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Julio Cirino

La cumbre que viene

Con más de una semana por delante hasta la inauguración de la Cumbre de las Américas que reunirá a 33 países del Hemisferio en la ciudad de Québec (Canadá), las perspectivas no dan lugar para demasiado optimismo y abren un interrogante respecto de las cumbre hemisféricas como algo más que un fútil ejercicio social que poco y nada significa para el común de los mortales.

La reunión preparatoria final acaecida en Buenos Aires una semana atrás y de la que diéramos cuenta en esta columna, dejó en claro que “las brevas no parecen maduras” en términos de coincidencias que puedan traducirse en políticas institucionales de ejecución concreta. La cuestión A.L.C.A. (Área Latinoamericana de Libre Comercio) y su posible puesta en marcha para el 2005 parece, a pesar de las declaraciones optimistas al respecto, particularmente complicada, no solamente por razones técnicas, sino por los modos de aproximación política al tema del libre comercio hemisférico, modos que parecen provenir desde ángulos radicalmente diferentes.

Además, la “necesidad” cuasi patológica que los presidentes deben coincidir en todo y que a su vez, todo tópico habido y por haber debe ser cubierto, produce un doble efecto negativo. La compulsión por la coincidencia produce textos tan “lavados”, tan generales que en concreto son sólo una expresión de buenos deseos sin contenido práctico; y la “angustia abarcativa” (democracia, narcóticos, terrorismo, educación, trabajo, migraciones, libre comercio, etc.) produce documentos de una extensión que mete miedo al lector más apasionado (por cierto se rumorea que el “borrador” para Québec, ya rompió la barrera de las 900 páginas) lo que en la práctica garantiza que sus contenidos permanecerán vírgenes de análisis, salvo por contados especialistas.

Pero Québec se presenta complicada además por la casi segura presencia de unos 25.000 manifestantes “anti-globalización”, lo que forzó a los organizadores a levantar un vallado de tres metros de altura que rodeará toda el área donde va a realizarse la conferencia más el despliegue de 6.000 efectivos de seguridad a un costo varias veces millonario.

Esto deja en evidencia que la idea de “globalización”, e incluso el concepto A.L.C.A., deben ser sometidos a un debate profundo del cual, posiblemente, tengan que ser reformulados de manera tal que respondan en forma más directa a los intereses y preocupaciones de la mayoría de nuestros pueblos. Además la noción misma de “globalización” tiende a confundirse y tomarse como sinónimo, no solo de desempleo y desinversión, donde las empresas sin bandera buscan mano de obra literalmente esclava; sino como equivalente a “masificación” y pérdida de identidad nacional; proceso en el que países enteros, con historias, culturas y desarrollos diferentes van “a la misma bolsa” a tomar de la misma medicina, todos por igual.

¿Qué cabe esperar de la Cumbre de Québec? Si se responde a esta pregunta analizando los resultados concretos de la última Cumbre de las Américas (Chile 1998) donde se proclamó solemnemente a la educación como prioridad para el continente, y se compara el estado de la misma y su evolución en el período 1998–2001 realmente se concluye que los dineros gastados en las cumbres estarían mucho mejor empleados pagando a maestros y profesores, reparando edificios escolares y llevando a nuestra educación, no ya al siglo XXI, pero al menos llegar al siglo XX.

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