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Alberto Míguez

La soledad de Aznar

Sólo la apabullante victoria de Silvio Berlusconi ha podido paliar en los últimos días la progresiva y un tanto patética soledad de José María Aznar en la Unión Europea.

El complejo, confuso e irresoluble (por ahora, al menos) problema de los fondos estructurales y de cohesión tras la ampliación de la UE, colocó al Gobierno español y a su presidente en una situación imposible. Aznar estaba estos días más sólo que la una y sin que, por otra parte, en el terreno doméstico haya contado con el apoyo esperado de la oposición socialista que prefirió hacer causa común ideológica con el gobierno socialdemócrata alemán...

A la enemiga de Alemania y Austria con toda su escuadra de países menores e influibles, Aznar ha visto como Francia se unía al grupo de quienes no quieren ni oír hablar de que se discuta con antelación el problema de los fondos que debería ser tratado en profundidad durante la presidencia española de la UE del primer semestre del año próximo.

Los franceses han preferido apoyar a sus vecinos alemanes con la promesa de que el espinoso y decisivo asunto de la PAC (política agraria común) no sería tratado todavía. El primer ministro galo, Lionel Jospin, olvidó con cierta celeridad las promesas que le hizo a José María Aznar durante el último fin de semana campestre que pasaron juntos en una finca de la provincia de Toledo. La vida internacional ofrece nutridos ejemplos de cómo los amigos de la víspera se convierten en adversarios al día siguiente.

La soledad del Gobierno español en el tema de los fondos es, desde luego, producto de una mediocre gestión diplomática con nuestros socios de la Unión, pero también de cierta prepotencia, como si la intransigencia o la amenaza de bloquear la ampliación pudiera utilizarse alegremente y sin calibrar previamente sus consecuencias.

El caso es que los países de la ampliación al Este (especialmente Hungría, Polonia, Chequia y Eslovenia) están furiosos con Aznar, a quien acusan de utilizar su capacidad de bloqueo en el Consejo de Ministros para sacar la tajada de los fondos en beneficio propio y haber olvidado sus bellas frases a favor de una Europa “completa” donde se integrarían los países del ex bloque del Este.

La reciente visita de los Reyes a Polonia sirvió a su ministro acompañante, Josep Piqué, de indicador del cabreo generalizado en estos países. Los medios de comunicación polacos –incluso aquellos más favorables a España, como la “Gazeta”, de nuestro amigo Adam Michnik– no escatimaron calificativos y sarcasmos para sombrear las amenazas españolas.

Piqué debió convocar en Varsovia una rueda de prensa con los medios polacos para explicar el “malentendido”, al perecer con muy poco éxito.

En espera de que la presidencia sueca se saque del sombrero una solución milagro o al menos un compromiso, Aznar confía en que su amigo Silvio (Berlusconi) se una al grupo de los países que reclaman una solución equitativa para las regiones más pobres de la Unión, de modo que cuando los países del Este se adhieran, puedan seguir recibiendo los fondos que ahora les corresponden y seguramente necesitan.

Grecia y Portugal hacen causa común con España, aunque prefieren que sea el presidente del Gobierno español quien les saque las castañas del fuego.

Berlusconi puede ser otra cosa. Todo el mundo conoce su enorme capacidad de convicción y seducción en la escena internacional. Italia, por otra parte, no es un pequeño país en la Unión Europea como Grecia o Portugal y no puede ser apartado de un manotazo en la polémica de los fondos, como pretendieron estos días Alemania y Austria con España.

Para los italianos, la amenaza de que las provincias del Mezzogiorno pierdan las fondos que ahora reciben constituye un asunto de mayor cuantía. Por lo demás, Aznar intentará que juegue aquí la solidaridad que despilfarró con su amigo Berlusconi en los últimos años.

El “Cavaliere” tiene una deuda de honor con Aznar, a quien pone por los aires a la más mínima ocasión. Parece haber llegado el momento de que la pague, con intereses incluidos.

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