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Julio Cirino

Un instante de reflexión en medio de la tormenta

Una antiquísima tradición oral cuya fidelidad no podemos garantizar, cuenta que estando el Altísimo en el proceso de crear el mundo, y llegado el turno de Argentina, ordenó a San Pedro dar a este país un amplio territorio, variedad de climas, tierras fértiles, bosques, lagos, minerales y mares productivos. Algo sorprendido, San Pedro preguntó: –Señor, ¿no le estas dando demasiadas cosas a este país?– a lo que Dios Padre respondió: –no te preocupes, porque ahora debes agregar 30 millones de argentinos...

Tratados de psicología social, de macroeconomía o de sociología política, no son suficientes para explicar a cabalidad que pasa con este país, dueño de un pasado envidiable (llegó a ser la octava potencia del mundo a finales del s. XIX) pero donde hoy, en el otrora granero del mundo, mueren niños por desnutrición.

Cómo se aborda la ímproba tarea de “explicar Argentina”; tres gabinetes ministeriales en 15 meses y tres ministros de economía en dos semanas son un récord difícil de igualar en circunstancias normales.

Tal vez una pista sea pensar este país como uno de caudillos fuertes e instituciones débiles. País contradictorio donde la iniciativa privada es siempre mirada con sospecha y donde, ante la menor dificultad, se mira hacia el Estado o al “gobierno” como el proveedor de soluciones para todo tipo de problemas.

País extraño donde salud y educación están a la cabeza de los discursos electorales pero a la cola de sus presupuestos reales, país cruel que condena a muerte lenta a los ancianos pensionados. País donde “los muertos mandan”, donde aún se discuten apasionadamente eventos acaecidos medio siglo atrás y donde eslóganes como “ni olvido ni perdón” son aún tapa de periódicos.

Nuestra historia es siempre la de la búsqueda del hombre providencial, del líder mágico que todo ha de solucionarlo, y del cual el país se “enamora” perdidamente por un lapso determinado y cifra en el expectativas exorbitantes que no pueden ser satisfechas; así Argentina siguió ciegamente a un general, Domingo Perón, en los años 50. Aplaudió a los militares que le derrocaron, pero miró con escepticismo al gobierno civil que le sucedió, para caer víctima de otro golpe militar en los años 60. Volvió a creer en el viejo caudillo y su segunda esposa en los sangrientos años 70, para encolumnarse tras otro régimen militar que usurparía el poder en 1976 y llevaría al país a nuestra primera guerra en los últimos 100 años.

Raúl Alfonsín sería el líder que traería la magia de la democracia curativa que todo lo puede (1983), pero que debería abandonar literalmente el poder con una hiperinflación cercana al 3.000% para entregar el gobierno (1989) a Carlos Menem; nuevo caudillo carismático que se embarca en una descontrolada política de privatizaciones de dudosa factura, pero que con su ministro de economía, Domingo Cavallo, lograba controlar la inflación y ataban el peso argentino y el dólar en una relación uno a uno que aún hoy se insiste durará ... por los siglos de los siglos...amen; en un marco de corrupción generalizada.

Sucesivas reelecciones extendieron el personalismo menemista durante 10 años. Fracasado el intento de una segunda reforma constitucional, el partido peronista, ya muy fraccionado, no pudo doblegar en la última elección a su histórico adversario, la Unión Cívica Radical (UCR) que ahora se presentaba conformando una alianza con una agrupación nueva, el FREPASO (Frente al Socialismo) que reunía a distintos matices de la izquierda.

La elección de Fernando De La Rúa, un hombre que es la antítesis del caudillo carismático, pareció por un instante señalar el rumbo a un régimen menos presidencialista y más institucional, pero lo endeble de la Alianza que le llevó al poder, sus propias vacilaciones y los desaciertos de su ministro de economía, Luis Machinea, para activar una economía paralizada por casi tres años de recesión precipitaron la crisis de la semana pasada.

Domingo Cavallo vuelve ahora al poder, a cargo del Ministerio de Economía, un hombre temperamental y autocrático llamado para sostener a un presidente débil en un año electoral (se renueva el Parlamento).

Parecería que el ciclo de expectativas en el hombre providencial vuelve a reiniciarse, veremos dónde nos lleva esta vez ...

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