
La CBF quiere construir su nueva sede en los próximos meses. Un sueño faraónico con forma de inmenso balón (un balonazo) de veinticinco metros de altura; cincuenta mil metros cuadrados con tiendas, cines, fotos, trofeos, películas... El caso es que esa pirámide terminaría de construirse en el año 2003, en Barra de Tijuca, y no tendría ni un sólo espacio reservado para Pelé.
El museo de Teixeira tiene sentido porque la actual sede que da cobijo al fútbol brasileño (según me cuentan) se cae a trozos; sin Pelé, ese museo quedaría igual de obsoleto: funcionarían los teléfonos, habría fax y ordenador, y plazas de aparcamiento; olería a nuevo aunque habría nacido con tantos años como los restos encontrados en Atapuerca.
Sí puedo imaginar, sin embargo, un museo del fútbol brasileño sin Teixeira; sus regates, su fino instinto goleador, su capacidad para liderar un equipo no pasarán a la historia. El museo de Teixeira sólo puede llamarse "museo Pelé". O eso, o el más absoluto de los ridículos.

El museo de Teixeira
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