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Alberto Míguez

¿Gobierno de unión o de guerra?

De todo hay en el Gobierno que a trancas y barrancas ha logrado finalmente formar el general Sharon: conservadores, socialdemócratas, ultraortodoxos, rusófonos (dos partidos), centristas, izquierdistas... Además, un árabe israelí y una mujer viceministra de Defensa (Dalia Rabin, hija del primer ministro asesinado). Será un gabinete numeroso (26 ministros y quince viceministros) que contará con apoyo parlamentario suficiente (70 votos de los 120 de la Knesset) aunque no es seguro que le resulte fácil al radical Sharon lidiar con tantos y tan diversos componentes.

Este gobierno tiene dos objetivos principales: hacer la paz o... si fuera necesario, la guerra. Ambas cosas son posibles ahora: depende, sobre todo, de los palestinos y de sus dirigentes. Por de pronto, las perspectivas son pésimas. La rama armada del movimiento islamista Hamas bate con toda su fuerza tambores de guerra y pide a los países árabes y musulmanes armas “para combatir a Israel”.

No hay ambigüedad alguna en estas amenazas, como no la hubo hace unas horas en el kamikaze que estalló con una bomba en Tel Aviv. Es obvio que cada ataque de estas características (Hamas asegura que hay una decena de comandos suicidas dispuestos al “sacrificio”) provocará una respuesta contundente por parte israelí.

Sharon ha dicho y repetido que mientras haya violencia, ataques (suicidas o no, con explosivos o sin ellos) o incidentes armados, por parte israelí no se abrirán las conversaciones de paz.

Lo mismo dijo su antecesor, Barak, pero aparentemente Arafat no le creyó. Sharon advirtió ya que no le gusta bromear con esas cosas y que los árabes le respetan porque no miente. Con este gabinete multicolor pero más compacto de lo que parece, la paz no empezará nunca si los palestinos escogen la vía armada en vez del diálogo. Cuantos más kamikazes y más pedradas, menos posibilidades habrá de negociar o parar la guerra. Sharon lo sabe, Arafat lo sabe, lo saben unos y otros. Entonces ¿qué esperan?

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