En el penúltimo "Tirachinas" de la temporada 2000-2001, para mí, he tenido ocasión de charlar con César Luis Menotti, el "último mohicano", una especie de gurú que sienta cátedra desde su refugio bonaerense y que –todo sea dicho de paso– sigue sin cobrar una sola peseta por las entrevistas que concede. Hablé con él de muchas cosas (la paralización del Torneo Apertura, Zidane, el curioso caso de J. R. Riquelme) y entre ellas del tiempo; no del climatológico –allí están ahora en pleno invierno– sino del futbolístico que, como el otro, tiene también sus anticiclones y sus tormentas. Menotti lo explica como nadie y, como si de Manuel Toharia o Paco Montesdeoca se tratara, te adelanta lo que ocurrirá en el futuro aquí y allá. Sirva como ejemplo que ya en el año 1978 aventuró que el fútbol argentino se encontraba en un callejón sin salida, forzado a una profunda restructuración que nunca llegó y que ahora está pasando la inevitable y costosa factura.
Si a Menotti se le recuerda por algo es por aquel primer Campeonato del Mundo que consiguió la selección de Argentina, el Mundial del confeti y del "matador" Kempes. Este curioso personaje despolitizó en la medida de sus posibilidades la obtención de aquel título. Luego dio el salto al fútbol español y no acabó de triunfar... por el problema del tiempo. En el Barcelona consiguió una Copa del Rey. No recuerdo si fue el propio César Luis quien, muy atinadamente, habló por primera vez de las "urgencias históricas". Era cierto. El club catalán había marchado siempre por detrás del Real Madrid durante la dictadura de Franco y, con la llegada de la democracia, tenía mucha prisa por demostrar que su situación había sido producto de un régimen político que le había impedido prosperar. El tiempo del entrenador argentino no casaba con aquel otro tiempo culé.
Más tarde le tocó vivir y sufrir uno de los primeros proyectos de Jesús Gil en el Atlético de Madrid. Otra tormenta. Menotti hablaba de fútbol y Gil de partidos ganados y de los pisos de Marbella. Recuerdo que en una de las primeras entrevistas que le hice al nuevo presidente del Atlético, en el Club Financiero Inmobiliario, me enseñó una lámpara feísima en forma de anémico fakir indio (una birria de lámpara, ya les digo) y señalándola me dijo: "Aquí tengo a Menotti disecado". El tiempo acelerado de Gil no tenía nada que ver con el del entrenador que había decidido contratar. Era sólo un golpe de efecto, una lámpara para su salón de Valdeolivas.
Hoy han pasado muchos años desde aquello y el Barcelona de la democracia continúa a rebufo del Real Madrid y el Atlético de Madrid está en Segunda División. Y César Luis Menotti sigue hablando mejor que nadie del tiempo, de su tiempo, del que no tuvo, de ese tiempo futbolístico que hoy vive bajo el yugo del anticiclón financiero. A pesar de lo cual los amantes de este deporte seguiremos cantando bajo la lluvia. Habrá que sacar el paraguas.

Ayer hablé del tiempo con Menotti
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