Tras la debacle acontecida en la Copa América ante la humilde selección de Honduras, la “folha do Río” pidió a sus lectores un titular que definiera la situación por la que atraviesa ahora mismo el equipo de Brasil. El más ingenioso de todos ellos —también el más certero y desde luego el más viperino— aventuró lo siguiente: “Somos el país del tenis”. Fue la frase ganadora y habla bien a las claras del desencanto generalizado que se vive en un país en el que fútbol y religión son palabras sinónimas. Y una de dos, o el anónimo lector era realmente un acérrimo seguidor de Gustavo Kuerten o —seguramente lo más probable— es, como tantos otros, un fanático de la selección canarinha.
¿Se imaginan un Mundial sin la presencia de Brasil? Hasta la fecha no ha sucedido nunca, pero puede que tengamos que hacernos poco a poco a la idea. Esta selección no levanta cabeza desde la final del 98 ante Francia; la última alegría que ofreció a los suyos fue justamente en la Copa América de 1999 y, desde entonces, el fútbol ha brillado por su ausencia, los más grandes (Rivaldo o Roberto Carlos) se han sentido extranjeros en su propio país y el banquillo ha sido un sin vivir, una pasarela para tres o cuatro seleccionadores que han salido pitando sin querer echar la vista atrás. La pesadilla del Campeonato del Mundo en Japón y Corea con los futbolistas brasileños viendo los partidos por la televisión debería serlo, antes incluso que para los propios seguidores, para los organizadores del evento que perderían uno de sus principales ganchos publicitarios.
El “país del tenis”, como tan atinadamente bautizaba ese lector brasileño, recibió su golpe más duro cuando la selección encabezada por Zinedine Zidane les dio un repasito en París. Luego llegó la escabrosa historia del desfallecimiento de Ronaldo y la posterior dimisión de Zagallo. Más tarde, derrotas humillantes ante Japón, Uruguay o Chile hasta llegar a una situación en la que la selección ganadora del Mundial en cuatro ocasiones, se encuentra más fuera que dentro del campeonato del próximo año.
Ahora mismo sólo veo una solución (y no sería para arreglar nada de forma inmediata sino pensando ya en el próximo año 2006) y es que Pelé se haga cargo del equipo nacional. Más que un buen entrenador lo que se necesita ahora es un líder y ese debe ser “O Rei”. O eso, o los brasileños deben ir pensando un poco más en la Copa Davis y un poco menos en el Campeonato del Mundo de fútbol.

El "país del tenis"
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