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Alberto Míguez

Portugal: La reelección de Sampaio

Todo apunta a que el actual presidente de Portugal, Jorge Sampaio, revalidará por segunda vez su mandato de cinco años y, como sus antecesores en el puesto, Ramalho Eanes y Mario Soares, será reelegido sin necesidad de recurrir a una segunda vuelta.

Sampaio es un líder popular y las elecciones del domingo lo probarán cumplidamente si, como todo indica, las encuestas pre-electorales aciertan.

Pero pese a su simpatía y popularidad, este abogado socialdemócrata que se inició en la política militando en la extrema izquierda universitaria durante la dictadura de Salazar, ha sido incapaz de movilizar a sus compatriotas en una campaña electoral desvaída y bostezante. En todo ello ha influido sin duda el carácter un tanto ambiguo de la institución que encabeza: Portugal es un régimen semi-presidencial imperfecto.

Portugal va bien o eso, al menos, dicen sus gobernantes, pero los ciudadanos se encogen de hombros cuando se les convoca a las urnas: eso explica la alta tasa de abstención en estas elecciones. Y eso explica también que ni Sampaio ni su principal adversario Joaquim Ferreira do Amaral, hayan podido ilusionar a sus partidarios.

Claro que estas elecciones comenzaron malamente, con una denuncia muy seria: la existencia de 700.000 electores "fantasmas" añadidos al censo.

La denuncia hecha por la revista "Visiao" no ha sido respondida ni neutralizada por el gobierno del también socialdemócrata Antonio Guterres, lo que sin duda arrojará sospechas de fraude en estas elecciones que todos deseaban modélicas. Entre los electores fantasmas hay, según "Visiao", ¡medio millón de muertos! . Y doscientos mil emigrantes lusos indebidamente inscritos.

Sampaio no tuvo enfrente un verdadero adversario. El candidato del Partido Socialdemócrata (en Portugal se da la paradoja de que los socialistas son socialdemócratas y los socialdemócratas, conservadores), Joaquim Ferreira do Amaral, conocido popularmente como el "ministro cemento" (fue ministro de Obras Públicas) fue incapaz de movilizar a la derecha y al centro para acabar con la hegemonía socialista en la presidencia y en el gobierno. Sin carisma y sin mensaje, Ferreira y sus amigos han sido incapaces de recoger y mantener la herencia del inolvidable Francisco Sá Carneiro, uno de los grandes hombres y nombres de la democracia portuguesa en el siglo XX.

No supo tampoco capitalizar el descontento generalizado que está generando el gobierno de Antonio Guterres en su segundo mandato. Prefirió amagar una crítica generalizada a la falta de proyecto político de su adversario como a su vez Sampaio dijo de él en varias ocasiones.

La economía portuguesa está experimentando un avance espectacular al que no es ajena la pertenencia a la Unión Europea y la creación de un verdadero "espacio comercial y económico ibérico" gracias, precisamente, a Europa. Pero las fuerzas políticas parecen esclerotizadas, adormecidas en una suerte de limbo estático.

Sampaio tiene otros cinco años para mejorar la imagen de un presidente ajeno y risueño e incluso para lograr lo que constituye un proyecto surrealista ("conquistar el mercado español") pero debe contar con sus correligionario Guterres para insuflarle ánimo a los ciudadanos e interesarlos en la cosa pública y en el destino colectivo de la nación.

Hasta ahora ambos han fracasado. Portugal es un país próspero, que progresa y avanza socialmente pero a la gente la política le da grima y dentera. O, por decirlo en román paladino, les importa un higo. Demostración fehaciente de este preocupante desinterés ha sido la reelección de Sampaio.

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