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Andrés Benavente

La democracia en baja

Se ha publicado la encuesta anual Latinobarómetro, que se realiza en 17 países de la región y cuyo propósito es hacer un seguimiento de la evolución de las opiniones, comportamientos, valores y actitudes de aquellos.

En materia de valoración de la democracia, el promedio de aceptación positiva de la misma es de un 48% en América Latina, en una lista que encabezan Uruguay y Costa Rica con una alta valoración (79% y 71% respectivamente) y que cierran Brasil y El Salvador con una baja aprobación (30% y 25% respectivamente). Chile se ubica en la medianía con un 45% de los encuestados que valoran positivamente el sistema democrático.

Lo anterior va acompañado de una percepción negativa que se tiene en gran parte de los países de la región de las instituciones democráticas tales como el Congreso Nacional y los partidos políticos. La actividad política produce un sentimiento de apatía cuando no de franco desencanto. Por el contrario, el desarrollo económico es planteado como una marcada preferencia de parte de las personas. En Chile, el 59% de los encuestados lo señala como lo más importante, frente a un 20% que indica que la democracia es lo más relevante.

En lo anterior se evidencia cierta confusión entre la democracia como sistema político y la política como actividad, de tal forma que una percepción negativa de ésta termina por afectar a la primera. En estos juicios pesimistas han influido varios factores. Uno de ellos es la percepción ciudadana de la ineficiencia de los políticos para hacer frente a una prolongada recesión económica que se ha traducido en un incremento de las tasas de desempleo, de los índices de pobreza y de pérdida de confianza en el futuro. Otro dice relación con la idea negativa que tiene la gente acerca de la política, la que en varios casos es visualizada como corrupta, centrada en sus propios intereses y lejana a los problemas y aspiraciones de las personas. Un tercero ocurre aun cuando no dándose lo anterior se percibe críticamente que los políticos muestran comportamientos erráticos, contradictorios o inconsistentes, atraídos más por farándula televisiva que por el estudio serio de propuestas.

Los resultados son inquietantes, pues la experiencia nos muestra que cuando la actividad política pierde credibilidad, los partidos –esenciales en un sistema democrático– pierden peso y comienzan a ser reemplazados por montoneras que se organizan tras la figura de caudillos “providenciales”, como Fujimori en Perú y Chávez en Venezuela, emergiendo escenarios neopopulistas escasamente democráticos. El ritual electoral se mantiene sólo como un revestimiento formal de estilos autoritarios de gobierno, donde lo central son los grandes márgenes de discrecionalidad e incertidumbre que ese tipo de gobiernos conlleva. Los datos de Latinobarómetro son una buena señal de alerta para rectificar rumbos cuando aún es tiempo de hacerlo.

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