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Alberto Míguez

Verdugos y víctimas

Bastó que el criminal de guerra -y de paz- Milosevic se encontrase tras los barrotes en La Haya para que se iniciara la vieja cantinela de que habría que juzgar también a los dirigentes de la OTAN y a todos quienes participaron en la ofensiva de Kósovo para acabar con la terrible limpieza étnica realizada en el enclave por las tropas regulares serbias y la policía política del régimen, inspiradas y dirigidas por el carnicero de Belgrado.

A fuerza de oír estas cosas uno termina por creer que algunos analistas internacionales, periodistas, diplomáticos y políticos se han vuelto completamente locos cuando se trata de discernir entre víctimas y verdugos. La izquierda --europea y occidental-- tiene la mala costumbre de confundir a las víctimas con los verdugos, y a los verdugos con el ángel de la guarda. No es nuevo: ya lo hicieron en los gloriosos y lejanos tiempos del stalinismo, el maoísmo y otros regímenes letales. Y así les luce el pelo.

Milosevic es uno de los individuos más sanguinarios, crueles y sin escrúpulos de cuantos pueblan el universo mundo. Sin Milosevic toda la tragedia de la ex Yugoslavia sería incomprensible e inexplicable. Pesan sobre su conciencia varios millones de muertos, desaparecidos, refugiados, torturados y humillados. Ninguna de las brutalidades producidas en Croacia, Bosnia, Kósovo, Serbia, Montenegro e incluso Macedonia en los últimos quince años se entendería sin la venenosa conducta de este individuo, mentor y heraldo del nacionalismo serbio, uno de los más criminales de cuantos germinaron en los últimos siglos en los Balcanes, y mira que hubo y sigue habiendo.

Los amigos de Milosevic son de sobra conocidos: Jiang Zemin, Saddam Hussein, Gadafi, Castro, Putin, Song Il Sum Jr., Bechir El Assad, etc. Lo mejor de cada casa, en suma. Sus colaboradores --todavía huidos aunque no por mucho tiempo-- son tipos como Karadzic, Mladic y otros criminales en serie. Todos juntos y en unión reclaman que en vez de juzgar al tirano encadenado se juzgue a sus captores: el mundo al revés.

En ningún tribunal podría encontrar Milosevic más garantías de que tendrá un juicio justo y equitativo, acaba de decir con toda razón la fiscal Carla del Ponte. De momento, el Tribunal de La Haya ha dado ya prueba de una enorme comprensión hacia el acusado tras haber escuchado pacientemente su recusación apelando a la legalidad internacional, y admitiendo su inocencia (Todo persona que no ha sido condenada es inocente, dicen) “por omisión.

Tiempo habrá para demostrar los crímenes de Milosevic (el juicio se iniciará dentro de 8 meses y puede durar dos años) y tiempo tendrán sus valedores occidentales para derramar lágrimas de cocodrilo por este tipejo siniestro. Pero hay cosas que ni el tiempo ni la razón pueden curar. El fanatismo sectario, el maniqueísmo primitivo, el cinismo moral de la izquierda local, europea e internacional no tienen remedio. Milosevic puede estar tranquilo, sus plañideras tienen mucha resistencia y mayor insistencia.

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