Menú
Alberto Míguez

A Castro se le heló la sonrisa

A Fidel Castro debió helársele hace días la sonrisa cuando se enteró de que Bush había alcanzado la presidencia gracias a los votos cubano-americanos de la Florida, algo que hoy ya nadie pone en duda. El nombramiento de Martínez como colaborador íntimo del nuevo presidente tampoco parece que vaya a producirle ahora una alegría extrema. Martínez forma parte de la “generación Peter Pan”, que conoce el régimen castrista mejor que los pánfilos demócratas que rodeaban a Gore.

Durante un mes, el tirano caribeño hizo una serie de bromas sobre el lento recuento electoral americano, algo que en Cuba no se producirá jamás mientras esté él en el poder, dado que nunca nadie vota y si lo hace es siempre a favor de los candidatos del partido porque no hay otros.

Pero una vez concluida la chanza y la chirigota, Castro no habrá tenido más remedio que reconocer algo que saben todos en Miami: el triunfo de Bush ha sido el recado póstumo de la madre de Elián, el niño entregado de forma vil e inolvidable por la administración Clinton y especialmente por la encantadora Janet Reno, fiscal general, una imitación de la esposa de Popeye en talla XXL.

Sostenía el tirano que, ganase quien ganase, la elección americana a él le tenía sin cuidado. Ahora debe haber cambiado de opinión porque no cabe duda de que con Bush en la Casa Blanca le será un poco más difícil engañar con un pase de manos a los consejeros del presidente.

El primer mensaje a La Habana salió hace unas horas de Washington: la política hacia la isla será más severa y se aplicará estrictamente la odiada ley Helms-Burton. La segunda misiva de Bush ha sido el nombramiento de Martínez.

Castro es todo, menos tonto: se le habrá helado la sonrisa pero habrá entendido de que las cosas no serán mañana como ayer. El chiste de las elecciones gringas no es de recibo ya en la nomenklatura cubana.

En Opinión