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Andrés Benavente

Nueva estrategia de Castro

En los últimos días la presencia del castrismo cubano en América Latina se ha evidenciado en dos escenarios: en el explícito apoyo de Fidel Castro a los que demandan el retiro de la marina norteamericana de la Isla de Vieques, en Puerto Rico, y en la progresiva polarización política y social de Venezuela.

Al igual que en los años sesenta, Castro insiste en intervenir en territorios que no son los suyos, violentando de paso un principio que sí reclama con especial celo para su propio gobierno: el de no intervención externa en los asuntos de otro Estado. Ayer la intervención del castrismo era directa y violenta, operando a través del apoyo financiero y militar a los numerosos grupos que buscaban la desestabilización de los gobiernos de la región mediante la lucha guerrillera. Hoy, con un país que ya no tiene los recursos de otrora y con un proyecto político claramente agotado y por lo mismo difícilmente exportable, el gobierno cubano interviene instrumentalizando diversas demandas sociales existentes fuera de su territorio, a fin de promover movilizaciones que terminen expresándose en contra de lo que genéricamente se denomina "neoliberalismo".

En el caso de Puerto Rico, se busca instrumentalizar un sentimiento autonomista, el que unido a argumentarios de tipo ecologista, conforman un híbrido articulado por consignas antinorteamericanas, donde se incluye la quema de banderas, como en los viejos tiempos. Para nada interesa el que la inmensa mayoría de la población de este territorio, incluso la del propio Vieques no se sienta involucrada en las protestas.

En el escenario venezolano, Castro tiene un estrecho aliado: el presidente Chávez quien ha proclamado que el gobernante cubano "es un punto de la historia que está en movimiento, un punto de elogio y referencia para América Latina". El mismo se autodefine como "el segundo Fidel" y sus partidarios muestran en las calles de Caracas febriles adhesiones a la "revolución cubana", pese a que está fuera de toda duda que ella es el camino más directo al colapso económico, a la miseria social y a la falta absoluta de libertades.

Durante algunos años, después del estrepitoso fracaso de los socialismos reales, Fidel Castro buscó su inserción en el concierto regional. Comenzó a asistir a Cumbres Presidenciales sin su gastado uniforme verde oliva, vistiendo en cambio trajes civiles y tradicionales. Pero, como moro viejo no puede ser buen cristiano, ha creído ver en determinadas demandas sociales de hoy una posibilidad para reactivar su lenguaje revolucionario en que se mezcla algo de nacionalismo con mucho de socialismo y a través de él incitar a polarizaciones y confrontaciones que en última instancia tiendan a desestabilizar el sistema capitalista.

Liderando manifestaciones ambientalistas en Puerto Rico y promoviendo la cubanización del régimen chavista, Fidel Castro busca recuperar protagonismo en América Latina, aun cuando esto no sea sino la última aspiración de un anciano senil.

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