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Ernest Lluch era un jubilado de la política. Su última presencia en primera fila había sido dentro de una candidatura al Barcelona FC. El hecho de ser el primer ex ministro de la democracia asesinado confiere a la tragedia dosis añadidas de conmoción social, pero sólo demuestra que matar a un hombre es muy sencillo, que la banda terrorista tiene en Barcelona instalados a dos de los nuevos psicópatas sanguinarios y que funciona con información anterior.

Fuera del crimen en sí, la relevancia política viene dada por el hecho de que se produce en una subliminal unidad de acción con el PNV, dentro un de proyecto conjunto y de una polémica interna. El último comunicado de la banda deja bien claro que sigue parasitando en la legitimidad nacionalista del PNV y sus asesinatos se mueven dentro de la lógica interna de Estella/Lizarra en polémica con los peneuvistas. La consideración de Arzalluz de que los objetivos fundacionales de PNV y Eta son idénticos, es una transferencia de legitimidad dentro de la secta y nueva munición ideológica para mantener la actual ofensiva terrorista.

PNV y Eta polemizan sobre los cadáveres de los constitucionalistas y en relación exclusiva a la estrategia más conveniente, inconveniente, moral o inmoral para llegar al mismo fin. El PNV cree que para liberar al pueblo vasco -noción abstracta, tribal y protototalitaria- no es necesario matar a Ernest Lluch, incluso es contraproducente, Eta cree que sí. Lo inmoral es la polémica en sí misma. Los asesinatos de socialistas, y específicamente el de un hombre con especiales credenciales democráticas, se mueve dentro de esa polémica, como el intento de los terroristas de que su hermano mayor peneuvista se instale definitivamente en el abertzalismo cortando cualquier puente.

Cuando el asesinato de Miguel Ángel Blanco, el PNV tuvo la oportunidad de liderar la unidad de los demócratas y deslegitimar como totalitarios a los terroristas. Hizo todo lo contrario. Utilizó su crédito político para impedir el aislamiento de los violentos y estableció un pacto con ellos para favorecer su supervivencia.

El proyecto etarra fue asumido como el programa común nacionalista. Ernest Lluch ha sido asesinado en nombre de ese pacto. Eta ha transferido su inmoralidad -quien vierte sangre, es un asesino, como decía Lord Acton- al nacionalismo en su conjunto. El terrorismo ha asumido el papel de vanguardia de la construcción nacional porque el PNV le ha concedido ese papel abyecto. Y a ese fin, Eta está dispuesta a matar al mayor número de gente posible. Ibarretxe puede condenar el asesinato, pero los terroristas creen saber que están sirviendo también a Ibarretxe.

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