La libertad de emborracharse en la calle o en locales ruidosos, durante la noche, debe tener un límite. A saber, el derecho a la tranquilidad de la población. La minoría de jóvenes o de turistas con aficiones etílicas debe plegarse al derecho de la mayoría. Desgraciadamente, lo contrario es lo que sucede en todas las ciudades y, cada vez más, pueblos. Resulta inexplicable esa amplísima condescendencia municipal. No será por los votos, pues la mayoría está del lado de los que sufren la bullanga alcohólica. El ritual del “botellón” debe ser desterrado. Noches de España, sí, pero no necesariamente toledanas.

Ruido etílico

0
comentarios
Servicios
- Radarbot
- Curso
- Inversión
- Securitas
- Buena Vida
- Reloj Durcal