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Hace unos meses indiqué en un artículo, “fractura socialista”, el problema que para el PSOE representaba el Plan Hidrológico. Desde entonces se han producido hechos notorios de distancia respecto al criterio de José Luis Rodríguez Zapatero como el apoyo de los gobiernos de Castilla-La Mancha y Extremadura. Sin embargo, el partido socialista mantiene el criterio de que todos sus diputados y senadores, en su día, voten en contra del Plan Hidrológico.

Es notorio que tal criterio viene dado por una identificación con la postura del gobierno aragonés de Marcelino Iglesias. El interrogante es si ese interés por mostrar unidad convirtiendo la postura de la parte en el criterio del todo no irá generando tensiones añadidas en las estructuras socialistas de otras autonomías y si ello no conducirá a una crispación interna muy seria en las votaciones parlamentarias o a un desgaste en la opinión pública de las zonas que, por su beneficio, muestran una postura claramente favorable a favor de los trasvases.

Si los gobiernos de Castilla-La Mancha y Extremadura se muestran a favor, ¿qué harán los diputados socialistas de esas autonomías a la hora de votar en el Congreso? Si votan en contra, cuanto menos, se distanciarán de sus gobiernos autonómicos. La situación es aún más delicada para los socialistas de dos autonomías como la Comunidad Valenciana y Murcia, además de Almería, que son las más interesadas en que salga adelante el Plan Hidrológico. En estos casos, es posible que, dada la debilidad del PSOE en dichas zonas, no haya resistencia a la disciplina interna, pero sí un intenso desgaste, como indican las encuestas, donde los ciudadanos piden que sus diputados voten a favor, que debilitará las renovaciones incipientes.

El Plan Hidrológico va a tener más repercusiones políticas de las previsibles y se constituye en un talón de Aquiles para Rodríguez Zapatero. Al margen del factor europeo que empiezan a aventar los ecologistas y las formaciones a la izquierda del PSOE, el Plan va camino de ser aspecto político de primera magnitud, sin que quepa descartar algún tipo de riada. Es uno de esos casos en los que, en otros lugares, con representación territorial menos condicionada por los aparatos de los partidos, los parlamentarios votan con respecto a los intereses de sus ciudadanos, confluyendo en un mismo criterio representantes de las diversas formaciones políticas. Como no es el caso en nuestro sistema de listas cerradas, la presión dentro del PSOE –como también en el PP de Aragón— va a ser muy fuerte.

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