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Mano dura judicial

El empeño de un fiscal por encerrar dos años en la carcel a un pobre pastor de Sierra Nevada por recoger un manojo de manzanilla protegida para uso medicinal dice mucho sobre la forma de actuar de la Justicia española en cuestiones de medio ambiente. Dice mucho de la acrisolada valentía de los fiscales de medio ambiente (exceptuando algún caso concreto). Dice mucho de una Justicia que es fuerte con un pobre pastor, pero quizá no tan fuerte cuando no se trata de alguien tan débil.

Es evidente que en sierra Nevada hay que velar por la conservación de muchas especies de plantas, que constituyen sin duda uno de sus mayores tesoros (esa sierra tiene decenas de especies únicas, que no podemos encontrar en ningún otro lugar del planeta). Pero cuando algunos personajes, incluido algún que otro ligado a asuntos turbios de PSOE, anduvieron por allí promoviendo planes que arrasaron amplias zonas de la sierra para habilitar nuevas intalaciones de esquí, no se vio por allí a ningún fiscal guerrero del antifaz.

Tampoco se ha visto a ningún fiscal, y mucho menos a ningún juez, derrochando heroicidad en el caso Doñana. En este caso, el del mayor vertido tóxico producido jamás en España, la Justicia no ve delito. Tampoco se vio delito en el caso Acerinox, donde se produjo una nube radiactiva que llegó a ser medida en Italia. Por cierto, en España no ha habido juicio y en Italia (donde llegó a medirse cien mil veces menos radiación que aquí), sí. En el caso Vandellós, donde se estuvo en un tris de disfrutar con la emisión de cien toneladas de gas radiactivo, se absolvió a todos los implicados en un juicio que se celebró diez años después del suceso.

¿Y qué decir del caso Biescas, con 87 muertos, por haber autorizado la construcción en una zona que los informes técnicos denunciaban como de alto riesgo desde al menos una década antes de la tragedia? En Biescas, los jueces han dicho que tampoco ha habido delito alguno. Que se lo digan a los familiares de los 87 muertos.

Señor fiscal, enhorabuena y mano dura. Es usted todo un emblema de lo que podemos esperar de la Justicia. Hay que escarmentar al pastor. Hay que castigar a alguien, ya que otras tantas veces –clamorosamente– otros se quedan sin castigo. Al pobre pastor no irán a visitarle el señor Piqué y el señor Arenas, que sí fueron a recibir y a dar comprensivas palmaditas en la espalda al presidente de Boliden, tras el vertido de las minas de Aznalcóllar. Vivimos en un Estado de Derecho y los pastores tienen que saber bien clarito que no pueden burlarse de la Ley.

Hay que comprender que el delito del pastor, arrancar una matita de manzanilla, no tiene posible comparación con lo de Doñana, Acerinox, Vandellós, Biescas o tantos y tantos casos que podrían citarse. ¿Cómo vamos a comparar la gravedad de una minucia como verter millones de metros cúbicos de lodos tóxicos, provocando pérdidas de decenas de miles de millones de pesetas, con la enormidad de arrancar 190 gramos de manzanilla?

Es evidente que está mal recolectar una especie protegida (esperemos que el pastor sea sincero y no estuviera haciéndolo a sabiendas y por fines comerciales), pero también hay que considerar que existe una cosa que es la proporcionalidad de los castigos. Seguro que esto ayudará a que los habitantes de Sierra Nevada amen más su sierra y la protección que se le dispensa. Cabe también preguntarse hasta qué punto la Administración informa a los habitantes de las zonas sobre las especies en peligro (aunque pueda alegarse eso de que el desconocimiento de una ley no exima de su cumplimiento).

Proteger la Naturaleza es un deber recogido en nuestra Constitución y agredirla, entre otras cosas, un delito recogido en nuestro Codigo Penal, pero la aplicación de la Ley no puede ser arbitraria. No sea que vaya a cometerse alguna injusticia, como podría haber pasado de haberse apreciado delito en temas que en definitiva no eran nada y que además iban a molestar a personas mucho más dignas, e incluso mejor vestidas, que ese pastor.

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