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Se paró un corazón tan grande

¿Los sábados son gafe? El 27 de enero moría Pedro Carrasco y este 31 de marzo, también sábado, el corazón le ha fallado al atleta guipuzcoano Diego García mientras se preparaba para correr la medio maratón entre Azcoitia y Azpeitia. Estaba entrenando junto a su amigo Alejandro Gómez, y como se pasaba todo el día gastando bromas pensó que aquella era otra más. "Para, para, que me encuentro mal". Desgraciadamente no era una broma y Diego murió en el acto.

Probablemente haya que ser un buen aficionado al atletismo para recordar su cara, y sin embargo Diego García fue justamente premiado con el Príncipe de Asturias de los Deportes correspondiente al año 1997. El jurado optó por ampliar la distinción (que en principio era para Abel Antón, Martín Fiz, Fabián Roncero y José Manuel García) también a Alberto Juzdado y el propio Diego. No pudieron estar más acertados ni tampoco ser más justos porque la selección española de maratón nos ha dado alegrías enormes en los últimos tiempos.

Aunque trato de contener mi vena patriótica (no sé exactamente por qué, habrá que consultar al psiquiatra) hay ocasiones en las que me resulta imposible no dar un salto en el asiento. Deportivamente hablando la última vez que brinqué fue con la obtención de la Copa Davis; un poco antes me emocioné con el ejemplo que dieron en París las aficiones de Real Madrid y Valencia (¡dos clubes españoles en la final de la Champions League!). Y recuerdo perfectamente los Campeonatos de Europa celebrados en Helsinki en 1994. La medalla de oro fue para Martín Fiz, la de plata para Diego y el bronce para Alberto Juzdado. Retengo en mi cabeza la fotografía que más tarde daría la vuelta al mundo: Martín, arrodillado y con los brazos en alto tras haber cruzado el primero la línea de meta. A su lado, Diego García también con los brazos alzados; ambos jaleando a Juzdado, a punto de lograr el ansiado bronce. Tres españoles consiguiendo un hito... ¿Era posible contenerse? Para alguien con horchata en las venas quizás, para mí no.

Tenemos la costumbre de decir que todo el mundo es bueno cuando se muere. Yo no conocí personalmente a Diego, aunque sí pude entrevistarle en el 94 a raíz precisamente de su medalla de plata. Creo que era un buen hombre y afirmo que era un extraordinario atleta, alejado de la pompa y el boato de los futbolistas, algunos de los cuales se han transformado en meros agentes de cambio y bolsa. El deportista ha muerto pero no lo hará nunca su recuerdo. A Diego García se le paró el corazón y a mí se me congeló el mío cuando me dieron la noticia. Porque el deporte en su estado más puro se encontraba hoy, en una carretera perdida, sin "flashes" ni entrevistas, sin luces de neón, preparando otra carrera más. Gracias por tus triunfos, Diego.

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