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Armando Frontado

La cruz y la espada

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, adelanta una serie de agresiones contra la iglesia católica. El actual blanco de la revolución bolivariana es un ilustre jerarca católico, monseñor Baltasar Porras, presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, Arzobispo del Estado Mérida, en la región de los Andes y simultáneamente del Estado Vaticano.

Es la primera vez que en Venezuela se le sigue un proceso legal a un sacerdote por “robo al tesoro público”. La infamia de Chávez, quien personalmente ordenó el proceso, es resultado de una venganza oficial porque el sacerdote ha denunciado, valientemente y en repetidas ocasiones, las arbitrariedades que se vienen cometiendo en el país. En Venezuela, por primera vez en la historia, el voto dejó de ser símbolo de la democracia para convertirse en un instrumento para afianzar la nueva dictadura constitucional.

Hugo Chávez, abusando de la ignorancia de una mayoría hundida en la miseria y en la desesperanza, le inyecta diariamente al pueblo una buena dosis de odio y de sentimientos de venganza para tratar de convencer a esa inmensa masa que más importante que el bienestar personal es quitarle a los ricos lo que estos poseen.

Hoy, en Venezuela, se entiende por rico a todo aquel que tiene un automóvil, un apartamento y se logra vestir decentemente. La situación es tan grave que una periodista famosa inició proceso por difamación contra un jefe militar y sus abogados le recomendaron que cuando fuera ante el tribunal acudiera pobremente vestida, “porque la ropa buena ocasiona más bien problemas”.

Chávez olvida o ignora lo que decía un veterano político chileno, al referirse a los pleitos de los gobiernos con la iglesia: “la carne de cura intoxica”.

Sin embargo, Chávez es el clásico Lazarillo de Tormes, empeñado en satirizar a los distintos estamentos de la sociedad. El pícaro venezolano, para confundir a un pueblo profundamente católico, mandó a su señora esposa a que lo representara en el primer Concilio Plenario de Venezuela, celebrado recientemente en Caracas y al que asistió, en representación de su Santidad, el cardenal Jorge Medina Estévez. Durante la misa inaugural, la señora del presidente lloró de emoción. No dudamos de la sinceridad de sus lágrimas, pero ¿por qué el comandante, si está peleando contra la iglesia, envió a su propia esposa como representante? Pienso que lo hizo para seguir tratando de convencer a la ciudadanía de que el problema no lo tiene Chávez con la institución de la iglesia sino con un ciudadano corriente, llamado Baltasar Porras.

Ese es el papel que con frecuencia asumen los dictadores.

© AIPE

El venezolano Armando Frontado es analista político.

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