Con la Liga de las estrellas, la Champions League, las Supercopas de Europa y de España, la Copa de la UEFA, el Mundialito de Blatter, los partidos de la selección española y los "bolos autonómicos", la clásica Copa del Rey dormitaba en el baúl de los recuerdos de Karina. El torneo del K.O. se había quedado sin sitio, no tenía "mercado" entre tanta mega-competición. En Inglaterra se dieron cuenta de ello a tiempo y decidieron insuflarla oxígeno equilibrando las fuerzas. Los equipos teóricamente grandes deberían jugarse las lentejas en territorio comanche. Fue un acierto total, y cuando hasta España llegaban noticias de que un equipo de Segunda había eliminado a otro de la Premier nos entraba un poquito de nostalgia, de morriña. Era un clamor popular que se debía resucitar a la Copa del Rey porque, de lo contrario, iría muriendo poco a poco. En el caso del fútbol (para algo lo inventaron ellos) los ingleses volvieron a ser unos ilustrados, y al final aquí hemos tenido que imitarles.
Lo gracioso del invento es que convierte en posible lo que realmente no lo es. Es imposible que el Toledo elimine al campeón de Europa en el Salto del Caballo. No puede ser cierto que el Guadix, colista del Grupo Cuarto de la Segunda División B, deje sin sentido al líder de la Liga. No me creo que campeón de Liga no pase el "corte". Nada de eso puede ser verdad, salvo en la Copa del Rey. De forma que el acierto del nuevo sistema es que logra transportarnos a todos al País de Nunca Jamás, volvemos a ser niños y a creer en Peter Pan y en Campanilla. El resto del año es el presupuesto quien manda (como canta Serrat, "a ver quién la tiene más grande). Durante toda la temporada son los ricos los que manejan el cotarro, porque tienen más y compran lo mejor, y porque sus consejos de administración son interminables. Así, la nueva Copa se ha convertido en un espacio libre para la imaginación y, sin ánimo de ser pedante, para el libre pensamiento... ¿Y por qué no van a poder jugar la final el Granada y la Gimnástica de Torrelavega?
Por eso no puedo estar de acuerdo con Jabo Irureta que, probablemente ofuscado por haber quedado eliminado ante el Tenerife, calificó la nueva competición de inhumana e ilógica. A mí se me ponen los dientes largos pensando lo que pueda pasarle al Barcelona en este bosque de Sherwood, con el "todo Guadix" escondido en la maleza, esperando para robarle al rico y repartirlo entre los pobres. En el sorteo del viernes todos volverán a tener las mismas oportunidades; si por mí fuera mantendría esta Copa hasta el final... ¿Se imaginan a Su Majestad entregándole la Copa a Pollo, futbolista del Guadix? Eso sí que sería "heavy", y no el "No cambié" de Tamara.

Una copa muy “heavy”
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