En un país en el que sólo se habla de tres deportes —fútbol, fútbol y, si queda algo de tiempo, un poco de fútbol— al resto debe resultarles imposible romper la barrera mediática del sonido y abrirse camino entre la maleza dictatorial de la Liga, la Champions y las cláusulas de rescisión de contrato. Que conste en acta que a los periodistas nos sucede lo mismo, rodeados como estamos por esa enorme pescadilla que se muerde la cola (de vaca, naturalmente, como aquel regate de Romario). El “boom” del baloncesto acabó en “catacrack” y los responsables de la Liga ASOBAL, que tenían parecidas ínfulas para nuestro balonmano, andan ahora con la respiración asistida. El del fútbol es un negocio imparable y el resto de disciplinas deportivas deben sobrevivir a su sombra. ¿Cómo? A base de auténticos campanazos con los que hurtar un minutillo en la radio o un breve en la prensa escrita. Lo que no se le exige a nuestra selección de fútbol (abonada como está al eterno paseo militar por el “share”) sí se les reclama a otros compatriotas nuestros que, ¡pobres ignorantes!, prefirieron jugar de pequeños con otra pelotita. Si además añadimos como escenario una piscina, o lo ganas todo siempre o el titular será: “A Raúl le duele el pie”.
Nuestra selección de waterpolo nos ha acostumbrado muy mal a ganarlo casi todo. La obtención en Fukuoka de un nuevo Mundial (hace tres años el equipo nacional ya se impuso en Australia) me libera momentáneamente de tener que hablar de los “problemas” dinerarios de Rivaldo o de la adaptación al medio de Zinedine Zidane. Hoy se puede escribir del waterpolo español que, tras haber disputado ya cuatro finales consecutivas en el Campeonato del Mundo, le dio una soberana lección a la temible Yugoslavia —vigente campeona de Europa— a la que se merendó por 4-2.
En los Juegos de Sydney el equipo olímpico de Joan Jané acabó en cuarta posición y la gente se rasgó las vestiduras. ¿Cuándo fue cuarta nuestra selección de fútbol en un Mundial? En el año 2000 además se retiraba Manel Estiarte, el mejor jugador del mundo, y dio la falsa impresión de que aquello era el fin. Si algo ha demostrado Jané es que el relevo generacional está garantizado y que con Gabi Hernández tenemos al nuevo Estiarte. Por todo ello y por mucho que Figo tenga un esguince de tobillo o Saviola una sobrecarga muscular no pienso variar un ápice esta columna de opinión. El 29 de julio, hasta un nuevo Campeonato de Europa, Mundial o medalla olímpica, nuestro waterpolo vuelve a existir. Como Teruel. Y como el sur al que tan bien cantaba Joan Manuel Serrat.

El waterpolo también existe
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