El presidente del Uruguay, Jorge Batlle, ha prometido terminar con los monopolios estatales este año. Es una gran noticia. Pero, respecto de la liberalización del mercado del petróleo y derivados, que debía ser el primer episodio de esa gran gesta, la orden presidencial de avanzar ha sido seguida por una retirada general. Es una mala noticia.
Batlle había declarado que mientras ANCAP continuase refinando crudo, el Uruguay no podría tener combustibles a precio internacional. Ahora, sin embargo, de boca del ministro de Industria sabemos que no se está considerando la desregulación de la importación de destilados y, de boca del nuevo presidente de ANCAP, que la refinería de La Teja por el ente se considera prioritaria para promover el nivel de empleo. La gran medida ha quedado apenas, según se anunció, en la desmonopolización de la refinación de crudo. Que solamente significaría esto: que si a alguien le sobran, digamos, 500 millones de dólares, y quisiera poner una refinería de petróleo, le dejarían hacerlo. En una palabra, nada. Viene a cuento el verso de Horacio: "Parieron las montañas; nació un ridículo ratón."
Pese a lo claro de las noticias, yo no he perdido todavía todas las esperanzas, en virtud de la razón que adujo Jorge Sanguinetti, el actual presidente del ente monopolista, para retener la refinería en la órbita de ANCAP. Dijo que tal tesitura se fundaba, según acabo de recordarles, en el objetivo de preservar el empleo. Como es claro, según demostraré en seguida, que la consecuencia de mantener el statu quo es precisamente la opuesta, y en cambio nada podría compararse, como instrumento para combatir el paro forzoso, con la eliminación de los monopolios, el del petróleo y todos los demás, hay que confiar en que, una vez que hayan recapacitado al respecto, volverán a cambiar de opinión.
¿Por qué razón el mantenimiento de los monopolios y la reducción del desempleo son objetivos mutuamente antagónicos? Pues, en primer lugar, por la sencilla razón de que la refinación del crudo, como toda la petroquímica, es una industria sumamente intensiva en capital, que emplea muy poca mano de obra. Si ANCAP se asocia con otra empresa en el negocio de la refinería, y lo hace con una empresa seria y competente, ésta exigirá que se reduzca drásticamente la nómina laboral.
Hace cosa de un año circulaba en Buenos Aires la anécdota de que, habiendo Sol Petróleo llevado a personal superior de su socio uruguayo a visitar varias refinerías en la Argentina, los altos funcionarios visitantes no salían de su asombro preguntando, "pero ¿dónde están los obreros?" Hubo que explicarles que en las refinerías modernas no hay obreros (salvo una pequeña dotación encargada de mantenimiento); hay unos pocos ingenieros, que trabajan ante sus PCs, y todo es automático. Es preciso que todo el país tome conciencia de que el tremendo sobreempleo de ANCAP, y de todo el sector público, no es más que una forma disfrazada y arbitraria de seguro de paro. Así como también que ese seguro de paro encubierto es una carga brutal sobre la economía uruguaya, responsable en parte de su insatisfactorio crecimiento y en gran medida del elevado desempleo.
¿Que cómo es eso? Pues es muy sencillo. El despilfarro de recursos que origina el monopolio de ANCAP suma 270 millones de dólares al año. Eso por encima de los impuestos que recauda y de las ganancias que realiza expoliando a los consumidores. Esos impuestos son transferencias: el dinero de los usuarios de combustibles pasa a manos del ente y de la tesorería, pero los 270 millones son un costo neto para el país. Los uruguayos tenemos esa cantidad menos de ingresos a causa del despilfarro que genera el monopolio. ¿Qué sucedería si éste se acabase y pudiésemos importar, o producir competitivamente en el país, los combustibles que consumimos? Pues que los ingresos reales de la población aumentarían en aquella suma, y se demandaría más de toda clase de bienes y servicios, para producir los cuales se necesitaría más mano de obra. ¿Qué no daría el gobierno por tener 270 millones de dólares para un programa de aumento de la ocupación? Sin embargo, prefiere contentar al sindicato de ANCAP, seguir esquilmando a toda la población, y mantener decenas de miles de trabajadores innecesariamente parados.
Tiene que ser porque no comprenden lo que hacen. Pero no se detiene ahí la cosa. Las cifras muestran que si se eliminara asimismo el monopolio de las telecomunicaciones y de la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, la reducción del despilfarro, de la destrucción de riqueza debida a la ineficiencia, a su vez debida al monopolio, llegaría a 725 millones de dólares. Pueden imaginar los lectores lo que sería el país si la gente tuviese 725 millones de dólares más al año para gastar. Y eso no es todo, porque el aumento del consumo reduciría la capacidad ociosa de la producción y generaría un incremento de la inversión, con mayor incremento aún del empleo.
La razón que sustentaría una política antimonopólica es tan arrolladora que la oposición de los intereses creados que la resisten se disiparía como una niebla matinal apenas la gente comenzase a sentir el efecto de la política en sus bolsillos. ¿Cómo se explica que el presidente de la República haya partido con tanto entusiasmo este año hacia la eliminación de los monopolios y ahora le veamos vacilar a pocos metros de la largada?
El rumor de la eventual asociación de ANCAP con PDVSA, el monopolio estatal venezolano, fuertemente politizado por Chávez, a quien no le importaría perder un centenar o dos de millones al año de sus regalías petroleras para satisfacer objetivos diplomáticos, le pone a uno los pelos de punta. Todavía sin haber terminado con la desastrosa asociación con Sol Petróleo, ni liquidar sus cuentas, sabiéndose sin embargo que a ANCAP (mejor dicho, a los contribuyentes uruguayos) le insumirán bastante más que los 30 millones de dólares perdidos el año pasado, ¿estamos por lanzarnos a una aventura mucho más riesgosa aún? Ah, y a propósito: tiene razón la Federación ANCAP, la formación de una sociedad con una empresa extranjera, privada o pública, no tiene nada que ver con el monopolio; eso de que hay que eliminar éste para asociarse no es más que una tentativa de hacerle pasar gato por liebre a los uruguayos.
© AIPE
Ramón Díaz es abogado, fue presidente de la Sociedad Mont Pelerin y del Banco Central del Uruguay.
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