Parece que la falta de tabaco (el traicionero mono de la adicción) justifica ahora que un chuletilla impresentable se explaye en televisión con un lenguaje repugnante y un comportamiento por el que hace siglos venimos luchando por erradicar.
¿Cómo es posible que Zeppelín consienta el espectáculo que hemos podido ver y oír? ¿Cómo es posible que a estas alturas de la película venga un gualtrapa, sin oficio ni beneficio, a coaccionar a una mujer por el simple hecho de ser eso, mujer, y que la todopoderosa televisión consienta? Y ¿cómo es posible que nadie (ni Milá, ni Zeppelín, ni Tele5) corte por lo sano y largue a este macarra del funesto experimento?
No quiero pensar en un posible pacto (dictado por un guión) para subir la audiencia de un espacio que a menudo aburre a las ovejas. Estaríamos entonces ante algo más que un acto de violencia, nos encontraríamos con el más vil y repugnante ejemplo del todo vale en televisión.
Sólo espero que larguen a este individuo, que España entera le ridiculice por chulo y que (aunque sea una excepción) la televisión sea un servicio al ciudadano y no un ejemplo para los cobardes que utilizan la coacción y la violencia para satisfacer un ego que les empobrece. La mierda huele y hay que aniquilarla.

¿Audiencia sinónimo de escándalo?
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