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El hombre que lloraba con "Ghost"

Jean Giono recreaba en "El húsar en el tejado" la historia de Angelo Pardi, aristócrata piamontés, que atravesando la Provenza tuvo que refugiarse del cólera en los tejados de la ciudad. Sin alcanzar ni mucho menos esos niveles de dramatismo, me vinieron rápidamente a la cabeza algunos equipos nacionales que acumulan indiscriminadamente seleccionadores en sus tejados. Desde allí presencian –ellos piensan que tranquilos– el devenir de los acontecimientos. Dentro de ese grupo, el ejemplo brasileño (por mejor decir, el mal ejemplo que da la Confederación Brasileña de Fútbol) es ciertamente llamativo. En unos meses han echado a la calle a dos entrenadores, Wanderlei Luxemburgo y Emerson Leao, y acaban de contratar al "técnico-milagro" del Cruzeiro, el sentimental Luiz Felipe Scolari, conocido en su país como "Felipao".

Falta un año para que comience el Mundial y la todopoderosa selección "canarinha" no tiene asegurada la clasificación. Es más, el próximo 1 de julio se la juegan ante Uruguay. Lo primero que ha hecho Scolari ha sido recuperar a Mauro Silva, un "veterano de la Guerra de Vietnam", para la causa; además, ha llamado a los tradicionales como Roberto Carlos, Rivaldo o Romario. El nuevo seleccionador pretende imitar el ejemplo de Marcelo Bielsa, técnico de Argentina, que trabaja con un grupo reducido de jugadores que no varían en función de los resultados. Esperemos que le salga la apuesta porque un Mundial sin el equipo carioca descendería a la categoría de "Mundialito".

El caso más llamativo es el brasileño, pero la criba en la fase de clasificación está siendo importante. Desde septiembre de 2000 han caído por la patria los siguientes técnicos: Francisco Maturana (Perú), José Omar Pastoriza (Venezuela), Daniel Passarella (Uruguay), Nelson Acosta (Chile) y Luis Augusto García (Colombia). En diez meses, siete entrenadores (si añadimos a los "canarinhos").

Felipao reconoce abiertamente que llora cuando vuelve a ver "Ghost" (yo también, aunque menos que con "Ben-Hur") y pone como ejemplo a sus futbolistas el "espíritu-Guga", ese que ha llevado a Kuerten a imponerse en tres ocasiones diferentes en Roland Garros. Es cierto que, sobre todo de un tiempo a esta parte, en Europa tenemos la triste sensación de que para los jugadores brasileños ya no es tan importante su equipo nacional; me atrevería a decir que incluso tienen el patrón futbolístico un poco desviado. Es una impresión triste, he de reconocerlo, porque Brasil ha sido siempre la gran animadora de los Mundiales. Si Scolari logra recuperar los valores tradicionales del toque, el buen fútbol y el arte, le estaré eternamente agradecido. Allá arriba, desde el tejado, seguro que le animan Luxemburgo y Leao, sus dos recientes antecesores en el cargo.

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